Secciones
Servicios
Destacamos
rafael de rojas
Domingo, 28 de agosto 2016, 22:47
Calentar una casa con el gasto eléctrico de un secador. Pagar 100 euros de calefacción al año. Cualquier persona sensata y que esté al día con los recibos podría pensar que todo esto son solo utopías descritas por un venerable autor de ciencia ficción, algún hippie entusiasta hasta arriba de optimismo distópico. Pero este futuro en concreto es bastante presente: a tres años y medio de aquí, todo lo que se construya tendrá que ajustarse a los códigos técnicos de eficiencia energética de la Unión Europea, que se parecen mucho a esto.
En Segovia, los profetas de las casas eficientes (donde no entra ni sale un pelo de pestaña ni una pizca de energía sin permiso del propietario) son Rubén Sastre (40 años) y su estudio de arquitectura E2 Arquitectura e Innovación. «Somos dos aparejadores, un arquitecto y un ingeniero. Nos hemos especializado en viviendas y edificios de consumo casi nulo, con hasta un 80% o 90% de ahorro, depende de con qué lo compares. Y esto que hacemos nosotros, Europa se lo va a obligar a cumplir a todos en 2020. En 2018 para los edificios públicos», cuenta.
Rubén es de Segovia, pero ha viajado mucho desde muy pequeño e incluso vivió en Australia cinco años de su infancia. «Mi padre es un albañil de culo inquieto, con una pequeña constructora de dos o tres personas, de las que te hacían un chalecito. Él iba donde estaba la obra, a Ortigosa del Monte, a Hontoria o a La Losa. Yo me quedé en Robledo», dice. Siguiendo la estela paterna ha sido peón, ayudante, oficial y jefe de obra. Se formó como aparejador y llegó hasta tercero de Arquitectura. Desde allí, el segoviano indagó en las áreas que más le interesaban e hizo postgrados en derecho urbanístico y arquitectura bioclimática.
«La arquitectura bioclimática es muy bonita, pero estás a expensas del clima. Son edificaciones complicadas para el usuario final, hay que tener un invernadero, preocuparse continuamente de abrir y cerrar rejillas y, sobre todo, meter dinero», resume. Al final, a Rubén las escuelas de arquitectura no le enseñaban nada que le interesara poner en marcha. «Me gustan las cosas prácticas que pueda aplicar en el día a día cuenta. He tenido el ejemplo de mi padre, que se movía a donde veía una oportunidad. Yo, cuando he visto una cosa y lo he querido hacer de determinada manera, lo he hecho». Y esa bombilla que buscaba sobre su cabeza se posó en todo lo alto cuando oyó hablar de passivhaus.
«Passivhaus es un sello alemán que está en todo el mundo. Lleva treinta años funcionando como certificado de calidad de edificios de bajo consumo energético. Necesitan tan poquita calefacción que puedes dársela reutilizando el propio aire que tiene la vivienda. El consumo es de diez vatios por metro cuadrado, cuando en las viviendas suele estar en torno a los cien vatios. Eso supone unos consumos de calefacción ridículos», explica con pasión. «Entre sus criterios está el tener un aislamiento extraordinario, ventanas especiales, incluso triples, unos marcos muy aislados En las passivhaus hay entradas de aire muy limitadas, tienes que hacer un ensayo de estanqueidad, abrirte al sur, poner voladizos Esto hace que la vivienda o el edificio tenga un nivel de calidad mayor a la de costumbre. Son proyectos más complejos, porque tienes que tener todo esto en cuenta desde el principio», señala el especialista.
Rubén conoció este sistema de edificación en Barcelona, en la conferencia con la que se presentó en España. «Salí de ahí diciendo Dios mío, ¿por qué no estamos haciendo esto? Teníamos una casa en construcción en El Sotillo, con vivienda y oficina, y la paramos para ejecutar este sistema. Después fuimos a una jornada de puertas abiertas a una casa en Frankfurt con un grupo de arquitectos y técnicos. Le preguntamos al orgulloso propietario cuánto se había gastado en calefacción en un adosado de 120 metros cuadrados y nos dijo que 100 euros en un año, cuando aquí en una casa similar te puedes gastar más de 1.000 euros», prosigue en su explicación.
Sencillas y limpias
Para Rubén la eficiencia energética es «de sentido común». «Por medio ambiente y por economía es necesario. No podemos seguir quemando petróleo, tenemos que ir a una economía que sea sostenible a largo plazo dice. Las ultimas viviendas que se han construido en Segovia tenían salas de calderas que se iban haciendo cada vez más complicadas, parecían naves espaciales. Una caldera de mil vatios, en cambio, es un secador y te puede calentar una casa con eficiencia energética. Son mucho más sencillas, cuanto más sencilla mejor, y más limpias para el cliente. Y los gastos de mantenimiento también son menores».
A este emprendedor, su empresa fundada en 2008, volcada en la eficiencia energética desde 2012, no le está yendo mal, a pesar de que en Segovia se ha estado construyendo «muy poco». «Pero la gente cada vez conoce más la eficiencia energética y nos llaman porque saben que tenemos experiencia. Este tipo de edificios se está duplicando cada año, todos los tiros van por ahí», asegura. Además de los proyectos arquitectónicos, en E2 se dedican a formar a constructores y aparejadores en estas técnicas, amén de realizar ensayos de termografía, cálculos de puentes térmicos y servicios profesionales relacionados.
Asimismo, Rubén ha trabajado como director de algunos de los talleres de empleo que la Diputación imparte en diversas localidades de la provincia. «No hemos tenido falta de trabajo. No tenemos el volumen de antes de la crisis, como todo el mundo, pero no nos falta trabajo. En parte es gracias al passivhaus. A veces me da pena no poder atender a todo lo que nos piden, pero te llaman de sitios a 200 kilómetros de aquí y no es lógico aceptarlo. Este sistema necesita control y más visitas. Tienes que calcular más cosas en el proyecto y luego ir el doble de veces a la obra», señala.
El bien común
Rubén se considera ecologista, «pero no radical». Para él, «el ecologismo tiene mucho que ver en arquitectura con el análisis del ciclo de vida de los materiales, con analizar cuánto ha costado medioambientalmente un material. Si usas biomasa, pero te la tienen que traer desde Alemania, entonces igual no es tan sostenible».
Tampoco le parece buena idea huir del progreso. «No todos podemos vivir en una casa de adobe, vamos a aprovechar los adelantos tecnológicos. Otro punto es el precio de los materiales ecológicos y sostenibles, que lamentablemente no pueden competir. Yo soy más de la filosofía del bien común: gravar más los materiales menos sostenibles para que los ecológicos se puedan vender mejor», recalca. Sin embargo, en su estudio también han proyectado casas de paja. «Es un aislante maravilloso con el que salen unas viviendas muy chulas. Cuando puedo meto lanas, madera o corcho como aislante, pero, claro, eso tiene un incremento de precio», explica.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.