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César Blanco Elipe
Sábado, 13 de agosto 2016, 11:46
Su carné dice que tiene 73 años, pero cualquiera lo diría. Raphael (Linares, Jaén, 1943) no puede y no quiere quedarse quieto. Ni su cabeza se lo permite, y mucho menos su corazón. Lo hace por lealtad y honestidad. Es una cuestión de fidelidad, de no traicionar el deseo de un público que abarca varias generaciones y que le aclama. Él les corresponde en los escenarios, en los teatros, en los estadios que sigue llenando a lo largo y ancho de extensas giras que apenas dejan rincones por explorar; él sigue siendo aquel, el que responde a tanto cariño con conciertos pletóricos de sus clásicos que perduran y superan modas, generaciones y nostalgias. Ya se encarga el propio Raphael de que no se apolillen.
Al fin y al cabo, forman parte de él. Y es que al cantante le espanta la monotonía, rehuye de la rutina. Lo de la jubilación no va con su forma de entender la vida. Y si ésta no le impone desafíos suficientemente altos (que se los ha puesto y no pequeños), el artista se los busca, a pesar de que con más de cincuenta años encima de la tablas podría pensar en dejarse llevar, en firmar un finiquito en esa relación emocional que le une con el público.
Hace unos meses alumbró un nuevo disco 'Sinphónico' (Universal), grabado junto a la Orquesta Sínfónica de Radio Televisión Española. Con ella ofreció en el Teatro Real el primero de los recitales que le han tenido ocupado este año y con el que regresa a la Fábrica de Cristales de La Granja. Este sábado por la noche, a partir de las 21:30 horas, el artista y la Orquesta de Málaga colgarán el cartel de no hay billetes en otra noche especial que será una nueva pica de Raphael en el Festival Internacional de Danza y Música, dentro de las Noches Mágicas del Real Sitio. Y para noviembre prepara ya otro proyecto, confiesa a El Norte de Castilla.
Un sueño cumplido
¿Este Raphael 'Sinphónico' es otro golpe en la mesa para decirle al público que sigue siendo aquel?
Es un reto muy alto tocar con una orquesta sinfónica y un sueño que yo tenía desde hace tiempo. Todos los días nacen artistas muy buenos y jóvenes, y entonces tienes que demostrar que ahí estás tú, el porqué de tantos años de carrera. En el fondo, someterse a ese examen continuo es bueno para los profesionales.
Cómo ha sido materializar en realidad ese sueño sinfónico
Es algo muy especial. Siempre había querido elevar los clásicos, los grandes éxitos de mi carrera, a la máxima expresión para que las canciones adoptaran una grandeza desconocida y que estaba escondida.
Y además lo defiende sobre el escenario, sin trampa ni cartón.
Es un reto muy difícil para el que hay que tener una experiencia muy grande; pero el resultado de cantar esas canciones con la orquesta encima de un escenario es una maravilla. Afortunadamente, desde que se estrenó el espectáculo en el Teatro Real de Madrid, todos los conciertos han sido un éxito, con el público puesto en pie aplaudiendo... Es maravilloso.
¿Qué tiene 'Sinphónico para alimentar la ambición artística de Raphael?
Cuando cantas con una orquesta sinfónica no hay una batería o una guitarra eléctrica que te disimule un defecto; ese el reto y la dificultad, porque su voz está desnuda ante el público. Es un formato en el que das todo de ti. Ya había cantado con orquestas sinfónicas, pero en cosas puntuales.
De generación en el generación
¿Cuáles de sus canciones son las más queridas por el público?
Son himnos y cada vez se hacen más grandes. Están 'En carne en viva', 'Qué sabe nadie', 'Digan lo que digan', 'Mi gran noche'... Son canciones que el público ha reconocido de generación en generación. Es un milagro.
Ahora que dice lo de traspasar generaciones, actuó en el Sonoroma y este jueves lo hizo el Dúo Dinámico. ¿Qué sensación tuvo al ser la estrella en un festival 'indie'?
Es la misma emoción que sientes en un gran estadio o en una plaza de toros, es la emoción de actuar ante una multitud de seis mil o diez mil personas donde la que manda es la canción.
Ahora está cumpliendo un sueño. ¿Algún otro deseo en mente?
Quedan cosas para ir demostrando poco a poco. Para noviembre tengo un nuevo proyecto.
¿No le llega a agotar la exigencia para intentar sacar algo nuevo?
No me doy un respiro, y es que el artista debe de ser muy crítico. Todo lo que he hecho es porque he querido hacerlo. Vivo la vida que he querido vivir y el trabajo es lo que más me gusta. ¿Quién puede pedir más? Nadie me ha obligado a nada.
¿O sea, que de jubilarse mejor ni hablamos?
Cuando cumplí cincuenta años en los escenarios, una compañera tuya periodista me preguntó que qué sentía cuando el público se pone de pie ante tu actuación, y le respondí que no es fácil porque no se ponen de pie ante ti, sino ante cincuenta años de carrera. Por eso, pienso que hay que ser honesto con el espectador que tanto te da. Es una cuestión de fidelidad, de ser consciente de que llevas más de cincuenta años y de que no puedes salir con lo mismo que el año anterior.
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