«Me planteo irme de casa porque al final me van a doblegar»
Testimonio ·
M. S., de 76 años, residente del barrio de San Millán de la ciudad, ha estado un año y medio en tratamiento psiquiátrico por el problema de los ruidosTestimonio ·
M. S., de 76 años, residente del barrio de San Millán de la ciudad, ha estado un año y medio en tratamiento psiquiátrico por el problema de los ruidos«No puede ser que nos manden a vivir a otro lado, mi casa no me la ha regalado nadie», esgrime M. S., de 76 años, vecina de la zona de la plaza de la Tierra, en el barrio de San Millán de Segovia. Por ... temor a «represalias», pide guardar el anonimato. «No se puede consentir», repite al quejarse de los ruidos y de los comportamientos incívicos. Exige que se cumpla la ordenanza municipal porque «no se puede estar en la calle dando voces y gritos hasta las mil y quinientas. Es de juzgado de guardia que no se deje vivir».
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En su relato señala que vive en un entorno con varios bares que suelen alargar el horario de cierre y, con las terrazas abiertas, el ruido que generan los clientes y las personas que pasan por allí le impide dormir. Lleva aguantando veinte años. «Es horroroso», afirma tajante. Por allí asegura haber visto desde «prostitución hasta el año antes de la pandemia» hasta «menores bebiendo» dentro y fuera de los locales.
Lo peor se concentra los fines de semana. «Es imposible dormir, me levanto cuarenta veces por los gritos o porque les da por tirar botellines a la fachada». Puso doble cristal cuando instaló el aire acondicionado en su casa, pero ni por esas. Y el pleno agosto no va descansar con todo cerrado, arguye. La Policía Local acude a los avisos y añade que ha remitido escritos a la Defensora de la Ciudadanía.
M. S.
Vecina del barrio de San Millán de Segovia
«En verano, en las fiestas de San Juan y San Pedro, las riadas de gente son constantes y he terminado yéndome a un hotel, antes me iba a casa de una hermana». Hay temporadas que las molestias se multiplican, como ha ocurrido en la reciente Semana Santa, cuando «no podía abrir el balcón». M. S. confiesa que «me estoy planteando irme de casa a otro sitio a vivir, no lo he hecho hasta ahora por convicción, pero al final me van a doblegar». Afirma que ha estado un año y medio en tratamiento psicológico por el estrés y la tensión que le causan estos trastornos.
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Esta vecina también llama la atención sobre el vandalismo que padece el barrio, y no solo cuando cae la noche. Cuenta cómo «a las siete de la tarde están haciendo pintadas o robando retrovisores de los coches». «Si lo que quieren es una ciudad para turistas y bares, que quiten el Patrimonio de la Humanidad, porque eso significa que son ciudades vivas y aquí hay gente que se está marchando», concluye M. S.
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