Ángel García Sanz o el historiador en su oficio
‘Auge y decadencia de Castilla. Estudios de historia económica y social (siglos XVI-XX)’ recoge 11 trabajos del historiador, fallecido en julio de 2014
josé manuel valles garrido
Viernes, 9 de diciembre 2016, 17:20
Acaba de aparecer Auge y decadencia de Castilla. Estudios de historia económica y social (siglos XVI-XX) (Crítica. Barcelona, 2016), libro que recoge 11 trabajos del historiador Ángel García Sanz, fallecido hace ya casi dos años y medio. Es, como puede suponerse, un libro-homenaje, editado por cinco de sus colegas, historiadores económicos.
Por tanto, se trata de un libro que es, a la vez, su autor. Quiero decir que, en él, podemos leer una serie de trabajos históricos; pero que el auténtico asunto del volumen es el autor de dichos trabajos, su personalidad y sus afanes como historiador. Por eso, sus editores (los profesores Francisco Comín, Ricardo Hernández, Javier Moreno, Vicente Pérez Moreda y Ricardo Robledo, representando el segundo y el cuarto elementos bien directos de la huella de Ángel en Segovia) han hecho una selección dirigida a resaltar el nervio historiográfico de Ángel, la variedad de sus intereses, y su poderosa capacidad de síntesis y de comunicación. Y le han añadido la correspondiente presentación y dos interesantes herramientas académicas: una bibliografía en la que se recogen la mayor parte de las referencias que forman el contexto de sus investigaciones, y otra, muy completa, de los escritos del propio Ángel García Sanz.
El volumen está marcado, ante todo, por la cercanía. Lo preparan sus colegas, que son los mejores conocedores de la significación de sus trabajos y, sobre todo, del carácter del autor como persona y como investigador. Está hecho, por tanto, desde dentro, desde dentro de una comunidad científica híbrida la de la historia económica que no es muy numerosa pero que ha marcado profundamente la orientación de los historiadores en general desde la época de Vicens Vives, hace más de medio siglo, con unos enfoques que ya no es posible dejar de lado en el intento de explicar cualquier época o fenómeno histórico. Desde Ramón Carande, el glorioso emperador Carlos a caballo en Mülhberg o a pie sometiendo al Furor ya resulta inseparable de esa fila de hombres del frac que son sus banqueros.
De los once trabajos, tres de ellos están centrados específicamente en la historia de la industria pañera segoviana, que no es un asunto solo de historia económica o de alcance local sino que, gracias precisamente a la obra investigadora de Ángel García Sanz, constituye una parte esencial de la historia de Castilla y, como modelo productivo, de la historia europea, aparte de que sus ramificaciones pueden ser tan sorprendentes como, por ejemplo, la que describe el trabajo titulado El Acueducto de Segovia y la industria textil pañera en el siglo XVI, donde se descubre la función industrial del monumento; o el que rastrea el origen de la financiación de la construcción de la catedral segoviana.
No falta un precioso trabajo en el que Ángel, el mejor conocedor actual del tema de la Mesta, ofrece una magistral puesta al día al hilo de su relectura del libro clásico de J. Klein. Ni tampoco falta un buen ejemplo de los estudios que dedicó García Sanz a aspectos económicos y políticos de la revolución liberal en Castilla y León. O, como testimonio de aplicación generosa de su oficio al conocimiento de su propio pueblo, los dos trabajos que versan sobre Fuentelcésped y sobre el vino de la Ribera del Duero, breves pero apoyados en un inmenso trabajo documental de base realizado con el máximo rigor. Y, cerrando la serie, esa pequeña joya que constituye la biografía del segoviano don Jerónimo García Gallego, cura republicano de tormentosa peripecia política y humana.
Los once estudios publicados llevan un Epílogo con un breve comentario de Joseph Fontana, que aporta una muestra de los mensajes que recibió de Ángel por correo electrónico en diversas ocasiones. Ahí está nuestro desaparecido historiador en estado puro, vivo podríamos decir: debatiéndose con la materia de su trabajo, con sus intuiciones, con el vértigo de todo el inmenso trabajo acumulado y, por decirlo de una vez, con su entusiasmo y con su propia pasión investigadora. Si alguien está interesado en este oficio, no puede perderse estas breves páginas.
Siempre fue Segovia el centro de sus investigaciones, hasta el punto de que se le puede considerar como bien dicen los editores en el Prólogo- el más importante historiador (con la exigencia de excelencia académica actual) que ha tenido la ciudad y su provincia. Por eso tienen toda la razón al reclamar que, tanto en el ámbito universitario como en el ciudadano, se aproveche y se recoja para su mejor transmisión el rico legado de la obra de Ángel García Sanz, que es una manera de preservar la propia historia.
Era un historiador que combinaba el trabajo exhaustivo de archivo (¡un adelantado de los big data, pero artesanal!) con una enorme capacidad de síntesis, siempre en contacto con las líneas de trabajo de su especialidad, de la que era un referente internacional. Todo lo contrario de un historiador localista o provinciano; y, sin embargo, no tuvo reparos en lanzarse a la arena de su ciudad, muchas veces, para combatir, con la verdad histórica enérgicamente esgrimida, tergiversaciones interesadas.
Escribe Fontana en el Epílogo que Ángel no se hacía valer; y creo que es verdad, incluso a pesar del tremendismo de que hacía gala con frecuencia (un método pedagógico como otro cualquiera). Ese tremendismo (Doctor Voces le llamaba cierto archivero que tenía que soportar su incontenible vehemencia cada mañana) y el no poder callarse ante la burricie provinciana le fueron apartando poco a poco de la vida cultural de esta ciudad, que le dejó escapar de forma bastante torpe y culpable. Él se fue, pero su obra, que es buena parte de la historia de Segovia y su entorno provincial y regional, ahí ha quedado. A ella tendrá que acudir quien quiera conocerla a fondo; y en ella tendrá que apoyarse quien quiera ir más allá.
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