Los agricultores confían en que el frío beneficie al cultivo de secano tras el retraso en la siembra

Tras la tormenta, siempre llega la calma, dice el refrán. En los campos segovianos ha sucedido justo lo contrario. Después de meses de sequía prolongada y de altas temperaturas, en los últimos dos meses ha llegado un aporte de agua continuo que ha impedido el discurrir de la sementera con normalidad, que se ha alargado más de lo previsto. Ya debería estar todo el cereal sembrado desde hace días. No obstante, el coordinador provincial de la alianza UPA-Coag, Pedro Matarranz, calcula que aún queda aproximadamente un 10% para culminar la campaña siembra.

Si bien es cierto que algunas zonas son habitualmente más tardías en este proceso, como la de Fuentepiñel, Sacramenia y Cuéllar, según especifica Matarranz, esta vez el retraso se ha generalizado, especialmente en lo que respecta a la cebada. «Las precipitaciones no nos han dado tregua, se frenaban tres días y luego empezaba a llover otra vez», recuerda el secretario general de Asaja Segovia, Pablo Rincón. Una situación preocupante, ya que «normalmente las siembras tardías suelen dar menos producción que las tempranas», añade.

La situación climática ha cambiado drásticamente en los últimos meses. Las tierras de cultivo eran áridas este octubre y, actualmente, gozan de mucha humedad, hasta el punto de haberse formado grandes balsas de agua acumulada, que ahora se ha convertido en hielo. «Las heladas afectan al regadío de forma negativa, las zanahorias que estén sin tapar se pueden agrietar y hay parcelas de patatas que corren el riesgo de pudrirse porque hay tanta humedad en la tierra que no pueden entrar a sacarlas», explica Rincón.

Pero no todo son malas noticias. Aunque las excesivas precipitaciones invernales no sean beneficiosas, sí lo es el frío seco en el cultivo de cereales de secano, que es el mayoritario en la provincia. Las bajas temperaturas han llegado más tarde de lo deseado, pero finalmente han hecho aparición. «El frío hace que planta no se desarrolle hacia arriba tan rápido», determina Matarranz. Es decir, impulsa el crecimiento de las raíces en vez de potenciar las hojas, lo que facilita la adaptación del cereal a la mejora del clima en primavera e incluso a la sequía, si la hubiera.

«Si no llegase el mal tiempo, la planta crecería a su libre albedrío y no lograría captar los nitratos y nutrientes suficientes que están presentes en las capas profundas de la tierra», considera el presidente provincial de la Unión de Campesinos de Castilla y León (UCCL), César Acebes. De ahí que el desplome del mercurio de los termómetros sea un buen indicador a la hora de hacer un primer pronóstico de la campaña, aunque las organizaciones agrarias coinciden en que acertar es «imposible».

Para que se cumplan las expectativas más optimistas es necesario el confluir de la humedad del otoño -que se demoró varias semanas- y las precipitaciones y temperaturas adecuadas de primavera. «El año pasado tuvimos también días de frío seco en enero y la cosecha acabó siendo catastrófica; todo puede pasar», lamenta el coordinador de UPA-Coag. Por el momento, la nacencia del cereal es regular, lo que es una buena señal, que ha despertado esperanzas entre los trabajadores del sector.

El positivismo no es para menos. «Venimos de un año con malos resultados y gran incertidumbre por la guerra», indica Acebes. A ello se suma el encarecimiento de los costes de producción, tanto en lo referente al combustible, electricidad, fertilizantes, fitosanitarios y semillas, que han mermado las cuentas de muchas explotaciones agrarias. «Realmente no sabemos qué va a pasar, pero esperamos que todo vuelva a su cauce pronto», defiende.

40%es el porcentaje de descenso de la producción en la última campaña de cosecha respecto a un periodo «normal».

300euros es el precio actual de cotización de los cereales en la lonja segoviana, muy por debajo de los costes de producción.

Los agricultores no se conforman con que la próxima cosecha sea un poco mejor que la de 2022. El rendimiento «normal» de una hectárea de cereal es de aproximadamente 2.500 kilos y en la última campaña, la producción descendió hasta un 40%. Según las últimas cotizaciones de la lonja segoviana, el precio actual de 1.000 kilos de cereal ronda los 300 euros. En total, «serían unos 750 euros de ganancias por hectárea cuando los costes de producción de la misma superan los 900», critica Matarranz. Ejemplifica con los fertilizantes, «el problema más serio», pues la tonelada ha pasado de valer 250 euros en 2021 a más de 750 en la actualidad, detalla.

«Si la cosecha va por debajo, las pérdidas son mayores. Si llegan por encima, no nos garantiza la repercusión de los costes de producción. Nos tendríamos que ir a un rendimiento de 3.900 kilos de cereal por hectárea para cubrir los gastos, lo que es muy difícil», sostiene el coordinador de UPA-Coag. Los trabajadores del campo han superado la sementera sin saber si podrán afrontar el periodo de cosecha. La incertidumbre ondea en cada explotación agraria de la provincia, aún más cuando la tendencia del precio del cereal es descendente y, de hecho, el del girasol es muy inferior al previsto inicialmente.