César Blanco Elipe
Sábado, 12 de marzo 2016, 15:51
«¿Por qué un joven de 23 años acaba con la vida de siete personas?» La pregunta en sí inquieta, pero si uno los asesinados es tu hijo, el desasosiego y la incredulidad se hacen insoportables para una madre que solo busca respuestas. A Imad, soldado francés, le mataron porque declinó ponerse de rodillas delante de su verdugo yihadista. Permaneció de pie. Con la carga del dolor, Latifa también soportó el «abandono del Gobierno francés».
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La llaman 'madre coraje'. Llegó a Francia procedente de Marruecos en los años setenta. Perfectamente integrada en la sociedad gala, construyó un hogar y una familia. Supo adaptarse a las diferencias culturales, quiso educar a sus cinco hijos en la necesidad de tener estudios para lograr sus sueños. Su activismo frente a la radicalización religiosa de los jóvenes ha centrado el diálogo que ha mantenido este sábado en el Encuentro de Mujeres que Transforman el Mundo, que se desarrolla en el centro de innovación y creatividad de La Cárcel de Segovia.
El respeto y la tolerancia con independencia del credo, raza y religión son lecciones de vida que imparte Latifa desde el atril del sufrimiento por la muerte de uno de sus hijos. Fundó una asociación en memoria de Imad por al defensa de esa tolerancia y respeto que propugna cuando se pronuncia sobre la prohibición de símbolos religiosos en la vestimenta.
¿Velo sí o no? Ella trabajó en el sistema público galo y no lo llevó; pero «cada uno viste de acuerdo al lugar y el momento, y si se trabaja para un Estado laico, hay que ser respetuoso al 100% con la República».
el dolor
«Perdoné al asesino, no lo que hizo, pero sí lo que ha sido», declara Latifa Ibn Ziaten. El pasado de Mohammed Merah era el de la marginación, la falta de amor familiar y la desesperanza. «Pero no he perdonado a su madre», añade indignada. «No cumplió con su deber como madre porque no puede abandonar a su hijo para casarse con otro hombre. Una madre debe morir por sus hijos», sentencia con ardor la activista franco-marroquí.
«Las mujeres y los niños van a generar la paz. Las mujeres jamás han apoyado la guerra». Como madre y mujer, Latifa Ibn Ziaten enarbola las banderas del amor, del respeto, la tolerancia y el diálogo; pero nunca la del odio
Cuando se adentró en el pasado del asesino de su hijo y en el de otros jóvenes franceses que se alistan en el yihadismo fanático, descubrió que son chicos que «no tienen educación, que les falta las enseñanzas de una madre y de un padre». Latifa lo llama «pobreza moral», pero en realidad es que «no han recibido cariño».
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En su búsqueda de respuestas poco después de la muerte de Imad, viajó al barrio de Toulouse donde vivía el asesino, Mohammed Mehra. Supo que después había matado a otras seis personas. Quería conocer su entorno y se topó con «las gotas de sangre de mi hijo». El corazón terminó de romperse cuando un grupo de chicos le comentaron que Mehra «es un mártir y un héroe del Islam». Latifa, madre, les miró y les dijo que el soldado al que había asesinado era su hijo. «¿Y tú me dices que es un mártir o un héroe el que deja este dolor». Entonces le rodearon y le pidieron perdón. Le dijeron que si hubiera sabido que era musulmán, no le habría matado. Ahí, en ese momento, empieza la lucha de Latifa Ibn Ziaten. «¡Da igual, no se quita la vida!», les espetó.
El caldo de cultivo del fanatismo yihadista está en barrios como el que visitó en Toulouse. Y como ese hay muchísimos en Francia. Son guetos donde no hay futuro y abunda esa pobreza moral a la que alude. Están aislados, marginados, sin contacto con la sociedad, desesperanzados y desconfiados, olvidados por el Estado francés. viven si el amor de unos padres, perdidos y vulnerables. Allí les es más sencillo reclutar 'mártires' a grupos radicales.
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Frente a ello, y como prevención, propone «diálogo y crear vínculos entre padre, madre, hijos, sociedad y vecinos». «No podemos someternos al miedo», insiste y predica con su ejemplo vital. Propugna también el conocimiento de las religiones de los demás. Y es que «el odio contra odio no lleva a ninguna parte». Por eso critica la acción de fuerza emprendida por el Gobierno francés tras la matanza de París el pasado noviembre.
La respuesta ha de ser social. Por ejemplo, «la mezcla en los colegios para que haya igualdad de oportunidades». Entonces no habría guetos. Pero no es sencillo ni inmediato. Latifa calcula que hacen falta al menos veinte años para acabar con esos reductos de marginación en Francia. «El Gobierno posee una responsabilidad enorme» en que este aislamiento se produzca. Y eso que este viernes ha recibido de manos del presidente Hollande la Orden de Caballero de la Legión de Honor.
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Amor maternal
Agradece, aunque no les dé demasiada importancia, los premios y los galardones que han reconocido la labor de su asociación por la juventud y la paz a favor del laicismo y el diálogo interreligioso. Hay que intervenir desde las edades tempranas en el colegio y promover la complicidad entre la escuela y los padres, añade.
En cuatro años de lucha «nunca he conocido a jóvenes amados y con buena educación que se marchen a Siria, donde suelen ir siempre aquellos que proceden de entornos duros y difíciles y que son frágiles porque nadie les tiende la mano» ha manifestado en el diálogo mantenido con la periodista Pilar Requena. «El amor de una madre es el pilar de un hogar», ha reiterado a lo largo de su testimonio. A los padres les advierte también de «los peligros de Facebook» en la radicalización de los jóvenes. «Los niños no nacen terroristas, sino es el entorno el que los lleva a ello».
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En sus respuestas defiende el Islam como una religión de respeto y tolerancia. «El asesinato de mi hijo no es el Islam, sino el acto de una secta para sembrar el terror», ha expresado. Lo mismo que el ataque que sufrió la revista satírica 'Charlie Hebdo'. «Yo soy musulmana, pero los dibujos sobre el profeta no me molestan y jamás se puede matar a quien lo hace».
«No podemos juzgar la religión porque es algo personal», aunque sí ha admitido la incompatibilidad entre el Islam y el laicismo. Asimismo, ha reivindicado la intervención de los gobiernos para que eviten la radicalización y los reclutamientos del autoproclamado Estado Islámico de Daesh en Europa y el Magreb.
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