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Las asociaciones de padres y alumnos de Segovia apoyan la filosofía planteada por la Comunidad de Madrid de mantener en los colegios dos años –es ... decir, que cursen allí los dos primeros cursos de secundaria y retrasen su llegada al instituto– pero son escépticos sobre su aplicación real por la disponibilidad de espacio en muchos centros escolares. Creen necesario proteger a sus hijos en unas edades que aún consideran muy tempranas para convivir con alumnos de Bachillerato, en algunos casos mayores de edad que fuman o beben cerveza, pero piden analizar la situación de cada centro de forma particular. En resumen, que dejen opinar a las familias y que la decisión no se tome desde un despacho.
Fedampa, la Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos de centros educativos públicos de Segovia, desarrolla una opinión diversa entre las familias que coincide en varios aspectos troncales. «En general, nos parece muy temprana la edad actual de 12 años para incorporarse al instituto. Es una preocupación que tienen la mayoría de las familias, pensamos que mientras están en el colegio están más controlados», resume su presidenta, Noelia del Barrio. Habla del protocolo de la mayoría de los institutos para «blindar» a estos alumnos y protegerles de los mayores –como separar los recreos– en dos años en los que cambian mucho sus vidas, máxime desde la extensión del móvil. «Los de sexto de Primaria son muy chiquitines; algunos no tienen ni teléfono, y no deberían de tenerlo. Los de segundo de ESO son súper independientes, quieren tener sus redes sociales. Parece que van al instituto y ya se creen que son mayores. Y no lo son, hay que estar encima de ellos».
El relato es que el cambio de la adolescencia les hace especialmente influenciables. Y el móvil. «En el colegio lo puedes ir frenando, pero llegas al instituto y ¿cómo no lo vas a tener?». Eso se traduce en una amenaza extra. «El bullying no se acaba cuando sales del centro, es bastante más alarmante de lo que eran antes las peleas en el colegio. Si tenías a alguien que te estaba molestando, te ibas a casa y estabas con tu familia; ahora, con las redes, siempre está ahí». Un problema que los padres ven más atajable en un colegio. «Los maestros están más pendientes de los chicos, les dan más de una asignatura, es más fácil ver si uno se está dispersando, por la razón que sea, si está triste. En un instituto cada profesor va a dar la clase y se va. Les consideran muy independientes y a lo mejor son muy pequeños para ese salto».
Con todo, ven complicado aplicar la medida, al menos en un corto plazo. «Creemos que ahora mismo no hay espacio suficiente en todos los centros para estos dos años a mayores». Porque el espacio que se liberó cuando se mandó al instituto a esos alumnos a finales del siglo pasado ha sido ocupado por aulas de especialidades o por educación infantil. Habilitar aulas lectivas supondría liberar la de inglés, la de música o el comedor. «En su momento no queríamos que se hiciera, pero una vez hecho, es muy difícil volver atrás. Si nos dejan intervenir a las familias, nos gustaría que se fuera mirando centro a centro porque hay colegios como San José en los que sí sería viable; en otros, sería más complicado». Por ejemplo, el Villalpando, que no ha podido sumar a los más pequeños por falta de espacio. El Diego de Colmenares también está hasta arriba. Parece más viable en centros como Martín Chico, Santa Eulalia o el Eresma que han abogado por una línea y conservan cierto espacio en sus aulas.
Por eso el colectivo, que apunta a la bajada de la natalidad, no se opondría a su aplicación a varias velocidades. «Si es que vamos a menos en niños. A lo mejor hay colegios en los que hoy no se puede hacer porque no hay espacio, pero sí en un tiempo. ¿Por qué esperar si en otros centros sí que se puede?». La libertad de elección de centro, ya sea por sus servicios o por su ubicación, hace imposible redistribuir a los alumnos a centros menos masificados, así que la diferencia de ocupación es un elemento con el que el sistema debe convivir. El cambio podría ayudar a los colegios rurales, más escasos de alumnos. «Ahí seguro que tienen sitio».
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Primaria y Secundaria son etapas educativas distintas según la legislación nacional vigente. De hecho, cuando se eliminó la EGB se hizo el traslado del alumnado a los centros de Enseñanza Secundaria, con todo lo que eso conllevó. Tanto la LOMLOE como el Real Decreto 217/2022, de 29 de marzo, por el que se establece la ordenación y las enseñanzas mínimas de la Educación Secundaria Obligatoria, establecen que la ESO es una etapa educativa propia, que comprende cuatro cursos y que debe ser considerada como un bloque de aprendizajes destinados a alcanzar las competencias establecidas, subraya la Consejería de Educación, que apunta a que, dependiendo de la etapa educativa, los centros requieren de distintos requisitos de infraestructuras, e incluso el profesorado corresponde a distintos cuerpos: maestros y profesores de Secundaria.
La forma mayoritaria de organizar los centros educativos es por etapas, y solo de forma excepcional los colegios de Castilla y León tienen la opción de ofrecer los dos primeros cursos de Secundaria. Y lo hacen respondiendo a una «planificación minuciosa» de la Consejería de Educación, «que no puede variar en función de las votaciones de las AMPAS». Solo son 10 centros de los más de 1.300 que hay en la Comunidad, todos en el medio rural y por necesidades concretas del transporte y la logística. En el caso de Segovia en Sepúlveda, Prádena y Villacastín. «La actual estructura y organización de los centros en nuestra Comunidad está dando buenos resultados. Hay que recordar que con el actual sistema, Castilla y León cuenta con la mejor educación de España y entre las 10 mejores del mundo según el último informe PISA».
Parte de los padres preocupados por esa edad tan temprana de llegada al instituto temen que cambiar el sistema se traduzca en un refuerzo a la concertada –centros como Claret, Maristas o el nuevo «macrocolegio» de las Concepcionistas en La Lastrilla– como solución ante la falta de plazas. «Queremos que se invierta en mejorar los centros públicos, que están muy abandonados».
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