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Laguna o la esencia de Europa

Laguna o la esencia de Europa

Médico y humanista, fue un segoviano universal

Carlos Álvaro

Domingo, 18 de diciembre 2016, 14:18

go de Colmenares dejó escrito que nació en 1499 y Segovia celebró su quinto centenario en 1999, aunque hay quienes sostienen que vino al mundo ya en el siglo XVI, alrededor de los años 1511 o 1512. El dato carece de importancia al lado de la vasta dimensión de la figura del doctor Laguna, uno de los más grandes y preclaros hombres de la historia de la civilización europea, orgullo y prez de Segovia por todo lo que su pensamiento representa.

Hijo del médico Diego Fernández de Laguna y de Catalina Velázquez, Andrés Laguna estudió bachiller en Artes en Salamanca y Humanidades y Medicina en París, donde coincidió con Erasmo de Rotterdam, Luis Vives, los hermanos Núñez Coronel, Domingo de Soto, Ignacio de Loyola o Francisco de Vitoria. En París, en cuya universidad alcanzó el grado de Maestro en Medicina, tradujo del griego al latín el libro De Physionomía, de Aristóteles, y escribió un tratado de Anatomía. Estas dos obras le granjearon mucho crédito en la república de las letras y, al poco tiempo de regresar a Segovia, en 1536, fue requerido por la Universidad de Alcalá, donde se le confió una cátedra que regentó con brillo, aunque compatibilizó la tarea con la traducción de los Diálogos de Luciano y del De Mundo de Aristóteles. Su fama, afirma Tomás Baeza, se extendió de tal modo por todas las clases de la sociedad ilustrada, que no tardó en llegar al trono. Carlos V quiso conocerlo en persona y en 1539 le pidió que asistiera a la emperatriz Isabel en un parto muy complicado, pero nada pudo hacer Laguna por salvarle la vida a la reina, que murió el 1 de mayo de ese año. Agradecido por su esfuerzo, el emperador lo asoció a su comitiva en una expedición a Gante que le permitió recorrer Europa. En 1540 se instaló en Metz, capital del ducado de Lorena, donde ejerció la medicina y prestó impagables servicios enfrentándose a una terrible epidemia de peste. «En aquella peste que arrebató un prodigioso número de personas, salvó á muchos, y preservó á otros, á sí mismo y á toda su familia, á escepción de un pagecillo que se negó á tomar la raíz del camaleón negro molida y bebida en vino, que fué el específico de que hizo uso con tan buen resultado. Este descubrimiento elevó su reputación como médico á una altura prodigiosa», subraya Baeza. Llamado por la ciudad de Colonia, decidió abandonar Metz, cuyos habitantes le hicieron jurar que regresaría al cabo de tres meses. Fue entonces cuando Andrés Laguna pronunció, en el gimnasio de la Universidad de Colonia, su célebre discurso Europa que a sí misma se atormenta, en el que insistió en la necesidad de unir espiritual y cristianamente a todos los pueblos europeos. Era el 22 de enero de 1543. «El discurso está escrito en un estilo tan elevado, y abunda de sentimientos tan nobles y patrióticos, que aun en el día no puede leerse sin esperimentar profunda sensación», escribió Baeza en 1877.

Laguna regresó a Metz, como se había comprometido, pero en 1545 viajó a Italia, donde permaneció nueve largos años. La Universidad de Bolonia lo condecoró inmediatamente con el título de Doctor en Medicina, y ya en Roma, el papa Paulo III le concedió distintos honores. También estuvo en Venecia, hospedado en casa del embajador de España en aquella república, Juan Hurtado de Mendoza, y en 1550, el Papa Julio III, convencido del mérito de este segoviano universal, le nombró médico de cámara. Pero no necesitaba Andrés Laguna de semejantes estímulos para aplicarse en el estudio y continuó enviando a las prensas importantes escritos, como el breve diccionario de las sentencias de Galeno sobre Hipócrates, un método sobre los vicios en las vías de la orina,un catálogo de las contradicciones que había descubierto en los escritos de Galenoy, sobre todo, la traducción de los libros que Dioscórides Anazarbeo escribió en griego acerca de la materia medicinal y los venenos mortíferos.

Muerto el Papa en 1555 y concluida su misión en Roma, el doctor Laguna se trasladó a los Países Bajos, donde publicó un opúsculo en castellano sobre los medios preservativos y curativos que debían emplearse para hacer frente a la peste. Volvió a Segovia, de la que nunca se había olvidado, y murió en Guadalajara, a comienzos del año 1560, durante el regreso de un extenuante viaje a Francia que había emprendido como miembro de la comitiva del duque del Infantado, comisionado por Felipe II para acompañar a España a su futura esposa, Isabel de Valois.

Los restos de Andrés Laguna descansan en una capilla de la segoviana iglesia de San Miguel, su parroquia. Reivindicar su memoria en una Europa tan incierta como la actual debería ser ejercicio de obligado cumplimiento.

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