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No vestían sus mejores galas como las primeras noches del año, pero los jóvenes segovianos han protagonizado este sábado un amago de Nochevieja anticipada. Las doce campanadas esta vez no anunciaban un cambio de año, pero sí el final de ocho largos meses con la movilidad reducida entre las diez de la noche y las seis de la madrugada. Y cuando el reloj marcó las doce, no tardaron en sonar los primeros gritos y aplausos procedentes de varias casas del centro de Segovia.
Apenas unos segundos después, esos sonidos se trasladaron a las calles y fueron acompañados también de saltos y abrazos. Gritos de «lo hemos conseguido» o irónicos «gracias Mañueco» se escucharon por la ciudad, mientras poco a poco las calles contaban con cada vez una mayor presencia de grupos de jóvenes, tanto del centro como de otros barrios de la ciudad.
El tráfico, reservado antes de la medianoche para las motos de los repartidores de comida a domicilio, se intensificó con las bocinas avisando, por si alguien no se había enterado aún, del final del estado de alarma y del toque de queda. Más coches y cada vez más y más grupos de jóvenes, algunos con bolsas cargadas de botellas para el primer botellón (algo menos clandestino) en muchos meses. Y siguieron los abrazos, los gritos y los gestos de alegría.
La gran mayoría de los jóvenes que decidieron no esperar ni un minuto para salir a la calle, según declaraban a los pies del Acueducto, quisieron aprovechar la primera noche en ocho meses sin toque de queda para disfrutar de Segovia de madrugada a través de un paseo «hasta que las piernas aguanten». Pero también hubo otros planes. Con las reuniones permitidas, los botellones tanto en la calle como en viviendas particulares fueron una alternativa que contó con no pocos adeptos.
Lugares como La Hontanilla, desiertos durante las noches de los últimos meses, recuperaron ayer ese ambiente de altavoz de móvil, hielos derritiéndose en las bolsas y copas en vasos de plásticos. Un botellón de los de toda la vida, con grupos numerosos incluidos y con las mascarillas cada vez más lejos de la nariz según caían las copas.
No fue el único lugar donde se desmadró la primera fiesta posterior al estado de alarma. La Plaza Mayor, vacía hasta la medianoche, se llenó de jóvenes en cuestión de minutos que parecieron olvidar cualquier recomendación sanitaria. Porque por lo visto esta madrugada en muchos encuentros de Segovia, aquello de mantener la distancia de seguridad, evitar el contacto físico o permanecer con la mascarilla bien colocada en todo momento pareció esfumarse con el toque de queda.
Con la Policía Local tratando de encontrar normas en los distintos reglamentos que permitieran multar comportamientos como los botellones (hay que 'pillar' a la gente consumiendo alcohol), su presencia sí que permitió dispersar a la gente. Pero tan solo conseguían moverla de sitio, porque ayer la calle era el lugar favorito, aunque también hubo decenas y decenas de llamadas que alertaban de fiestas en domicilios.
Según avanzaba la noche, y con más de uno ya dando muestras de haberse pasado en la celebración con paseos serpenteantes por las calles de Segovia, también se vieron comportamientos que parecían tener un mayor respeto por la pandemia. Así, hubo parejas y grupos pequeños de amigos que decidieron disfrutar de la agradable noche segoviana con un paseo y una relajada conversación en un banco, mientras una veintena de jóvenes jugaba al pañuelo en una plaza del Azoguejo repleta de pequeños grupos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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