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el norte
Domingo, 21 de febrero 2016, 22:04
Pablo Sanz es un niño feliz. Así lo demuestra durante una de sus tres sesiones semanales de fisioterapia. A sus 11 años, ríe y bromea sin dejar de esforzarse para cumplir con los ejercicios que le manda realizar su fisioterapeuta, Irene Postigo. Se eleva sobre sus rodillas para intentar coger el cojín que sujeta Irene mientras suelta bromas, cómplice con su padre, en el salón de su casa de Jemenuño, una entidad menor perteneciente a Santa María la Real de Nieva. La parálisis cerebral y el 70% de discapacidad que padece no le borran la sonrisa en ningún momento.
Pablo va todas las mañanas al centro rural agrupado de educación especial El Pizarral, en Sangarcía, donde cursa quinto de Primaria, y tiene completas todas las tardes con actividades. Terapia ocupacional, piscina, apoyo educativo, piscina, hipoterapia y logopedia realiza durante varias horas cada semana, aunque todavía le queda tiempo para navegar en Internet, donde se maneja «a las mil maravillas», según asegura su padre. Es un niño más en Jemenuño y es feliz, lo que permite ver cumplido uno de los principales objetivos de la Asociación de Parálisis Cerebral y Discapacidades Afines (Aspace) en Segovia, ejemplo de compromiso con el medio rural. Para su presidenta, María de Pablos, el hecho de que Pablo y su familia no hayan tenido que abandonar su pueblo para atender su discapacidad es uno de los motivos que explican con más certeza la seguridad que aquél tiene en sí mismo y ese carácter tremendamente alegre que muestra durante la sesión de fisioterapia con Irene.
Por esto, Aspace Segovia busca que otros niños que estén en una situación similar a la de Pablo se puedan desarrollar en su entorno, aunque ello implique un esfuerzo logístico y económico que se comprueba rápidamente. Solo Irene, la fisioterapeuta que trata a Pablo, realiza alrededor de 630 kilómetros a la semana. A Jemenuño, que se encuentra a 39 kilómetros de Segovia capital, acude tres veces en siete días, pero también visita a otros 19 usuarios de Aspace que viven en pueblos. En Nava de la Asunción, Valverde del Majano, Garcillán, San Cristóbal de Segovia, Carbonero el Mayor y Vegas de Matute, municipio separado del Acueducto por otros 30 kilómetros, informa Ical.
María de Pablos intenta cuadrar horarios y rutas para que Irene y el resto de profesionales de Aspace optimicen el tiempo y los recursos de la organización, pero le resulta prácticamente imposible rebajar los 17.000 euros que se le van anualmente en kilometraje. Un dinero cuya magnitud real sólo se comprende cuando se compara con los 3.000 euros que la Diputación les concede cada año por este concepto.
También cuentan con ayudas de la Junta, del 0,7 por ciento del IRPF, de la Fundación Inocente Inocente y de empresas e instituciones como Aqualia y la Federación de la Mujer Rural, que les han dado dinero para construir parques y columpios adaptados, pero no tienen más remedio que cobrar una cuota a sus usuarios por los servicios que realizan para poder cuadrar a duras penas sus cuentas.
Arraigo
Aspace Segovia, que ha conseguido que todos sus asociados tengan canalizada en Madrid su atención hospitalaria, presta asistencia en el medio rural a cerca de una veintena de personas; la mayoría niños aunque también adultos. Su implicación con la provincia está fuera de toda duda, como lo demuestra también que esos 20 usuarios del medio rural se encuentran distribuidos prácticamente en otros tantos pueblos diferentes, entre los que figura incluso Campo de San Pedro, a 90 kilómetros de la capital. Es su obligación, según De Pablos, que insiste en la importancia del arraigo de la familia con la tierra a la hora de afrontar situaciones que pueden llegar a ser de extrema dificultad. «Lo puedes pasar muy mal si te tienes que ir de tu casa. Nosotros damos apoyo para que el niño esté en su entorno y se acostumbre a vivir en él. Si estás en tu pueblo o en tu ciudad, casi siempre vas a tener el apoyo de los abuelos o de algún familiar. Como sucede en el caso de Pablo, que hace los deberes con su tío todos los días», argumenta.
La propia presidenta de Aspace destaca también que en el medio rural sus habitantes sobresalen por su implicación a la hora de colaborar con cuestiones que tienen que ver con la discapacidad. «La adaptación es más fácil. Si hace falta algo, siempre aparece alguien dispuesto a ayudar; seguramente más que en las ciudades. También tenemos la sensación de que hay más facilidades. Por suerte, en nuestro caso en Segovia capital nos conocemos todos y también encontramos ayudas. Aunque sólo haya un colegio con estas necesidades especiales», indica.
Pequeño ejército
Dos fisioterapeutas, un logopeda, dos terapeutas ocupacionales, una persona de apoyo educativo, dos trabajadores sociales y un psicomotricista componen el pequeño ejército de trabajadores que Aspace despliega tanto en Segovia como en su provincia, donde percibieron que la atención asistencial que se prestaba era insuficiente. «Nuestra apuesta es que los niños con parálisis cerebral tengan terapias. Algunos, como Pablo, tienen capacidad cognitiva, pero otros no pueden ni siquiera comer solos. Eso no significa, sin embargo, que les vayas a dejar en la cama. Hay que trabajar y luchar», asevera De Pablos. «Considerábamos que los niños de los pueblos tienen que tener los mismos derechos que el resto», al igual que cree que la labor que realizan en Aspace es compatible con la que desarrolla otra organización con una prolongada implantación en Segovia como es Apadefim-Fundación Personas.
«Al final lo que queremos todos los padres es que nuestros hijos sean felices. Y todos nuestros niños, aunque algunos tengan un 99 por ciento de discapacidad o tengan capacidades diferentes, se ríen y son felices», concluye. Que se lo digan a Pablo, que prosigue su sesión de fisioterapia con Irene con la misma sonrisa con la que la había comenzado 30 minutos atrás.
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