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el norte
Lunes, 19 de diciembre 2016, 19:04
Castilla y León albergó durante la Guerra Civil más de treinta campos de concentración y depósitos de prisioneros, fundamentalmente en Soria y Burgos, y se utilizó como mano de obra al menos a 46.401 personas, según explica en su último libro el historiador segoviano Juan Carlos García-Funes. A recoger bombas: batallones de trabajo forzado en Castilla y León (1937-1942), título de la investigación, revela los entresijos de los campos de concentración y los trabajos forzados que llevaban a cabo los prisioneros en la zona.
«Durante la Guerra Civil, con los clasificados como desafectos al Movimiento Nacional, se formaron batallones que realizaban todo tipo de trabajos como la limpieza, desactivación de bombas, recogida de cadáveres y material a construcciones e infraestructuras necesarias para la guerra», precisó el autor, en declaraciones a Efe. El libro incluye un capitulo en el que se utiliza tanto la documentación propia de la burocracia militar como los testimonios de personas que estuvieron en los campos, para divulgar las condiciones de hambre torturas frío enfermedades, mortalidad y fusilamientos que se daban en ellos.
El título se debe al relato de un joven que trabajó como prisionero en Espinosa de los Monteros (Burgos), Francisco Barreña, quien explica algunos de los trabajos más peligrosos que realizaron en el campo de batalla, como la recogida de bombas. Esta obra supone un aporte a la memoria histórica de la región, ya que cuenta con un inventario por provincias de los trabajos que desarrollaron los prisioneros, algo que, a juicio de su autor, «es muy importante para que los pueblos puedan recuperar una parte su pasado y sigan investigado en su zona». En este sentido, insistió en la necesidad de que en España se conozca más el pasado y lamentado que las administraciones lleven más de treinta años de retraso respecto a países como Alemania, ya que «en España todavía se están cambiando los nombres de las calles franquistas».
García-Funes criticó el «escaso apoyo institucional a la memoria histórica» e insistió en «la necesidad de una conciencia democrática profunda que entienda que, aunque Castilla y León sea un territorio conservador, es necesario el rechazo y la condena tajante a la dictadura y al sufrimiento humano».
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