Pablo Amargo: «La gran obsesión de los ilustradores es la ‘ballena blanca’»
El artista asturiano, que expone en el Palacio Quintanar, cree que «una cierta esquizofrenia» domina el panorama de la ilustración
el norte
Lunes, 18 de abril 2016, 12:10
Jot Down, The New Yorker y The New York Times. Son algunas de las publicaciones que figuran en el currículum del ilustrador asturiano Pablo Amargo, que exhibe parte de su obra hasta el 22 de mayo en el Palacio Quintanar, en Segovia capital. «La gran obsesión de los que nos dedicamos a esto es intentar dar con una imagen mejor que la anterior, una idea que a nadie se le haya ocurrido antes. Es lo que llamo la ballena blanca. A lo mejor en tu vida solo tienes la oportunidad de encontrar cinco, diez, quince ballenas blancas, explica en una entrevista a Ical.
Además de ser una firma habitual en algunas de las publicaciones periodísticas más prestigiosas de España y Estados Unidos, este ilustrador colabora con editoriales como Planeta o Random House y ha elaborado carteles para diferentes citas culturales. Entre ellas una en París que ha llenado la capital francesa con sus obras. Es un artista conocido y reconocido como demuestra el hecho de que ha sido galardonado con premios en Corea o Finlandia o de que ha sido seleccionado para la Bienal de Ilustración de Portugal (2011) y los American Illustration de 2012.
Sin embargo, asegura que para él es «secundario» que sus trabajos copen las portadas de libros o de las mencionadas revistas. Su obsesión son las ballenas blancas. Y a su búsqueda se dedica con un trabajo en el que según subraya «no quiero comunicarme a través de las imágenes sino esforzarme porque las imágenes nazcan de una manera fluida y sean capaces de comunicarse de la manera más limpia posible».
La exposición que se puede visitar en el Palacio Quintanar, promovida por la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta, recoge algunos de los proyectos más importantes de Amargo en la prensa, el ámbito editorial y los carteles «de los cuatro o cinco últimos años» de su trayectoria, que ya tiene dos décadas. «El tipo de ilustración que realizo no necesita ninguna variación para que se adapte a diferentes medios. Es mi lenguaje y tiene la fortuna de que puede ser utilizado para portadas de libros, artículos Y esta exposición llega a todo tipo de público, incluso niños. Es un lenguaje muy lúdico», apunta.
La obra de este ilustrador está presidida por cuatro elementos de los que, destaca, no se ha movido y le han permitido generar una coherencia en su trayectoria. «No utilizo fotografía, collage, efectos pictóricos, gesto Mis ilustraciones son básicamente la reivindicación del dibujo. El segundo elemento al que soy fiel es el misterio. Siempre hay un elemento que surge aunque yo quiera controlarlo todo que se acaba convirtiendo en el eje de la ilustración, porque tampoco quiero ocultarlo». Entre los rasgos de sus trabajos también sobresale «la capacidad de generar continuamente sorpresas» y «la estética». «Vivimos en un mundo lleno de ruido visual, de imágenes que nos avasallan, casi siempre para intentar vendernos algo, que están llenas de colores chirriantes, de elementos rebuscados. Mis imágenes tienen una enorme fragilidad, están hechas con contención y sencillez y no avasallan al espectador sino que le invitan a participar de su esencia y su elemento nuclear», expone.
En su opinión, el panorama de la ilustración está dominado por «una cierta esquizofrenia» y ello supone una amenaza para los que se inician en el sector. «Si uno no tiene muy claro cuál es su lenguaje se puede perder. En los últimos diez años, la ilustración ha tenido una enorme visibilidad y tiene cantidad de voces y propuestas, que es algo que me parece muy bueno porque la ilustración no es de una manera sino de muchas. El problema es que está siendo utilizada muchas veces como un reclamo visual y hay muchas ilustraciones asociadas a la tendencia y a la moda, y el que empieza se puede perder y pensar que lo que tiene visibilidad en ese momento está bien cuando a lo mejor son ilustraciones que tienen una cierta caducidad», argumenta.
Para Amargo, este trabajo «corresponde a una tradición y nada ha cambiado y si el que empieza respeta esa tradición no se perderá en esa maraña en la que nos encontramos actualmente». «Lo importante es desarrollar tu obra a lo largo del tiempo y no ser un ilustrador de un año o dos y luego desaparecer. Es decir, tener la oportunidad de desarrollar tu lenguaje a lo largo del tiempo», zanja.
«Devaluación»
Sin embargo, estos ideales se enfrentan al reto de hacer frente a la «devaluación» que ha sufrido la ilustración en el ámbito profesional en los medios de comunicación españoles. «No hay luz ni color en comparación con Estados Unidos. Aunque sea un tópico, allí son muy profesionales», resalta Amargo, que reivindica que un ilustrador necesita para poder desarrollar su labor «tiempo, saber el tamaño en el que vas a trabajar y el tema y algo de lo que aquí siempre se olvidan, la tarifa». Respecto a las diferencias entre España y Estados Unidos, también pone el acento en el mayor protagonismo que tiene la ilustración en el país norteamericano. «Aquí veo mucha, pero allí es una barbaridad y son ilustradores de todo el mundo. La competencia es mucho mayor, pero la presencia es completa. La revista cultural más importante, el New Yorker, lleva una ilustración en la portada. Aquí hay pocas oportunidades, falta financiación», concluye.
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