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Brindis durante la cata de Carmelo Rodero (centro), que puso fin a la fiesta del vino.
La viña del ‘Monte Carmelo’ de los Rodero

La viña del ‘Monte Carmelo’ de los Rodero

Cata de vinos de la bodega burgalesa de Pedrosa del Duero para poner fin al Otoño Enológico

carlos iserte

Lunes, 28 de noviembre 2016, 17:17

La Orden de los Carmelitas surgió en el siglo XII a iniciativa de un grupo de ermitaños que decidió retirarse al Monte Carmelo, considerado como el jardín de Palestina, conocido en lengua semítica como La viña de Dios. ¿Y por qué todo esto? Fácil, porque hasta el nombre de Carmelo Rodero sabe y huele a majuelo, o parafraseando la leyenda que acompaña la presentación de su bodega ribereña homónima: Uvas, ciencia, vino y arte. Y qué mejor, entonces, que echar mano de las elaboraciones de los de Pedrosa del Duero (Burgos) para poner punto y final a la gran fiesta del vino que ha vivido Segovia entre los días 10 y 26 de noviembre.

Carmelo Rodero llegó a Segovia con el prestigio que siempre le acompañan sus vinos, que desde 1999, año en el que el viticultor se hizo bodeguero y decidió dejar de vender su uva a Vega Sicilia, viene elaborando seis tintos seis que no dejan indiferentes a nadie y que sobresalen por encima de muchos de sus vecinos por su extraordinaria calidad y fantástica personalidad. Y eso lo supieron apreciar el centenar de catadores que se dieron cita en la capilla del Museo Esteban Vicente de la capital, donde pudieron degustar hasta cuatro referencias de la bodega.

La cata comenzó con los dos jóvenes de la familia, uno sin pasar por barrica, y el otro con 9 meses de crianza que por sus características elaboradoras en nada tiene que envidiar a muchos vinos de la Ribera que si llevan el distintivo de crianza. A lo que vamos, el Tinto Cosecha 2015 que abrió boca (Rodero se opuso a que se ofreciera un aperitivo al principio porque quería bocas limpias, a pesar de que entre los catadores se encontraba el mediático cocinero Robinfood, llamado también David de Jorge), estaba cuajado de matices aromáticos para aburrir, frutas maduras y lácteos, sabroso, fresco y con una acidez muy bien proporcionaday podíamos seguir, pero el 9 meses, también de 2015, ya presentaba una nariz menos salvaje, más moderada y láctica, con sus toques de vainillas aportados por la barrica, mientras que en boca era amplio, generosa y largoooo.

Seguidamente: explicaciones, boleros, alegríay esperando la llegada del jamón que Siro había cortado a cuchillo con tanta sabiduría. Eso sí, catando el Carmelo Rodero Crianza 2014, a mi juicio pidiendo todavía más botella, lo que no impidió apreciar su profundidad aromática, con una fruta y una madera perfectamente ensambladas, con toque final a tofes y sutiles regalices; estructurado y carnoso. Finalmente llegó el pata negra de Montenevado, los panes extraordinarios de Los Mellizos y las empanadas micológicas de Siro, pero en esta ocasión sin níscalos, pero sí con un TSM (tempranillo, sauvignon y merlot) escaso, de ahí que los catadores estrujaran al máximo narices y boca para apreciar este vinazo con recuerdos minerales, frutas negras, tostados, sabroso, equilibrado, elegante y balsámico.

Un cierre organoléptico de altura, sin duda, tanto como la tranquilidad que siente Carmelo Rodero cuando se despierta todas las mañanas y ve a sus hijas al lado de las barricas, en el campo junto a las cepas; codo con codo con su padre que ya tiene quien le suceda. Un lujo para la continuidad de una bodega familiar de gran calidad.

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