Los lobos son difíciles de ver porque «tienen pánico al hombre»
Fernando Palacios, director del proyecto del Museo Nacional de Ciencias Naturales, asiste en Segovia a la jornada sobre la conservación de la especie del Voluntariado para el Censo del Lobo Ibérico
Miguel Ángel López
Domingo, 5 de marzo 2017, 08:03
Son cientos de voluntarios en toda España, pero el proyecto no acota un límite y está abierto a nuevas incorporaciones. El objetivo final tardará años en lograrse, pues se trata de intentar conocer con exactitud la población de lobo ibérico que existe en España, las manadas reproductoras y su distribución. Después, podrán aplicarse de manera efectiva las medidas para la conservación de esta especie amenazada, aliada del hombre hace milenios y hoy considerada un enemigo que se persigue en todo el mundo. Esto, además de evaluar el estado de las hábitats naturales de los lobos, es lo que pretenden los impulsores del Primer Voluntariado Nacional para el Censo del Lobo Ibérico, una iniciativa del Museo Nacional de Ciencias Naturales que dirige Fernando Palacios y coordina Ángel Manuel Sánchez y que cuenta con la colaboración del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Por un cambio cultural
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«Hay que cambiar la cultura de que el lobo es dañino», mantiene Víctor Sesma. Reconoce que los daños a la ganadería son difíciles de aceptar y subraya que la administración tiene que «facilitar que el ganadero pueda tener sus animales en extensivo con seguridad y con el riesgo cubierto», pero al mismo tiempo señala que «todavía pervive la cultura del siglo XIX de que se puede cazar a todo bicho viviente». La paradoja es que sí ha cambiado otra cultura, porque «antes los agricultores y ganaderos convivían con el lobo y sabían qué raza de mastín era la adecuada para vigilar y cuidar al ganado».
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En la jornada de la Sala.Expresa los ponentes revelaron que tras analizar más de mil imágenes en la actualidad los rebaños ocupan espacios naturales de especial protección en los que también ha cambiado la vegetación, y ahora son terrenos arbolados sin sotobosque ni matorral donde hay menos ungulados y han desaparecido otras especies que solían cazar los grandes depredadores . «Hay que estudiarlo e informar bien de que el lobo no ataca al hombre, y solo al ganado cuando no tiene qué cazar, y que se queda sin alimento si no hay una buena gestión del campo», dice Sesma.
A pesar de los tópicos, el lobo es una especie amenazada, muy difícil de ver porque «tiene pánico al hombre», y al que le afectan muchos cambios que se producen de forma constante en su hábitat, como la desaparición del sotobosque, de las especies que caza que viven en el matorral o los grandes ungulados. Verlo y contarlo es una misión que ha emprendido el Voluntariado Nacional dirigido por el Museo Nacional de Ciencias Naturales.
El voluntariado trabaja por zonas. En la provincia de Segovia están implicados en el proyecto Víctor Sesma, Sergio González del Pino, Miriam Naranjo, Sonia Illanas y José Antonio de la Fuente, y el primero fue el encargado de organizar la jornada sobre la conservación del lobo ibérico que tuvo como escenario la Sala Ex.Presa 1 de La Cárcel, donde el propio director del censo, Fernando Palacios, y los demás ponentes expusieron sus líneas generales y trataron de desmitificar que sea una especie nociva y de señalar que, al contrario, está en una situación de riesgo para su supervivencia.
Más allá de los muestreos que realizan las administraciones públicas, que en opinión de los expertos son solo estimaciones, hacer un censo real de la población de lobo ibérico es una tarea cuyo fin vislumbran los promotores a medio o largo plazo, dentro de unos años, aun con el trabajo exhaustivo de los voluntarios que ya están en el proyecto y los que puedan sumarse a través de las aplicaciones recomendadas para ordenador o teléfono con las que se recogen y gestionan los datos.
La primera, Epicollect5, ha sido desarrollada por el Museo Nacional de Ciencias Naturales; las otras dos, Wikiloc y Google Earth Pro, son navegadores que pueden utilizarse en el campo, con las que los voluntarios registrarán los avistamientos de ejemplares o de heces. Con el proyecto se trata de recoger información sobre la dinámica de poblaciones, las áreas de distribución y el estado de los hábitats de la especie, datos que son necesarios para evaluar su estado de conservación.
Cada voluntario integrado en el proyecto coordina una zona de observación. Víctor Sesma lo hace en el territorio de Torrecaballeros a Navafría y, aunque mantiene que «el lobo está por todas partes», asegura que es muy difícil saber cuántas manadas y ejemplares hay. «Solo tenemos indicios de por dónde se mueven», asegura. Están en la sierra y en la Tierra de Pinares, pero cuesta ver a un lobo. Es un animal huidizo que, explica Sesma, «tiene pánico al hombre. Nos evita, tiene un oído y un olfato increíbles y prevé con antelación cualquier acción humana; solo lo ven quienes trabajan durante mucho tiempo en el campo, los agentes medioambientales o los agricultores».
Pero los agentes medioambientales de Castilla y León «son muy pocos y tienen muchas cosas que hacer como para fijarse en los lobos», argumenta Sesma. No disponen de medios suficientes para hacer el seguimiento y recuento de la especie. Necesitarían más elementos de fototrampeo, recoger muestras de heces para hacer estudios genéticos y no contar dos veces al mismo ejemplar, y luego gestionar bien toda la información.
Estimaciones
De ahí que las 179 manadas que habría en Castilla y León en diciembre del año pasado sean solo una estimación sobre la presencia de esta especie, declarada de interés comunitario por la Unión Europea y protegida al sur del Duero. Esas manadas habrían causado el año pasado en la comunidad alrededor de mil ataques a ganado. Pero los voluntarios dudan de que el dato sea real, aunque comprenden la preocupación de los titulares de las explotaciones y rebaños atacados.
En la jornada los responsables del Voluntariado Nacional para el Censo del Lobo Ibérico aportaron otros datos. Solo serían de lobo menos del 1% de los ataques sufridos por la cabaña ganadera. Y lo corroboran los estudios realizados de las heces recogidas en el lugar: en las de lobo, la mayoría de los restos eran de fauna silvestre, mientras que en otras heces de perros descontrolados los restos eran mayoritariamente de animales domésticos. Por eso creen que «muchas veces los ganaderos acusan al lobo sin pruebas fehacientes».
Apunta Sesma en su opinión personal que la relación simbiótica que tuvo el hombre con el lobo hace miles de años, que llevó a su domesticación como perro, se ha roto porque «el hombre ha perdido la conexión con el medio natural y los grandes perjudicados son los grandes depredadores». Como el lobo.
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