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berta pontes de los ríos
Valladolid
Sábado, 15 de agosto 2020, 10:50
Lleva apenas un año en su actual puesto de trabajo y ya ha vivido lo que cualquier sanitario teme: una pandemia mundial. En la ... carrera nadie les enseña a hacer frente a estas situaciones, pero han sido millones en todo el mundo los que han tenido que enfundarse los trajes de protección y realizar turnos interminables para contener este enfermedad que azota al mundo entero. Alba Aguilar es enfermera y cursa actualmente la especialidad de geriatría en el Hospital General de Segovia.
Desde que comenzó la pandemia ha vivido momentos duros y situaciones que le han llevado a reflexionar sobre el comportamiento humano. Ahora, relata cómo ha afrontado la pandemia desde su puesto y las secuelas que la covid dejó en su cuerpo.
Las 375 camas con las que cuenta el complejo hospitalario se vieron completas en apenas unos días. Las UCIs no daban abasto y el personal sanitario tampoco. Ahora, que cada vez hay más rebrotes y la gente parece seguir en su nueva normalidad, Alba advierte de los peligros que esto supone.
–¿Cómo fueron los primeros momentos en el hospital, es decir, cuando empezaron a llegar pacientes?
–Al principio solo teníamos una persona enferma de coronavirus y había algunas habitaciones preparadas con presión negativa (para aislar el virus dentro de la habitación). La verdad es que confiábamos en que habría pocos casos, que no sería tan grave. No sabíamos lo que nos venía. Yo fui la primera en subestimar la enfermedad, pero luego me di cuenta que no era una simple gripe, que esto iba a ser duro y nos iba a hacer cambiar nuestro comportamiento como sociedad.
–Dice que el primer caso no alertó mucho al personal sanitario pero ¿cómo fue la llegada de los siguientes enfermos al hospital?
–Tuvimos un primer caso que estuvo mucho tiempo siendo el único, pero pasada una semana en un periodo de tres días, el hospital comenzó a llenarse. Fue una avalancha total de enfermos con síntomas compatibles con el coronavirus. En menos de una semana estábamos hasta arriba y el hospital colapsado.
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–Se ha hablado mucho de la falta de material, ¿cómo gestionaron este problema tan general?
–Al principio había miedo a que faltase material y ahorrábamos lo que podíamos porque veíamos que en otros hospitales se iba terminando. Según iban pasando los días ese material que prensábamos que faltaría acabó escaseando. Tengo que reconocer que pedíamos y nos llegaba con cuentagotas, pero llegaba. Lo que más se acababa eran las batas protectoras, las toallitas desinfectantes… cosas necesarias pero no primordiales.
–Trabajando se infectó de coronavirus.
–Sí, yo estaba trabajando y me encontraba cansada, respiraba un poco mal... pero pensaba que era por llevar puestas dos mascarillas, la pantalla, el EPI, la bata, guantes, calzas, gorro. Además le sumé el agotamiento de un turno de siete horas seguidas con el equipamiento. Pero no, nada de eso. Un día llegué a casa, me hice la comida y noté que no saboreaba ni olía. Ahí me di cuenta que podría tenerlo. Dos días después sentía mucho cansancio y falta de aire, pero fueron un par de días. Fui a hacerme la prueba y el resultado fue positivo. Me mandaron a casa y estuve algo más de 20 días de baja, aislada y sola.
–Dice que no tuvo complicaciones pero, ¿le ha quedado alguna secuela?
–Lo pasé relativamente leve, pero es cierto que tengo secuelas. Estoy más cansada que antes, me ha costado meses recuperar el olfato y el gusto y noto que se me cae más el pelo, aunque esto no sé si es por la covid. No es un síntoma de la enfermedad, pero la ansiedad y el estrés que quedan tras haberlo vivido y sufrido todavía me acompañan.
–¿Es normal que teniendo 24 años le haya afectado de esta manera?
–Esta enfermedad no entiende de edades. Es cierto que a la gente mayor le produce más complicaciones por sus patologías de base, pero no por ser joven te vas a librar de tener sintomatología grave, incluso de acabar en una UCI. Además, no se conocen las secuelas que produce a largo plazo y por muy leve que lo hayas pasado no se sabe lo que puede acarrear en un futuro.
–¿Cómo se siente al ver a gente joven salir de fiesta sin ningún tipo de preocupación ante un posible contagio?
–Impotencia y rabia, eso es lo que siento. No comprenden que sí, que ellos pueden pasarlo casi sin enterarse pero tienen familiares que se pueden contagiar e, incluso, morir. En ese aspecto es una enfermedad muy cruel, porque no puedes tener los cuidados y el apoyo de tu familia cuando enfermas. Tienes que estar aislado en una habitación y a veces con síntomas graves, sin recibir lo que en otra enfermedad es parte del tratamiento: el bienestar mental que te produce el estar arropado por tus seres queridos.
–¿Qué le diría a esa gente que incumple las medidas de seguridad?
–Entiendo que después de un confinamiento se necesite socializar, pero eso se puede hacer al aire libre, con un grupo pequeño y siguiendo las recomendaciones sanitarias. Todos queremos que esto pase ya, seguir con nuestra vida normal, pero tenemos que tener en la cabeza que el virus sigue latente y que en cualquier momento nos podemos contagiar. Ser joven no te hace inmune. Además. Sigue habiendo gente sin poder salir, aislada y que no puede recibir visitas de sus familiares. Esto lo digo por toda la gente mayor que se encuentra en residencias viviendo esta situación. Los brotes no solo afectan a que no podamos salir nosotros, sino a que estas personas sigan aisladas. Deberíamos tener más empatía hacia nuestros mayores.
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