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césar blanco
Martes, 5 de enero 2016, 11:47
Fue precisamente en Segovia. Además, no hace mucho tiempo. A mediados de noviembre, para ser más exactos. La vicepresidenta de la Junta de Castilla y León y consejera de Empleo, Rosa Valdeón, se reunía con más de veinte representantes de la vida económica y social de la provincia para tomar buena nota de las preocupaciones que les inquietan. Hubo una que salió a relucir en boca de muchos de los participantes en el encuentro: la despoblación. La número dos del Ejecutivo regional recogió el guante y deslizó que, cuando la dichosa crisis esté superada, la Junta confía en poder «retomar la Agenda para la Población» con la mirada puesta en combatir el éxodo de ciudadanos, profesionales cualificados que emigran de la comunidad después de haber sido formados e instruidos en Castilla y León.
Sepúlveda, Turégano, Coca, Santa María la Real de Nieva, Aguilafuente, Vallelado, Zarzuela del Pinar, Villaverde de Íscar, Martín Muñoz de las Posadas, Fuentepelayo, Olombrada, Valseca... Son localidades que a 1 de enero de 2015 presentaban padrones más pobres que al inicio del siglo XXI. La campiña se ve azotada especialmente por la despoblación. También el nordeste. Riaza ha perdido 226 habitantes en cuatro años; Ayllón, 115 bajas desde 2011. Son algunos de los 138 municipios de los 209 que integran la provincia que vieron menguar su padrón entre 2014 y 2015.
El reto de atajar la sangría en los padrones está y estará muy presente y «hay que abordarlo entre todos». Para Valdeón, la desratización de los padrones es sinónimo de «antidesarrollo». En aquel consejo abierto, se habló de la necesidad de aprovechar la proximidad con Madrid para generar tejido empresarial y empleo; de poner coto a la despoblación en el de por sí ya disperso y cada vez más envejecido medio rural; se puso de manifiesto la reivindicación y el SOS lanzado para la supervivencia de los Grupos de Acción Local, y se alertó de la fuga de profesionales y jóvenes cualificados y formados en los centros provinciales y autonómicos.
Demandas como puños. Por su consistencia en la realidad y su fuerza. La Junta tendrá que ponerse con los deberes porque los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística sobre la evolución de los padrones municipales dejan a la provincia muy tocada. Pero sobre todo, es la capital la que ha de cumplir cuanto antes con uno de los objetivos que se ha marcado la alcaldesa, Clara Luquero: captar inversiones productivas. Ello asentará población. Imperioso, porque el padrón de Segovia se desangra.
Entre el 1 de enero de 2014 y la misma fecha de 2015, la capital perdió la nada desdeñable cifra de 532 habitantes. El censo baja por cuarto año consecutivo hasta quedar en 52.728 vecinos. Habrá que ver si la tendencia ha proseguido a lo largo del curso que se acaba de despedir.
Para hacerse una idea, las series históricas del Instituto Nacional de Estadística recogen que ese padrón no se conocía en la capital desde los años setenta y ochenta del siglo pasado. No solo se ha desandado el camino que hizo de la provincia una de las locomotoras que sostuvo e impulsó el crecimiento demográfico en Castilla y León en la primera mitad del siglo XXI, sino que la ciudad aún se retrotrae a la época en la que se adhesionó los pueblos que ahora son los barrios incorporados.
En 1981, la capital contaba con una población de hecho de 53.237 habitantes, y de derecho de 50.759, según el INE. Un decenio antes, el censo era de 41.880 y 40.816 ciudadanos, respectivamente. A principios de los setenta se formalizó la integración de los núcleos que hoy son Zamarramala, Fuentemilanos, Torredondo, Perogordo, Hontoria, Madrona y Revenga. Entre todos suman unos 7.000 habitantes.
Por lo tanto, no solo las zonas rurales del territorio provincial acusan la pérdida de vecinos, también la capital. Aunque hay que matizar que buena parte de esa población que desaparece de la urbe se ha trasladado al alfoz, principal receptor del trasvase demográfico.
Trasvase al alfoz
Basta echar un vistazo a los números. Palazuelos de Eresma ha triplicado su censo desde comienzos del siglo XXI hasta rozar los 5.000 residentes; La Lastrilla, lo ha duplicado y estaba hace doce meses en 3.669; Espirdo, ha multiplicado su padrón por cinco en tres lustros (de 243 habitantes a 1.107); San Cristóbal de Segovia, que coquetea con los 3.000 empadronados tras casi duplicar su censo desde 2001; Hontanares de Eresma, que ha pasado de 175 vecinos a 1.301 en quince años, o Torrecaballeros, que también ha doblado su padrón desde el inicio de la actual centuria. Valverde del Majano ha hecho lo propio (de 516 a 1.063 residentes). Al igual que Bernuy de Porreros, que asciende de 338 censados en 2001 a 719 a primeros del curso pasado.
Sin embargo, el mal de la despoblación golpea con más virulencia en esa geografía diseminada y envejecida. A unos padrones más ancianos se añade la fuga de población en busca de oportunidades negadas en el propio terruño. El censo electoral de españoles residentes en España (CER) del Instituto Nacional de Estadística situaba la tasa de emigración regional de la población adulta en el 5,92%, más de un punto superior a la del conjunto de España.
La curva demográfica descendente ha bajado hasta los 157.570 segovianos empadronados a 1 de enero de 2015 en el conjunto de los 209 municipios de los que consta el mapa político territorial de Segovia. Supone que en doce meses se dieron de baja 1.733 ciudadanos. Si el retrovisor de las comparaciones se enfoca aún más atrás en el tiempo, el INE descubre que la provincia ha perdido en el lustro inicial de la presente década 6.599 unidades. De ellas, 2.492 se esfumaron del padrón de la capital entre 2011 y 2015.
El saldo migratorio es un buen termómetro para medir si la fiebre de la pérdida poblacional es demasiado alta. Las estadísticas oficiales proporcionan un leve alivio que ha de confirmarse. Por primera vez desde 2011, Segovia tiene visos de acabar un ejercicio en positivo. Es decir, si se mantiene la tendencia observada entre enero y junio del año pasado, la proyección para el censo conjunto de la provincia va a registrar más altas que bajas en lo que respecta al baile de migraciones.
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