rafael de rojas
Domingo, 21 de agosto 2016, 12:52
Empezaban los años 60. En esa década se inventaban la tele a color y las cintas de casette y cerca de 800.000 españoles accedían por unas 70.000 pesetas a su primer coche: el seat 600. Los 60 fueron también los años del éxodo rural, cuando los «desertores del arado» tomaron las capitales para fabricarse una nueva vida. Más de 600.000 eligieron Madrid. Entre ellos, estaban los padres de Alba Sanz, que nació en la capital en el año 66 fruto del matrimonio de una vecina de Fuentepelayo y uno de Escalona del Prado. «El campo daba lo que daba y se tuvieron que ir», dice Alba, que nació y creció en la capital de España y allí completó la carrera de Ingeniería Técnica Agrícola.
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En el año 94, a Alba le llegó la oportunidad de reencontrarse con sus orígenes e instalarse definitivamente en Fuentepelayo, donde trabajó durante 18 años en la empresa de nutrición animal Dibaq Diproteg. Como ingeniera agrícola, entró con un perfil técnico, pero después fue diversificando sus funciones y pasó por casi todos los departamentos: administración, control de almacén, materias primas y producto acabado, planificación y logística, producción, definición de puntos críticos y parámetros de calidad, mantenimiento preventivo. Por todas estas tareas fue discurriendo su carrera durante esta etapa. «Menos el departamento comercial, lo toqué todo», cuenta.
«A finales de 2012 la situación era crítica y delicada. Ante un expediente de regulación de empleo yo decidí que aquello para mí había acabado. Aprendí mucho, conocí gente estupendísima y formábamos un gran equipo, pero me di cuenta de que mi verdadera empresa soy yo, no Dibaq», relata.
Al año siguiente estaba en busca de salidas y su hermano, que trabaja en patentes, le sugirió que tenía que seguir formándose. «A partir de entonces empecé a hacer cursos de emprendimiento, de administración, de competitividad y propiedad industrial o de patentes, marcas y diseños -explica Alba-. Me presenté a una convocatoria para ser agente de la propiedad industrial, pero no lo conseguí. Como la formación para prepararme había sido bastante intensa pensé en dedicarme a esto por mi cuenta». Con la semilla de la idea dándole vueltas en la cabeza, estudió el mercado y vio «que en Segovia capital la oferta de este tipo de servicios era escasa. Solo había una persona que lo hacía en parte. El resto de empresas, si necesitan servicios de propiedad industrial, tenían que irse a Valladolid o a Madrid».
«Consideré las opciones y el riesgo, que no era demasiado. No necesitas una oficina, si no salir a la calle, por eso tengo la oficina en mi casa -dice-. Al final, en 2013, tras una sesión de coaching y un curso de emprendimiento me decidí a lanzarme a la piscina». En los cursos para emprendedores contactó con el Área de Promoción Económica de la Diputación de Segovia. «Fui al edificio del Vicam y allí hice el estudio de viabilidad. Me echaron una mano con todas las tareas: tienes que considerar los sueldos, establecer una serie de costes, diseñar el escenario más positivo y el más negativo, definir cuál es el público objetivo, hacer una estimación de ventas, ver la viabilidad que podría tener la actividad», ennumera.
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En este proceso fue determinante su descubrimiento del coaching. «En Fuentepelayo hay mucha actividad, cursos y exposiciones. Aquí vi un cartel anunciando una sesión de coaching y me apunté. Un coach te dice cosas que tú no te sueles decir, cosas que llevas adentro y que no sueles sacar. Te muestra que tú puedes hacerlo. A mí me ayudó con la autoestima, pero también a utilizar técnicas como el canvas, con el que se aprende qué hay que analizar para poner en marcha un negocio. E incluso te enseñaba a hablar en público, había varios ejercicios para salir a la palestra y contar lo que fuera», relata Alba.
«A final de 2013 cogí las riendas y dije tengo que hacerlo», explica Alba, que capitalizó el paro y, con una escasa inversión (un ordenador, una mesa y un proyector para las presentaciones) abrió su empresa el 1 de enero de 2014. Con la empresa en marcha y un listado de polígonos industriales de Segovia, la emprendedora se fue a recorrerlos para hacer los primeros contactos. Incluso estudió cuáles de las empresas tenían las marcas protegidas y cuáles a punto de vencer para poder entablar un contacto fructífero.
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«La puerta fría es muy difícil. En los primeros tres meses no me atendía nadie o casi nadie y el que me atendía no sabía de qué les estaba hablando. Los primeros tres meses fueron muy duros. Luego, a través de contactos y con el boca a boca, me fue mejor», dice. Lo que Alba trataba de vender en esas primeras salidas era la gestión de la propiedad industrial. «Es un tipo de propiedad intelectual que engloba derechos de autor y propiedad industrial. Las empresas se ocupan un poco de ello, pero muchas veces sin conocer lo que hay en el mercado. A veces hacen un estudio previo para crear la marca o el logotipo y cuando lo van a lanzar ven que no pueden hacerlo. Es igual que con las patentes, tú crees que tienes un invento fantástico, pero lo primero que tienes que hacer es ver si está registrado, si ya está inventado. Con las empresas, pasa lo mismo», aclara. «Ahora no puedes dejar tu marca desprotegida y más con la competencia de China, que lo copia todo», advierte.
Alba asegura que en su ámbito de actuación sí que se innova, aunque no se patente mucho por culpa de los trámites. «Solicitar la patente cuesta unos 5.000 euros y no tienes garantía de que te la vayan a dar», explica. Por su parte, ahora tiene algunos clientes fijos y trabaja en otros temas como ingeniera agrícola, además de asesorar a empresas en temas de propiedad industrial a través de la Cámara de Comercio. Aun así, instalarse por su cuenta le ha dado la oportunidad de conciliar, «estar con mis hijos haciendo deberes, llevarles al médico Una empresa de servicios como la mía tiene ventajas. Cuando no tienes que estar de cara al público ni con horarios te puedes programar».
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A los nuevos emprendedores les recomienda un triple planteamiento inicial: «que tengan muy claro qué es lo que saben hacer bien, que piensen si es algo diferente a lo que hacen los demás y que se planteen bien cuál sería su público objetivo». Para Alba, «con trabajo y esfuerzo, si tienes estas tres condiciones resueltas, puedes salir adelante. Que hay trabas administrativas y días muy malos, por supuesto, pero que vas a salir adelante, también».
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