César Blanco Elipe
Sábado, 9 de abril 2016, 16:54
«Con suavidad, con estos cuatro dedos (y el artista le coge la mano y le junta todos menos el pulgar)». El escultor guía la mano de sus invitados uno a uno por las formas redondeadas de una de las esculturas que ocupan el patio central de la Escuela de Arte Superior y Diseño de Segovia. La pieza que recorre con sutileza se llama 'En la playa'. Pero eso sus escogidos huéspedes durante la mañana de este sábado lo saben con solo pasar los dedos por el texto en braille que figura en la peana, junto al cartel que invita a ver y a tocar.
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Sí, también tocar, algo a lo que no están acostumbrados los museos o las exposiciones de arte, donde muchas veces la distancia entre el admirador y la obra es inversamente proporcional a la emoción que suscita en el espectador. Sin embargo, Gregorio Herrero ha querido compartir su creación con un grupo de segovianos con discapacidad visual; y la manera de hacerlo ha sido palpando parte de la colección de bajorrelieves y esculturas que expone en la Casa de los Picos de la ciudad hasta el día 16.
El deslizamiento de esos cuatro dedos descubre una figura femenina, desnuda, con pechos pequeños, por lo que posiblemente sea de una adolescente. Tiene el pelo recogido en un moño. Está sentada, con la cabeza ligeramente inclinada hacia adelante, como meditabunda quizás, y levemente recostada sobre sus brazos que se estiran hacia atrás en busca de un punto de apoyo. Sus piernas se entrecruzan, la derecha sobre la izquierda, parece cómoda, dejando las palmas de los pies al descubierto sobre la supuesta arena de esa imaginada 'playa' ideada y plasmada así por el creador.
Ahora, sus invitados también vislumbran esa estampa. La tocan, la palpan según las pautas que les indica el autor. «Despacio, sin apretar mucho porque podemos perdernos algo, con delicadeza». Y con los cuatro dedos que les une el propio el artista que esculpió la obra. Al principio les guía y luego ellos mismos siguen el camino que les pautan las formas. Comentan que es una chica, que aquí están los pies, la cara, las piernas, las manos, el pelo. Una voz de mujer identifica que la postura recreada es muy femenina.
«La escultura hay que tocarla»
Aunque sus ojos no vean, sí imaginan y reproducen la escultura gracias al tacto. Pero sobre todo, sienten, comenta Herrero con un gesto de felicidad. Al fin y al cabo, su trabajo en el taller ha cumplido con el propósito con el que nació. La satisfacción del artista, colmada, porque «la escultura hay que tocarla para sentirla», incide el autor, profesor también en la escuela.
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El cicerone dejó que sus 'discípulos' descubrieran e interpretaran su creación, que apreciaran los detalles y las emociones que solo el contacto de la mano puede suscitar. «Hay dos formas de sentir, mediante la vista y con el tacto». Y este sábado la segunda se ha puesto al servicio de la primera.
Ese contacto no solo ha permitido definir volúmenes y formas en la mente del grupo organizado por organizado por la delegación provincial de la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE), también les ha evocado frialdad o calidez. El material sobre el que el artista esculpe su obra contribuye también a la formación de una imagen más completa y a que el sentimiento que provoca el roce sea más intenso. 'En la playa', los dedos más o menos tímidos de los visitantes han recogido la frialdad del bronce.
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La frialdad y la calidez
En contraste, Gregorio Herrero condujo esos cuatro dedos reveladores por la superficie de uno de los bajorreleives que cuelgan de la exposición, quizás uno de los de mayor tamaño. En 'Barman', la inspección táctil revela el rostro de un hombre, un camarero, que sirve un cóctel a una mujer. Pero de nuevo el material refuerza la sensación a través de la temperatura que capta el rozamiento sutil por el boceto materializado en arte. Esta vez, la calidez de la resina de poliéster mezclado con limadura de bronce.
Pero antes de dejar hacer al tacto, también ha funcionado el oído para preparar la mirada táctil y sensorial a la exposición, bautizada con el nombre de 'El relieve de la escultura'. Aunque tenga un halo retrospectivo por seleccionar composiciones realizadas por Herrero desde 1977 hasta prácticamente nuestros días, también es una muestra didáctica con cierto tono pedagógico, posiblemente inducido de manera inconsciente por el otro oficio del artista, el de la docencia.
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Un sencillo magisterio
Un tratado que exhibe el dominio técnico del segoviano compendiado en el protagonismo que acaparan el medio centenar de bajorrelieves, completado por la figuración esencialmente armónica de una decena de esculturas de mediano y pequeño tamaño, cuyas formas y composiciones «evocan realidades sin adentrarse en la fantasía ni en las modas pasajeras, sino en el diálogo con la naturaleza humana y en la investigación conceptual para sintetizar lo que observa», como reza la presentación firmada por Leticia Azcue, académica correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
«El escultor trabaja con el volumen, la luz y las sombras», a diferencia de la pintura, donde es el manejo del color el que compone y 'moldea' los volúmenes. Con esta sencillez que también ha practicado y experimentado en el taller de su Carbonero el Mayor natal, introdujo a sus visitantes en el viaje sensorial programado. El resto lo hicieron esos cuatro dedos delatores de sensaciones y emociones.
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