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Sábado, 26 de noviembre 2016, 18:31
En Fuentepelayo están de enhorabuena y así lo admite su alcalde, Daniel López Torrego, cuando afirma satisfecho que «la Octava es una de las fiestas más importantes del pueblo, si no la más importante». Esta semana, el consejo asesor de la Diputación emitió su aprobación para que la fiesta, así como las danzas y el paloteo del municipio, sean declarados Manifestación de Interés Cultural Tradicional, una distinción que en la provincia solo ostenta hasta la fecha la Ofrenda de los Cirios de Santa María la Real de Nieva.
Para celebrarlo, habrá que esperar a que la propuesta pase por comisión y después sea aprobada en pleno, algo que podría suceder en diciembre. La primera vez que el Ayuntamiento presentó su candidatura a los expertos del Instituto de la Cultura Tradicional Manuel González Herrero fue en enero de 2015. Entonces, se le requirió que presentase un informe más detallado de la fiesta, que se ha ido completando en estos meses.
Daniel López señala que «la Octava se vive con mucha devoción y además cuenta con mucho arraigo», pero esta declaración «podría ser una buena forma de potenciarla, de darla más a conocer y de ponerla en valor». El estudio histórico y antropológico suscrito por Yolanda Dulce ha permitido, de momento, que el consejo asesor la valore de forma positiva; además, ha dejado constancia de que la Octava del Corpus, siempre acompañada de las danzas y paloteos, «es una tradición que jamás se ha perdido; se ha ido realizando año tras año desde su creación», explica el alcalde.
Ritual
La Octava del Corpus es una fiesta que comienza el miércoles por la noche, cuando los danzantes, con la música del pasacalles, acompañan a las autoridades desde la puerta del Ayuntamiento hasta la iglesia de Santa María. Una vez allí, los vecinos celebran las vísperas. Acto seguido se canta el Pange Lingua, al tiempo que el sacerdote coge la custodia para hacer el Rodeo, y mientras el sonido del órgano y las voces se interrumpe a ritmo de dulzaina y tamboril, los danzantes, vestidos de media gala, esperan arrodillados al Santísimo y comienzan a bailar tocando las castañuelas.
Los danzantes van llegando poco a poco al presbiterio y dividiéndose de dos en dos, a ambos lados del ábside. Una vez que el sacerdote deja al Santísimo en el altar, la música se detiene y se vuelve a cantar el Tantum Ergo. Las vísperas concluyen con la bendición a los fieles, momento en el que los danzantes comienzan otra vez a bailar, arrodillándose cuando el sacerdote les muestra al Santísimo. Finalmente, la noche entre víspera y día es el momento en el que los jóvenes danzantes erigen los arcos vegetales con enramadas de hojas verdes de chopo y adornan el Ayuntamiento, la casa del cura y la portada principal de la iglesia.
Al día siguiente, el jueves, los vecinos celebran la Fiesta de la Octava, en la que los danzantes esperan de rodillas para realizar el paloteo de Carlos V que abre la procesión.
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