La provincia de Segovia ha reducido en el último lustro el número de perros abandonados casi a la mitad; de los cerca de 80 al año previos al covid a los 42 registrados el año pasado en 24 municipios diferentes. Con todo, hay una ... tendencia al alza desde el corazón de la pandemia, una época en la que los animales sirvieron de pasaporte frente al confinamiento y que revalorizó una vida al aire libre muy compatible con los animales. En 2020 hubo 17 animales recogidos, en 2021 el dato ascendió a 31 y en los dos primeros trimestres de 2023 la cifra ya está en 24.
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El Centro Canino de Simancas es la entidad privada adjudicataria de un convenio con la Diputación de Segovia que cubre la recogida de animales en 150 municipios –están excluidos los más de 10.000 habitantes– cuando hay un abandono, es decir, cuando un perro no tiene chip o no es posible localizar a su propietario. El centro tiene 48 horas –menos de 24 en casos singulares como son los perros potencialmente peligrosos– para trasladar al perro capturado a sus instalaciones. A la hora de atender la urgencia simplemente piden que el animal esté retenido, ya sea en el ayuntamiento o con algún vecino. Lo habitual es que la recogida se realice en el día.
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Luis Javier González
El perro se somete a una inspección médica, a una desparasitación y a una sesión de fotos para empezar cuanto antes su proceso de adopción. El estado físico de los animales suele ser bueno salvo excepciones como algunos galgos que se autolesionan en la caza de la libre o el caso extremo de un perro que llegó con un tajo en el cuello, presumiblemente porque el dueño intentó sacrificarle. Prácticamente no respiraba, así que pese a los intentos por suturar la herida se procedió a la eutanasia. «Era un caso muy difícil de resolver, hubiera necesitado una hospitalización muy severa con intubación. Le iba a causar más daño que otra cosa», recuerda su responsable, José Manuel Sastre. El resto de lesiones son cotidianas.
El centro, en marcha desde hace 25 años, esgrime su aislamiento para ofrecer buenas condiciones a los animales tanto en invierno como en verano. Cuenta con un parque exterior y con un recinto interior donde duermen los animales. «Tenemos capacidad suficiente de alojamiento para no tener que sacrificar», explica Sastre. «Segovia no tiene ningún centro con capacidad para sujetar ahí 30 o 40 perros. En cuanto les hablan de sacrificio cero, no entran ni a concurso». El recinto, con capacidad para 150 perros, tiene en vigor convenios con las diputaciones de Valladolid, León, Zamora y Ávila.
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De esa media de 40 perros al año abandonados, Sastre calcula que cerca de una decena son posteriormente reclamados por sus propietarios. El número de abandonos va ligado a la población, eso en parte explica que Segovia sea la provincia con menos casos. Ávila oscila entre los 60 y los 70, mientras León o Valladolid están entre los 160 y los 180. Zamora, con más ganadería, está por encima de lo esperado con más de 200, la mayoría cachorros. Uno de los retos de las protectoras, en colaboración con el Seprona de la Guardia Civil, es identificar a las madres y asegurar la responsabilidad de los ganaderos. «O las esterilizan o se las quitamos».
Sastre se muestra satisfecho con el comportamiento de los adoptantes. «Responden muy bien». La estancia media del animal en el centro está entre los dos meses y medio y los tres. Hay una excepción, los perros «mal llamados» potencialmente peligrosos, que aumentan sobremanera las exigencias –licencia y seguro–, «algo a lo que no todo el mundo está dispuesto». Teme que la nueva ley de protección animal pueda trasladar esta problemática a un tejido más amplio de animales si impone requisitos como un pequeño curso. «Muchas veces los políticos hacen las leyes para cubrirse las espaldas y no hacen que se cumpla. La obligatoriedad del microchip en el perro es de 2005 y el 30% de los perros del medio rural siguen sin chip. ¿De quién es la culpa?». En la misma línea, pide un mayor control en la reproducción, similar al de la ganadería. «No todo el mundo puede criar. En perros, libre albedrío, lo que a cada uno le dé la gana».
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Más que las redes sociales, su apuesta por fomentar la adopción está en ser un centro de puertas abiertas. «Que todo el mundo pueda entrar, ver, preguntar, ver, fotografiar… Hay mucho ocultismo en el mundo del perro y no sé por qué. Los fines de semana son romerías de papás con sus niños». Lo más difícil es que el visitante se deje aconsejar y que escoja el animal adecuado para su entorno: algunos perros necesitan espacio, no pueden estar en un piso. ¿Cómo se asegura el centro de que el adoptante es fiable? «No puedo hacer eso porque entramos en una indagación que he visto en muchas protectoras que ni para tener hijos. Pienso que cuando la gente va dos o tres veces a ver al perro es porque le quiere».
Esgrime un alto porcentaje de éxito porque solo el 5% vuelve a devolver el animal. «No tengo otra que recogerlo, pero me pongo serio, le digo lo que va a sufrir el animal después de haber tenido su familia y su casa. Los hijos a veces nos salen rana y no les llevamos a un orfanato». Que romper una silla o una alfombra no es excusa, pese a la «mochila» que lleva a sus espaldas. «Ha sido maltratado, a veces en el medio rural les persiguen y les tiran piedras para que se vayan del pueblo, aunque cada vez se hace menos. Encauzarles tiene un trabajo». Como la paternidad, los pros superan a los contras.
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