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El tránsito de turistas por la calle Daoiz es constante durante todo el día.

El sabor de Segovia

La calle Daoiz, en las Canonjías, cuenta con un museo dedicado a la gastronomía de la provincia

ELENA RUBIO

Lunes, 10 de abril 2017, 22:12

Es una calle estrecha, pero que muy estrecha. Las casas, de poca altura, unas frente a otras, limitan todo el recorrido. Una calzada de bajada, con algunos limitadores de velocidad y aceras a ambos lados forman parte de este espacio en el corazón del barrio de las Canonjías. Es la calle Daoiz, que va desde la plaza de la Merced hasta la plazuela de Juan Guas.

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Pocos vecinos se encuentran en esta parte de la ciudad, que poco a poco ha ido perdiendo habitantes en los últimos años. Sin embargo, es una calle con mucho trasiego, alboroto algunos días, sobre todo los fines de semana y en época de vacaciones, gracias a que es uno de los ejes clave del turismo, el que va de la Catedral al Alcázar.

Caminar por este espacio de la ciudad supone ir esquivando a cientos de ellos, que transitan por mitad de la calle adoquinada sin prisa, despistados, con sus cámaras colgadas del cuello y su teléfono en la mano. Observan embelesados lo que les ofrece esta calle, castiza, muy propia del centro histórico de Segovia. Por eso, no es de extrañar, que en la los últimos años destaquen tiendas destinadas a que compren todo tipo de objetos, con productos de diferentes tipos, como las que venden productos de artesanía que reflejan el esgrafiado, imanes, establecimientos hoteleros con vistas, hasta locales cuyo nombre hace que más de uno tenga curiosidad por saber qué ofrece, como el denominado Museo Gastronómico de Segovia. El establecimiento es curioso y especial porque en las dos plantas que está distribuido el espacio se pretende mostrar al visitante «todo lo relacionado con la cocina y gastronomía de Segovia», explica uno de los copropietarios, Juan Bernardos.

Juan, junto con su hermana Cristina, abrieron este establecimiento en septiembre del 2013 y desde entonces han conseguido que por allí pasen segovianos, pero sobre todo, turistas nacionales e internacionales, «excepto los asiáticos, que van muy redirigidos».

Por medio de un audiovisual pueden resolver todas sus dudas, pero luego dentro del espacio de tienda, todos los que entran pueden ver, degustar y oler los productos gastronómicos de la provincia, ya que «tengo vinos de las cuatro denominaciones de origen, cervezas artesanas, embutidos y quesos artesanos», puntualiza Bernardos.

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Pero sin duda, la estrella de este Museo Gastronómico de Segovia es la creación de estos hermanos, el Petit Salty Sweet, o lo que es lo mismo un curioso dulce que se trata de un torrezno recubierto de chocolate. Toda una revolución que llama la atención de los que lo ven y lo prueban, porque «se sorprenden mucho». El producto, ingeniado por estos segovianos, se ha comercializado en tiendas de San Sebastián y se ha llevado a citas tan destacadas como Madrid Fusión. De hecho, en un par de semanas, acudirán con su creación a Madrid Gourmet y «estamos detrás de comercializarlo de forma internacional».

Antes de que abrieran sus puertas, este espacio fue otro museo, pero de un talante muy distinto, ya que era el Antiguo Museo de Brujería. Los que accedieron a sus salas pudieron ver una parte del oscuro mundo de la nigromancia y la brujería mediante 300 piezas de brujería tradicional de la Europa mediterránea y central, de entre los siglos XVI y XX.

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Lo que sí es real es que la casa que ha albergado ambos museos es «una de las más antiguas del barrio de las Canonjías, la han datado de antes del siglo XI», tal y como destaca su actual copropietario, Juan Bernardos. Incluso en su parte más baja se encuentra un antiguo aljibe, que puede ser visitado.

No es extraño que esta edificación posea esta construcción porque el barrio de las Canonjías era una zona de clase de alta, acomodada, bien acondicionada, incluso con agua corriente. En este barrio, residían los canónigos de la Catedral y en un principio sólo podían entrar hombres.

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Pero la calle Daoiz es un espacio espléndido en sí mismo. Desde el inicio de esta calle, se puede contemplar una magnifica vista de la torre de la Catedral. Exactamente desde la iglesia románica de San Andrés, del siglo XII, un templo de origen románico dotado de una imponente torre de ladrillo, con su gran ábside semicircular. La calle se completa con varias casas con portadas románicas, como la de los Vera, y varias fachadas con esgrafiado. Lo que sigue estando pendiente es «que quiten estos cables negros, que no quedan muy bien», destaca Luis Pérez, un turista de Cantabria que pasea estos días en la ciudad. «Luciría más la calle, esto ya no se ve por ahí», puntualiza.

El nombre de Luis Daoiz está unido de forma inseparable al de Pedro Velarde, los dos artilleros que defendieron con su vida el parque de Monteleón, por encima de las órdenes y de las jerarquías, con un deseo de estar con el pueblo, que estaba siendo masacrado.

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Daoiz ha pasado a la historia por su valentía aquel fatídico 2 de mayo de 1808 cuando el pueblo se alzó en armas contra los franceses. Luis Daoiz (1767-1808) era un experimentado militar en combate. Comenzó en el ejército en 1782, cuando tan solo tenía 15 años, por petición de su padre. Ingresó como cadete en el Real Colegio de Artillería de Segovia en 1781, donde destacó por su manejo en la esgrima de sable y en la espada. Posteriormente estuvo en el Puerto de Santa María, en la defensa de Ceuta y participó en la guerra del Rosellón y en combates navales contra los ingleses, cuando en aquel entonces las batallas se hacen frente a frente.

Procedente de una familia aristócrata andaluza, era un hombre culto. Hablaba cinco idiomas, entre ellos el inglés, el francés y el italiano, lo que provocó que cuando cayó presó durante su intervención en la guerra del Rosellón, fuera tentado por el bando revolucionario francés para incorporarse a sus filas, oferta que rechazó. Su valía también alcanzaba el campo de las ciencias, donde tenía importantes conocimientos matemáticos para la época, lo que le permitió publicar un tratado sobre artillería naval.

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