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carlos álvaro
Miércoles, 6 de julio 2016, 10:39
Francisco Javier Mosácula María (Segovia, 1955) acaba de publicar un pormenorizado estudio sobre la incidencia de la peste de 1599 en Segovia. Doctor en Historia por la Uned, Mosácula presenta el libro hoy en La Alhóndiga (20:00 horas), junto a la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Segovia, Marifé Santiago, y el profesor de la Uned Enrique Gallego.
¿A cuántas personas mató en Segovia la peste de 1599?
Diego de Colmenares habla de doce mil fallecidos en Segovia y su comarca. Luego ha habido estudios posteriores que aseguran que Colmenares exageró la cifra, pero yo la doy por buena. La ciudad de Segovia, la ciudad y sus arrabales, tenían entonces veinte mil habitantes, aproximadamente, pero Colmenares habla de doce mil muertes en Segovia y su comarca. ¿Qué entiende Colmenares por comarca? ¿Se refiere a la tierra de Segovia? ¿A la provincia? En Segovia, ciudad y arrabales, los fallecidos fueron casi cuatro mil, según lo que yo he podido constatar. No es extraño, pues, que murieran doce mil personas si tenemos en cuenta esa comarca que dice Colmenares. Lo que está claro es que la peste de 1599 fue en Segovia un auténtico drama.
¿Cómo se originó?
La peste entró en la península por el Cantábrico, a través de un barco procedente de Dunkerque (Francia), que transportaba telas, sábanas... El barco llegó a España el 5 de noviembre de 1596 y en él venía la peste, no se sabe si con enfermos o con la pulga entre las sábanas. Y a partir de ahí se propagó por Castilla, a través de las dos rutas que canalizaban la entrada y salida de capitales y mercancías, la de Palencia y Valladolid y la de Burgos.
Es la peste bubónica que propagaban las ratas, la que tantos estragos ocasionó en Europa...
Efectivamente, aunque entonces no se sabía que la propagaban las ratas. El libro ahonda en los conocimientos médicos sobre la peste que había en la época, que eran muy limitados. Para los hombres de aquel tiempo, la peste era un castigo de Dios. Esto es algo que no debemos perder de vista.
Pero la enfermedad tardó dos años largos en llegar a Segovia.
Sí. El verano de 1598 fue extraordinariamente caluroso, lo que originó una gran sequía, y el invierno posterior, muy frío. Las temperaturas extremas mermaron la reproducción de la pulga que transmitía la peste, por lo que Segovia tuvo en el clima un excelente aliado. Puede decirse que, aquel año, la peste pasó de largo. Pero en febrero de 1599 empezó a llover y en primavera se dieron los primeros casos. En mayo había ya varios enfermos y la situación se tornó insostenible en junio, a raíz de la feria de ganados de San Juan, que comenzó el día 11. El Ayuntamiento quiso prohibirla, pero los fabricantes de paños, interesados en su celebración, escribieron al concejo y el concejo lo permitió, aunque advirtiendo del peligro. La enfermedad empezó a propagarse a partir del día 14, con unas cifras de enfermos escalofriantes, cuarenta o cincuenta nuevos casos todos los días. Ya en julio, no eran cuarenta o cincuenta enfermos diarios, sino muertos.
¿Dónde golpeó con más fuerza la peste, en la ciudad o en los arrabales?
En los arrabales, sin duda. La ciudad cerró a cal y canto las puertas de la muralla y se protegió mejor. Alrededor de los arrabales se construyó un tapial de siete mil metros, pero era más fácil saltarse una tapia que la muralla. La peste atacó en Segovia en un momento de crisis. Las malas cosechas de los años anteriores habían originado un problema de desequilibrio económico entre el campo y la ciudad, por lo que había desabastecimiento, mucha pobreza y mucha hambre. La peste y el hambre van de la mano.
Y la situación se desbordó.
Para mí, el héroe fue el segundo teniente de corregidor, que cogió las riendas de la crisis. A los primeros enfermos se les atendió en la Misericordia, pero pronto fueron trasladados al hospital de San Lázaro, en San Marcos. También se habilitaron hospitales en la ermita de Santa Lucía, en la iglesia de Santa Catalina y en Las Plagas, un edificio que había en la calle de Gascos. Cuando todo estaba completo, se alquilaron casas para acoger a los enfermos. Se llamaban hospitales, pero eran simples lugares de estancia.
¿Dónde se enterraba a los muertos?
Primero, claro, en los cementerios de las parroquias, porque cada parroquia tenía su propio cementerio alrededor de la iglesia, pero, como enseguida se quedaron pequeños, se alquiló una cerca, desconozco dónde, para abrir en ella una fosa común. Aquella crisis tuvo un componente religioso muy marcado. El pueblo se refugió en San Roque como abogado celestial, pues, al parecer, era el santo que en ese momento se creía más efectivo. El voto se hizo en la Catedral.
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