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Los hermanos Alfonso y Pablo Muñoz, hijos de Carlos Muñoz de Pablos, junto varias de las vidrieras restauradas.
Los vitralistas han restaurado ya casi la mitad de las vidrieras de la Catedral

Los vitralistas han restaurado ya casi la mitad de las vidrieras de la Catedral

Hasta hoy, el equipo de Muñoz de Pablos ha logrado recuperar 47 vidrios de los 113 previstos

elena rubio

Domingo, 28 de febrero 2016, 12:38

Están situadas en lugares altos, inalcanzables y de difícil acceso. Pero tienen tanta importancia que todos aquellos que las contemplan se quedan maravillados. Son las vidrieras de la Catedral de Segovia, un conjunto de arte de cristal del más importante que queda en Europa debido a su excelente calidad y su escasez.

La Dama de las Catedrales conserva vidrieras desde 1539, que poco a poco han ido perdiendo su brillo original por diversos motivos, como las inclemencias del tiempo o por destrozos provocados por hechos tan destacados como el incendio que tuvo la torre de la Catedral en el siglo XVII, lo que dañó la zona sur a los pies de la nave. El viento es otro de los grandes enemigos de estas obras de arte de cristal. Uno de los mayores daños los produjo un vendaval en 1916 que provocó que se tuvieran que hacer nuevas las del presbiterio.

Un siglo después de aquel gran incidente, el cuidado y la preocupación por tener a la perfección estos tesoros es primordial por parte del Cabildo de la Catedral. Por eso, sus responsables contrataron en el 2009 a la empresa Vetraria Muñoz de Pablos, del segoviano Carlos Muñoz de Pablos, dedicada a la creación, restauración y conservación de vidrieras artísticas.

El trabajo lo realizan habitualmente cinco personas, entre las que se encuentran los tres hijos del vitralista, Alfonso, Pablo y Rodrigo y el propio vitralista, que fue galardonado con el premio Castilla y León de las Artes del año 2005.

Siete años en los que ya han conseguido restaurar 47 vidrios de los 113 previstos, siguiendo un plan director que se inició en mayo del 2009 y que está compuesto por siete fases diferentes. Los trabajos podrían finalizar en el 2018, aunque «podrían alargarse un par de años más», porque «el problema es que no sabemos lo que te vas a encontrar», como reconocen los hermanos Alfonso y Pablo Muñoz.

Las prisas aquí no son buenas para un trabajo ingente y multidisciplinar porque requiere aplicar diversas técnicas para desmontar, restaurar y volver a colocar los vitrales en los enormes huecos. De momento, los restauradores están satisfechos con el trabajo realizado porque «nadie dice nada y es síntoma de que está bien».

En su opinión, el trabajo ejecutado supone «más de la mitad» del total porque hasta ahora han terminado «lo más complicado». No todas las vidrieras estaban mal, unas estaban bien conservadas y otras presentaban deterioros visibles, incluso con agujeros y elementos perdidos que con una precisión y un estudio fundamental han conseguido ya a algunas devolver todo su esplendor.

«Las vidrieras históricas necesitan una serie de operaciones que cumplan los requisitos específicos que la restauración contemporánea plantea es decir, que exista un conocimiento profundo de la obra a intervenir, que se asegure la máxima reversibilidad de todas las operaciones, que ninguna de ellas genere deterioro alguno, que todas las aportaciones se encaminen a mejorar la comprensión de la obra sin distorsionar su lectura y sobre todo, que el objetivo primordial sea la mejor conservación de este patrimonio».

Cuando se instalaron en el siglo XVI, las vidrieras tenían tres funciones básicas: de cerramiento, para aislar el interior del exterior; de soporte plástico con una imagen para que hace siglos las personas que no sabían leer pudieran entender el mensaje sagrado del Antiguo y del Nuevo Testamento y en tercer lugar, como filtro de luz, para crear un ambiente, porque «la luz genera cambios cromáticos porque el objetivo es crear un ambiente de trascendente», asegura Alfonso Muñoz.

La Catedral de Segovia fue la última de estilo gótico que se construyó en España y la utilización de la luz que se realizó era conocía muy bien para proyectar las bóvedas o crear iluminaciones «más calientes». Sin embargo, el paso de los años y la llegada de nuevos estilos como el barroco provocó que se quitaran cinco vidrieras con el objetivo de tener «una luz blanca y limpia», algo que choca hoy en día en determinados puntos por el desequilibro lumínico.

Ahí Muñoz de Pablos y sus hijos tienen otro reto importante: hacer una vidriera contemporánea, pero «buscando el compromiso» para conseguir un equilibrio entre el renacimiento y el gótico.

De hecho, a los pies de la nave el italiano Francisco Sabatini en el siglo XVIII quitó de su emplazamiento la mayor vidriera de todas: la del Juicio Final. Un hueco de tres metros de ancho por seis de altura que hoy está en blanco pero que estos profesionales esperan poder instalar a finales de este año.

Los vitralistas conocen qué vidriera fue colocada en cada ventana gracias al archivo de fábrica de la Catedral, un documento fundamental para este trabajo que tuvo su origen en el año 1540, cuando se hizo una comisión para hacer el plan de vidrieras.

En concreto, en el pie de la nave están los trípticos, que cuentan la historia de Cristo, el crucero está dedicado a la vida de la Virgen y la girola a la Vida pública de Cristo. En los óculos se pueden contemplar ángeles músicos.

Pero además, estos expertos también podrán devolver su esplendor a vidrieras que hoy son una amalgama de colores porque están colocadas sin ningún sentido, como una especie de collage, lo que denominan «una ensalada», como la vidriera central del tríptico que se encuentra encima del órgano.

El taller

El trabajo de estos restauradores comenzó por la zona norte porque eran las que menos habían sufrido, lo que les ha permitido «descubrir los secretos y entramados de la obra para luego acometer las más complicadas», explican los hermanos Muñoz. De hecho, su día a día debe de tener una precisión exquisita. Primero para desmontarla de su ubicación sin que sufra ningún daño para lo que tienen que andar en muchas ocasiones por los mismísimos tejados de la catedral y bajarla, por módulos, por las estrechas escaleras de caracol de la seo segoviana.

Después, la pieza es llevada al taller que poseen donde siguen diferentes procesos para limpiar los conjuntos. Para conseguir los mejores resultados, realizan una investigación sobre los materiales además de emplear numerosas técnicas analíticas, complementarias entre sí, como la esprectoscopia Raman, que permite conocer la estructura de los compuestos que forman los materiales sin tomar muestra, incluso cuando son poco cristalinos.

Una técnica en la que han sido pioneros, como la de limpiar las sistemas por un sistema húmedo, que «es inocuo y único en el mundo» y en el que han estado investigando 15 años, porque «la restauración de vidrieras es un campo que no está tan estudiado y es desconocido», apuntan.

Los restaurados también respetan la herrería histórica de la vidriera, de chavetas y escudos, incluso el emplomado de alguna parte que falte o esté en mal estado, para lo cual utilizan un plomo específico que compran en Holanda, que «es el mejor del mundo, porque todo lo hacemos con materiales de primera calidad». Una vez terminada, el equipo de restauradores vuelve a colocarla en su lugar, para lo que suelen invertir cinco días. Además, utilizan el sistema original de anclado a la piedra de la Catedral con una resina específica de anclajes, siempre y cuando las condiciones meteorológicas lo permitan.

Una vez restaurada, estos profesionales las siguen protegendo porque «una de las causas que más las deteriora es el aire, ejerciendo una fuerza de 70 kilos por metro cuadrado o por los impactos», explican.

Por eso, instalan un vidrio laminar que «no se rompe» para evitar este tipo de desperfectos. Además, dejan una cámara isotérmica entre el cristal y la vidriera que genera una corriente de aire que evita la condensación por lo que «si evitas la condensación, no hay deterioro químico».

Además, todo aquello que realizan queda perfectamente documento en un informe «muy completo», que agrupa tanto un estudio histórico como estético, entre otras cosas. En las vidrieras en las que hacen alguna reintegración procuran que sean «muy miméticas», que sólo puede ser apreciadas por expertos, pero con unos calibres que son marcados físicamente con un láser por la parte de atrás, inapreciable a simple vista.

Exposición permanente

Desde el inicio de la restauración, los restauradores tenían claro que los segovianos debían de poder admirar el trabajo ingente que realizan de cerca. Por eso, la Capilla de San Gregorio acoge una pieza para apreciar con detalle la delicada y compleja realización de una vidriera. La primera que se expuso fue la del Descendimiento del siglo XVI, atribuida a los vidrieros Pierres de Holanda y Pierres de Chiberri en 1547. En la actualidad, se puede contemplar el tríptico formad por El Cristo con la Cruz a Cuestas, El sacrificio de Isaac y Noemí hablando con las mujeres. Es un conjunto de nueva creación que va acompañada de los dibujos, los cartones y la documentación necesaria para su consecución. Además, la exposición se completa con varios paneles explicativos de las labores desarrolladas, la historia de la Catedral y el programa iconográfico de la restauración

El objetivo final de la restauración de todas las vidrieras es que, desde dentro de la Catedral, no se note nada y que haya una armonía, algo que parece que los vitralistas están consiguiendo. De momento, sólo se observa algún andamio en las alturas de la seo que utilizan estos profesionales.

Lo que está claro es que esta intervención se está realizando, en su opinión, para que «no se tenga que intervenir en mucho tiempo».

Un trabajo del que todos podrán disfrutar cuando esté terminado este conjunto, devolviendo de nuevo a la Catedral su propia luz.

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