Águeda Marqués firmó este jueves en la recta final del Stade de France seguramente el mejor momento del olimpismo segoviano, una historia con apenas 13 protagonistas –dos mujeres– en un siglo. Mañana repetirá el hito de David Llorente en Tokio y estará en la lista ... de salida de una final olímpica, un mérito que consiguió contra todo pronóstico, dejándose el ácido láctico y el alma para terminar sexta en su semifinal de los 1.500 metros, superando en un sprint agónico a Esther Guerrero, la campeona de España. Será difícil encontrar en los Juegos a una debutante, a una atleta, que haya conseguido superarse tanto a sí misma.
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Mientras las heptatletas, las mujeres que hacen de todo, se batían el lanzamiento de peso, las doce gladiadoras de la primera semifinal del 1.500 salían a la pista con el obligado trote de calentamiento. Ahí estaba Faith Kipyegon, la plusmarquista mundial, disimulando su capacidad de correr semejante distancia en 3 minutos y 49 segundos. Tras salir en la repesca con el número 1, pegada a la cuerda, a Águeda le tocó el extremo contrario, con el 12. En su presentación, ni siquiera pisaba el tartán, como quien quiere respetar el suelo mojado. Ahí estaba, concentrada, tensa, susurrándose a sí misma, mientras Laura Muir tenía una pose de funcionaria, como quien pone un sello a una carrera y sabe que el trabajo viene en la final. El repaso de las cámaras incluía la enorme sonrisa de Guerrero y la cara de niña de la polaca Klaudia Kazimierska, que logró el honor de ser finalista a sus 22 años.
La carrera salió como un látigo, algo previsible con ocho mujeres con marcas por debajo de los cuatro minutos. Cuando cruzó la pista desde el exterior a la calle 1, la segoviana estaba la última. Los primeros segundos son como la toma de contacto con la corriente eléctrica: este es el voltaje. Águeda superó rápidamente a Muir, que mantuvo su hábito de pasar las dos primeras vueltas a cola para evitar accidentes. Y se mantuvo a la expectativa, a la par de Guerrero, codeando por momentos con Kipyegon, una foto para el recuerdo, junto a la etíope Birke Haylom. La escena que tenía en mente Isaac Sastre, el entrenador que decía de ella que corría como las africanas.
Muir decidió que la carrera empezaba al paso por el 700 y tardó apenas 30 metros en subir del farolillo rojo a la cabeza. La keniana Nelly Chepchirchir había llevado el ritmo hasta entonces, pero Kipyegon no dejó cabos sueltos. El tren empezó a estirarse y la segoviana pasó en cola al toque de campana del 400. Pareció abrirse una ruptura definitiva que dejaba en la estacada a las cuatro últimas, pero Águeda no se precipitó y esperó su momento. Así recogió a los dos primeros cadáveres –la italiana Ludovica Cavalli y Chepchirchir– y llegó a la última curva con la final a tiro. Con todo, en una distancia agónica, corriendo todo el rato por debajo de tres minutos por kilómetro, una cosa es ver a la presa y otra tener una marcha más para cazarla.
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Águeda supo gestionar sus esfuerzas, estirar ese chicle. No fue tanto acelerar, como desacelerar más despacio que las demás. Es la magia del atletismo, quién acepta más tarde sus límites. La misma táctica que usó Guerrero. Se acercaba la meta y ambas empezaron a avanzar mientras el motor de la neozelandesa Maia Ramsden y la australiana Georgia Griffith no daba para más. La segoviana las superó por el exterior mientras su compañera de apartamento en París lo hacía por la cuerda. Así llegaron a los números mágicos, con el premio a cuatro años delante de sus ojos. El deporte, su deseo entre ambición y sufrimiento, concentrado en cuatro centésimas, las que separaron a la de San Marcos de la campeona de España, que lo dio todo, hasta el equilibrio. Kipyegon ganó con 3:58,64.
La segunda serie dejó también fuera a Marta Pérez, la soriana que fue novena en Tokio hace tres años. Así que Águeda dejará París, pase lo que pase el sábado, como la mejor española del 1.500, una prueba para la que se clasificó sobre la bocina, el 30 de junio. Tanto sufrió para conseguir la mínima que en los Juegos se ha liberado. El martes bajó dos segundos su marca personal (4:01,60) con todo a favor, pero lo que hizo este jueves (4:01,90) en su tercera carrera en tres días, dando el máximo en todas ellas, está por encima de su tiempo. Estará entre las doce mejores del mundo cuando suene la pistola a las 20:15 horas como alguien que ya ha ganado, aunque la medalla sea un abismo en una línea de salida con cinco mujeres que han bajado de 3:55. Es la primera de las mortales.
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