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Los dueños del hotel Lucía, en la recepción. A la derecha, habitación rediseñada por el programa.

El purgatorio televisivo del Lucía

‘Este hotel es un infierno’ emite esta noche el capítulo de la reforma del Lucía, en San Rafael, con la cual los dueños no quedaron demasiado satisfechos

el norte

Martes, 28 de febrero 2017, 06:12

«Mañana @SarasolaKike se va a encontrar con un #HotelInfierno esperpéntico. ¿Te lo piensas perder?» Este es el reclamo que lanzaba ayer en su perfil de Twitter el canal de televisión DMax para anunciar el sexto episodio del programa Este hotel es un infierno. El vídeo de apenas treinta segundos que ceba este gancho en las redes sociales lo protagonizan los propietarios del hotel Lucía, ubicado en plena travesía de San Rafael.

La expectación que despertó el rodaje en otoño entre buena parte de los convecinos finalizará hoy, a las 22:30 horas. El establecimiento no ha sufrido un cambio radical. La propiedad tampoco ha quedado demasiado satisfecha con los resultados finales. Tal y como explican, el principal objetivo por el que uno de los dueños llamó al programa era afianzar la relación entre los cuatro hermanos que llevaban el hotel y, cómo no, aprender a solucionar los problemas que lastraban el negocio.

Para eso se contactó con el programa que protagoniza Kike Sarasola, «propietario de más de treinta hoteles repartidos por todo el mundo y vengo a rescatar hoteles que están viviendo un infierno». Así se presenta el empresario ante el espectador. Sin embargo, rescate no es precisamente la palabra que usarían los titulares del hotel Lucía para definir el paso por el programa.

El remedio ha parecido ser peor que la enfermedad. Después de que pasara Este hotel es un infierno, dos de los cuatro hermanos que regentaban el local dejaron el negocio.

Un habitación discordante

En cuanto a la remodelación que se espera de este tipo de productos televisivos, los resultados también dejan que desear, en opinión de los dueños. La fachada está tal cual. El bar que hay nada más entrar ha mutado el color de sus paredes, pasando a lucir un azul suave más propio de destinos playeros que de hoteles de montaña que suelen alojar a senderistas. Incluso los dueños echan de menos un mejor acabado. Por su parte, la recepción aún conserva algo de la original madera que evoca los montes y pinares; pero ese aspecto agreste y rural contrasta con ese azul pálido. El equipo de reformas ha transformado el espacio que separa el comedor del paso que da acceso a las escaleras que suben hacia las quince estancias que posee el hotel. Esa mampara no ha quedado mal, dicen los propietarios.

Y pocos detalles más, como pintar de dorado un antiguo radiador para darle más prestancia y rediseñar una de las habitaciones con un interiorismo totalmente diferente al del resto y nuevos enseres. A la propiedad no le convence cómo ha quedado porque desentona con el ambiente del resto del hotel.

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