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Carlos Álvaro
Domingo, 7 de mayo 2017, 13:14
Al igual que en el resto de España, la Transición tuvo en Segovia nombres propios que dejaron huella. El del entonces obispo, Antonio Palenzuela Velázquez, es uno de ellos. El prelado fue un hombre muy especial. Se le encuadró en la tendencia progresista de una Iglesia española que quería salir del franquismo y avanzar hacia la democracia, pero siempre dijo que no le gustaban las catalogaciones ni las etiquetas. Don Antonio sí cultivó una faceta de intelectual libre y adelantado a su tiempo que mantuvo hasta su muerte, cuando la democracia en España ya estaba consolidada. Veinticinco años dirigió la diócesis segoviana, entre 1970 y 1995.
«Evidentemente, el marxismo, en su acepción más dogmática, es incompatible con la fe cristiana, por cuanto se declara ateo y niega la existencia de Dios. Ahora bien, otra cuestión es que desde determinadas posiciones cristianas pueda plantearse la aplicación de cierta praxis marxista para el logro de fines esencialmente cristianos. Si esto es así, respeto esas posiciones, siempre que se mantenga incólume la esencia de la fe cristiana». Antonio Palenzuela se expresa en estos términos en una entrevista concedida al periodista Pedro Vicente para el recién creado periódico Tierra, de carácter progresista. Acaba de comenzar el año 1979 y don Antonio, después de ocho años al frente del Obispado, es toda una referencia moral en un momento especialmente convulso de la historia de España. En la entrevista, el prelado toca todos los asuntos de actualidad; también el relativo a los movimientos cristianos de base que, como el denominado Cristianos por el Socialismo, trataban de compatibilizar sus creencias cristianas con concepciones de carácter marxista. Vicente le pregunta por un cierto cambio en la línea pastoral advertido desde la muerte de Franco, pues, a comienzos del año 1979, el progresismo de Palenzuela parece haberse diluido. El obispo lo niega, rotundo: «Yo no he cambiado mi línea pastoral, ni mis concepciones básicas. Si ciertamente suscité en aquellos tiempos [se refiere a los primeros años de la década de 1970] la hostilidad de determinados sectores, pienso que se debió a sus propias posiciones políticas y que querían adivinar otras en mí. Debo rechazar lo de progresista porque no me gustan las catalogaciones, ni siquiera esa, de dudoso contenido, por otra parte. Como le puedo asegurar que sigo siendo fiel a mis principios y mantengo básicamente los mismos criterios, en definitiva creo que lo que ha cambiado, sustancialmente, es la situación política».
Palenzuela nació en Valladolid el 17 de enero de 1919. Cursó sus estudios sacerdotales en el Seminario de Madrid y fue ordenado sacerdote en mayo de 1945. Después estudió Filosofía en la Universidad Gregoriana de Roma y se licenció y doctoró en Sagrada Teología en la Universidad de Comillas. Don Antonio empezó su carrera sacerdotal como párroco de Horcajo de la Sierra (Madrid) y desde 1954 desempeñó la función de capellán de la Catedral de Bilbao, cargo que ocupó durante tres años. Profesor de Teología y Filosofía, en 1967 fue nombrado vicerrector de la Iglesia Española de Santiago y Montserrat en Roma.
Pablo VI lo designó después obispo de Segovia, pero no fue un prelado al uso. Palenzuela estaba convencido de la necesidad de aplicar en España los postulados más aperturistas del Concilio Vaticano II, sobre todo los referentes a la libertad religiosa y la democracia. Esta manera de pensar y de proceder le granjeó la desconfianza del régimen franquista, ya agonizante, pero también la simpatía de quienes alentaban los posicionamientos más antifranquistas de la Iglesia progresista.
En Segovia siempre será recordado por su extraordinaria humanidad y sencillez. Abandonó el Palacio Episcopal y vivió en un modesto piso de alquiler situado junto al Seminario. Entre 1984 y 1993 fue presidente de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe. Cuando cumplió los setenta y cinco años pidió el relevo, alegando razones de edad, y Juan Pablo II aceptó su renuncia. En julio de 1995, tras ser sustituido por Luis Gutiérrez, monseñor Palenzuela se retiró a la residencia de ancianos de Cáritas, cuya construcción había impulsado. Débil de salud, una dolencia pulmonar que arrastró durante años lo llevó al sepulcro. Falleció el día 8 de enero de 2003. Sus restos fueron inhumados en la capilla de San Antón de la Catedral de Segovia.
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