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álvaro martín
Jueves, 20 de octubre 2016, 20:30
El padre Felipe Gómez, misionero jesuita, es natural de Fuentipiñel y viajó a Vietnam con 25 años cuando todavía era un escolar, estudiante de Teología y Filosofía. Se ordenó sacerdote en la ciudad de Saigon. «Me convertí en el primer jesuita ordenado en Vietnam», destaca el misionero, quien cuenta una anécdota de su primera misa: «Mis padres, de alguna forma, querían estar presentes en ella, puesto que era la primera que daba, pero era imposible que viajaran desde Fuentipiñel hasta Vietnam, por lo que a mi madre se le ocurrió la idea de mandarme harina hecha por ella para hacer las ostias sagradas. Mi padre, por su parte, vendimió unos racimos de uva y me envió unas botellas de vino. Así, mi primera misa la di con el pan de mi madre y el vino de mi padre». En 1975, «cuando los comunistas invadieron Saigón», tuvo que salir del país. «Nos echaron de allí, pero he de decir que fue de muy buenas formas, haciéndome escribir una carta pidiendo permiso para ver a mi madre».
En la década de los ochenta, trabajó en Filipinas, donde también ejerció enseñando Teología. Mantuvo la relación con el pueblo vietnamita, porque «llegaban muchos refugiados de Vietnam por mar pidiendo ayuda a Filipinas. Entre los dos países hay 2.000 kilómetros, y llegaban en barcas pequeñas, en muy malas condiciones. De hecho, para subsistir, en algunos casos se comían a los muertos, son experiencias raras pero que me han sucedido y no hace tanto tiempo», comenta el padre Felipe.
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