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Imagen de la antigua lechería, que estaba en la parte superior de la calle, haciendo esquina con la actual Vía Roma. Imagen cedida por Andrés Martín.
La puerta de entrada hacia San Lorenzo

La puerta de entrada hacia San Lorenzo

La calle Santa Catalina debe su nombre a una iglesia-convento que existió en la zona

ELENA RUBIO

Lunes, 25 de julio 2016, 12:15

Situada en el barrio de San Lorenzo, la calle Santa Catalina va desde la Avenida Vía Roma con salida a la Plaza de San Lorenzo. Es una vía en cuyo inicio ofrece una vista privilegiada del Acueducto, así como de la torre de la iglesia del barrio, que se alza majestuosa entre las diferentes casas y bloques de viviendas de poca altura.

La calle es siempre transitada, tanto por peatones como por coches que se dirigen al corazón de este típico barrio, ya que esta vía ha sido durante años la puerta de entrada a esta parte de la ciudad. Con edificios a ambos lados de la calle, solo tiene un sentido de circulación y está permitido aparcar en ambos lados, lo que a veces complica el tráfico a algún vehículo de grandes dimensiones.

A lo largo de esta calle asfaltada existen numerosos comercios, entre ellos farmacias, gimnasios, bares y academias, y también sedes de organizaciones agrarias y el edificio del Servicio Territorial de Agricultura y Ganadería de la Junta de Castilla y León. Como otras tantas de la ciudad, esta calle ha tenido una fuerte evolución en el último medio siglo. Son muchos los que todavía la recuerdan cuando era de tierra, por la que «subían los panaderos de la panadería de San Lorenzo en un carro para repartir el pan a toda Segovia», como recuerda Andrés Martín, quien vivió en la calle cuando era pequeño.

Entonces la calle era de sentido subida y de bajada, por la que no solo pasaban carros, y de vez en cuando algún coche, sino que también por ella bajaban rebaños de ovejas y piaras de cerdos, procedentes de la calle San Gabriel (Cueva de la Zorra), con dirección a la Fuencisla. Incluso su pendiente sirvió durante años para realizar por esta calle «la prueba de bici sin cadena, cuando eran las fiestas de San Lorenzo», señala Martín. Los bloques que hoy en día flanquean la vía se fueron construyendo con el tiempo, ya que en los años sesenta del siglo pasado había grandes descampados a ambos lados. En el lazo izquierdo, campos de cereal, y en el derecho, zonas con grandes piedras. A mitad de la calle, en uno de sus lados, existió un campo de fútbol.

Era otra época, también para los comercios de la zona, que han cambiado de forma notable. Al final de la calle, haciendo esquina con la Plaza de San Lorenzo, existió la Taberna de la señora Mercedes, donde «yo de niño cogía sitio a mi padre para que pudiera ver la televisión», recuerda Martín. También un almacén de camiones y autobuses, posteriormente los almacenes de Coca-Cola y ya más arriba, Carrocerías Carretero, que aún continúa.

En la calle Santa Catalina también hubo una lechería, en la parte superior de la calle, haciendo esquina con la entonces carretera de Boceguillas, hoy Vía Roma. Era la casa de los señores Julián y Martina, encargados de repartir leche de vaca durante años, casa por casa, a los vecinos de San Lorenzo.

Una esquina en la que también hubo un tiempo en la que se instaló una columna «con un reloj cuadrado», desaparecido con el tiempo, que servía a los vecinos para saber qué hora era. Aquella esquina era, además, un lugar de encuentro, donde en las noches calurosas los vecinos sacaban sus sillas y se reunían, como apunta Martín, «para contarse sus cosas y ponerse al día».

Este vecino explica también que en aquel inició de la calle «la señora Gabina vendía pescado en una carretilla, o las personas que venían de Zamarramala paraban allí para vender queso y miel».

Víctima de la piqueta

La calle Santa Catalina debe su nombre a una antigua iglesia-convento que existió en esta zona. Pocas referencias existen de este templo, debido a que resultó afectado de forma severa por las nuevas normas urbanísticas, sobre todo en el último cuarto de siglo del XIX. Los cambios de la ciudad fueron constantes debido a las proyecciones de grandes vías planteadas por arquitectos como Joaquín de Odriozola y Grimau (1844-1913) con vistas a modernizar la ciudad, medidas que se iniciaron en la primera mitad del XIX pero que «tuvieron efecto a partir sobre todo de 1870, cuando los planos de alineación y la reforma general de la ciudad planeada por el nuevo arquitecto municipal Odriozola tomen cuerpo y empiecen a ponerse en marcha», según detalla Miguel Ángel Chaves Martín en su libro Arquitectura y Urbanismo en la ciudad de Segovia (1750-1950).

Desde entonces, fueron muchos los inmuebles que sufrieron la piqueta por esta causa, edificios heridos ya de muerte tras las desamortizaciones de Mendizábal de 1835 y posteriores. Iglesias como la de San Gil (1803), la de Santiago (1836), la de San Román (1866) pasaron a la historia, al igual que esta de Santa Catalina, en la que se desconoce la fecha exacta de su desaparición. Para Chaves, «la supresión de parroquias las fue convirtiendo en almacenes o en ruinas que no hacían otra cosa que entorpecer el progreso y la modernidad que las gentes de aquella época entendían como primordial. Abandonadas a su suerte, se justificó el derribo por razón de utilidad pública para ensanchar y alinear calles, o para aprovechar sus materiales en caminos y nuevas construcciones».

En 1918 ya no quedaba ni rastro de ella, según recoge Mariano Sáez y Romero en su libro Las calles de Segovia, cuando asegura que la vía se denomina así «por la iglesia románica de Santa Catalina, que se hallaba al lado del puente sobre el Eresma, hacia la parte del barrio, cimientos que existieron hasta la construcción del puente y hoy completamente desaparecidos».

Convertida al cristianismo

Santa Catalina fue una joven perteneciente a la nobleza de Alejandría. Su gran inteligencia fue cultivada gracias a su familia que le facilitó el acceso a los estudios principales de ciencias y letras. Según la web Mujeres en la historia, fue convertida al cristianismo por «una visión de Cristo en la que le prometió la consagración de su vida a Dios, aprovechó la visita del Emperador Maximiano a sus dominios meridionales para conseguir de él su conversión».

La osadía de la joven cristiana le costaría el martirio. «Incapaz de rebatir a Catalina en sus sabios argumentos, el emperador puso frente a ella un gran número de filósofos y sabios que intentaron convencerla del error de sus palabras. Lejos de conseguirlo, muchos de ellos fueron incluso convencidos por Catalina y convertidos de inmediato a la fe cristiana», apuntan desde la web.

Como no pudo vencer con la palabra, lo quiso intentar con la fuerza. Catalina fue condenada a ser desgarrada por una rueda de pinchos, pero al entrar en contacto con la joven cristiana, se rompió. Desesperado, Maximiano acabó con Catalina ordenando su ejecución, siendo finalmente decapitada. De ahí que la imagen de la santa se represente con la una rueda rota y una espada. Como apunta Juan Antonio Folgado en Las calles y Plazas de Segovia y sus Barrios Incorporados.

Santa Catalina es patrona de los escolares y estudiantes, filósofos, prisioneros y «de cuantos se relacionan por su oficio con una rueda», como podrían ser los carreteros, hilanderas, ciclistas o los molineros. Por tanto, no es de extrañar que existiera devoción por esta imagen en esta zona de San Lorenzo debido a los diversos molinos que existieron en este barrio y que pudieron tener en esta imagen a su patrona.

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