![San Antonio El Real, la joya olvidada](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/pre2017/multimedia/noticias/201606/05/media/cortadas/Imagen%20seg%20%20monasterio%20de%20san%20antonio%20el%20re%20(14535047)--575x323.jpg)
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elena rubio
Domingo, 5 de junio 2016, 12:31
En el inicio del Acueducto, a apenas unos metros de allí, se encuentra una de las grandes joyas del patrimonio de Segovia. Es el Monasterio de San Antonio el Real, uno de los monumentos más notables de la ciudad que mantiene su interior en perfecto estado tal y como si se estuviera en pleno siglo XV, al que se puede acceder gracias a sus visitas guiadas a las que van más turistas nacionales e internacionales que los propios segovianos.
El monasterio de San Antonio el Real fue construido sobre la base de la Casa de Campo El Campillo del entonces príncipe Enrique IV, inmueble que fue cedido posteriormente a la orden franciscana y en 1488 a la comunidad de las Clarisas, tras la llegada de Isabel La Católica al trono. Este hecho provocó que se realizaran importantes reformas para adaptarlo a las nuevas necesidades, lo que hizo que existieran dos monasterios con una iglesia común.
La entrada al monasterio es ya de por sí espectacular, con una bella portada gótica, que muchos atribuyen al maestro mayor de la catedral, Juan Guas. Tras su paso, la visita a su interior deja maravillado a cualquiera que lo contemple y no es para menos ya que el monasterio fue declarado Monumento Nacional en 1931. Lo primero que sorprende nada más entrar en la iglesia es el conocido como Retablo de la Pasión, que originariamente pudo estar en el retablo mayor, donde se concentran 135 pequeñas tallas de madera que representan la pasión de Cristo.
Precisamente en la cabecera se encuentra el retablo mayor y sobre él un impresionante artesón mudéjar con numerosa heráldica dedicada al rey Enrique IV, las Cinco Llagas o la Cruz franciscana. Esta armadura tan sólo un pequeño ejemplo de los casi 10.000 metros cuadrados de techos deslumbrantes que tiene el monasterio, siendo el 70% visitables porque el resto está en la zona de clausura. Muy cerca del altar mayor, una pequeña puerta, con un timbre, permite el acceso a la parte de la visita guiada, para la que tan sólo hay que pagar dos euros. Los recorridos de algo más de una hora son explicados por dos guías profesionales que tiene el monasterio, María Jesús y María José.
Son los techos con sus ricos artesones mudéjares, que no artesonados, lo que más sorprende a todo aquel que lo contempla. Y no es para menos, teniendo en cuenta que son originales del siglo XV y han llegado a la actualidad en un magnífico estado de conservación. De esta manera, el visitante puede sorprenderse con el techo de la sacristía, una techumbre decorada con hojarascas policromadas, así como los techos de los cuatro laterales alrededor del claustro, conocidos como pandas, con gualderas y almizates ataujerados con decoración de lazo y racimos de mocárabes dorados en los rincones.
Deslumbrante es también el artesón octogonal dorado de la sala capitular, donde aparecen los escudos del rey Enrique IV y la reina Juana así como el techo de la denominada Sala de los Frailes, con un precioso alfarje jabalconado. Esta sala también tiene otros encantos, como restos de pinturas murales y libros cantorales del siglo XVI, y vitrinas con baúles de las monjas, donde siempre debía de haber un crucifijo y un niño Jesús. De hecho, el monasterio posee una impresionante colección de figuras del Niño Jesús por este motivo, media docena de los cuales se cree que fueron del célebre escultor del XVII, Juan Martínez Montañés. En esta sala, también hay una hornacina con una escultura de San Antonio de Padua, que según cuenta la tradición, siempre viajaba con el rey Enrique IV. En las diferentes pandas que están alrededor del claustro se encuentran tres trípticos de incalculable valor hechos de barro de pipa policromada, una técnica que tan sólo se utilizó durante 25 años en el siglo XV, con distintas escenas: Cristo con la Cruz a Cuestas, El Calvario y el Descendimiento
En la visita guiada también se puede contemplar el claustro del monasterio, con una pila de bronce en el centro, y el refectorio, donde el turista se puede imaginar cómo comían las hermanas, en unas mesas que se desmontaron hace varias décadas. Todavía están las hornacinas donde guardaban los platos para las comidas. Sin olvidar, numerosos cuadros religiosos, baules, sillas y las puertas originales de las distintas estancias.
El Panteón Real
Aunque está en una zona no visitable, por encontrarse dentro de la zona de clausura, uno de los valores destacados de este monasterio es el espacio conocido como El Panteón, que pudo haber sido el lugar elegido por Enrique IV para ser enterrado. Sin embargo, circunstancias del destino y del posible enfado del rey con la ciudad de Segovia, el monarca fue enterrado en el monasterio cacereño de Guadalupe, junto a su madre.
La historia también fue caprichosa con el monasterio porque estaba incluso destinado a albergar el cuerpo de Isabel La Católica Incluso, al haberlo elegido como «sepulcro provisional, en espera de su traslado al Panteón Real de Granada, entonces inacabado», explica el arquitecto Alberto García Gil en su libro La Arquitectura del Monasterio de San Antonio el Real de Segovia. De ahí que el visitante sí pueda contemplar un arcosolio inacabado para recibir el cuerpo de la reina.
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