Enrique Cañada y Pedro Pozuelo, en el emblemático Salón de la Chimenea del hotel Las Sirenas.

Una nueva vida para el hotel del viejo Hollywood

El hotel Las Sirenas de Segovia se somete a una profunda renovación para elevar su categoría y recuperar su valor como auténtico emblema de las estrellas de cine

Virginia Gómez

Lunes, 19 de octubre 2015, 10:20

Hace más de medio siglo que a Cary Grant y Frank Sinatra les dio por subir por sus escaleras a gatas. Llegaban algo beodos a las ocho de la mañana, después de una noche de juerga, durante el rodaje de Orgullo y Pasión, que requirió 3.000 extras y alborotó a toda la ciudad. Durante aquella grabación Sophia Loren hizo juntar tres habitaciones para su estancia de tres meses y en su suite especial hizo colocar unos muebles que había adquirido en Italia. En el sótano se le instaló una mesa de ping-pong para que hiciera deporte. Entonces, aquella casa de huéspedes era el Gran Hotel Las Sirenas, el primer alojamiento de lujo que abrió en Segovia, que llegó a convertirse en símbolo del star system de la segunda mitad del siglo XX.

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Cuentan quienes trabajaron en él en su edad dorada que el Gran Hotel era una auténtica virguería, no solo por su decoración, clásica y elegante, inspirada en parte en el Hilton de Madrid, sino también por las vistas únicas que ofrecía y por el servicio. Camareros, maîtres y recepcionistas contaban con la mejor formación y figuraban entre los mejores del país. «Nos considerábamos muy actualizados, por eso estábamos allí. La ilusión de trabajar en él nos hacía formarnos constantemente, porque todos los huéspedes eran muy elegantes y procurábamos ser los mejores», comenta el peluquero Félix Sandoval, de 76 años y aún en activo, quien no se extraña de sorprender a Grant y Sinatra arrastrándose por aquellas lujosas alfombras que tanto le llamaban la atención. Confiesa que lo primero que pensó al entrar en el hotel, con 16 años, es que no cortaría el pelo «ni al tato», aunque sus tijeras terminaron pelando al propio Grant y a otros como Henry Fonda, Telly Savalas o Dana Andrews.

Como ellos, otros grandes artistas se hospedaron en aquel emblemático alojamiento de la Calle Real, a cuyas puertas era habitual sorprender a periodistas y curiosos. Orson Welles, Glend Ford, Charlton Heston, Omar Sharif, Buster Keaton, Geraldinde Chaplin, Vivian Leigh, Bette Davis, Sara Montiel, Carmen Sevilla y Fernando Fernán Gómez integran la larga nómina de singulares huéspedes del establecimiento, hoy propiedad del Casino de La Unión.

Una ventana de frescura

La estancia en él de estrellas de Hollywood, que en una pequeña ciudad como Segovia derrochaban el desenfado, los delirios y las manías propias del mundo del cine, supuso para sus empleados que el hotel fuera mucho más que un mero lugar de trabajo. «Era un enriquecimiento a todos los niveles. Dentro de un sistema autoritario el Sirenas era una ventana de frescura, allí encontraba la libertad que no veía fuera, donde había muchas puertas», comenta José Luis Gómez Jai, propietario del restaurante La Concepción, que llegó al hotel como aprendiz el año en que se rodó en Segovia La batalla de las Ardenas, de Ken Annakin.

El Jai con el que lo apodan se lo debe a aquella etapa, a cuando el locutor radiofónico Cirilo Rodríguez, antiguo jefe de Recepción, propuso enseñar idiomas a los jóvenes y aquel pronunció yo tengo tal como lo veía escrito en francés. José Luis Gómez asegura que Cirilo, quien narrara para Radio Nacional de España la llegada del hombre a la Luna, aprendió inglés con Dana Andrews, al que acompañaba largas horas en La Parrilla del Sirenas mientras bebía whisky con agua. «Se tiraba hasta seis horas con uno, después pedía pollo, leche y otro whisky y aguantaba allí otras seis horas, hasta las 6 de la mañana», cuenta este antiguo empleado de aquel actor de Misisipi.

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Las Sirenas, uno de los pocos de España que contaba con categoría Primera A, llegó a superar el medio centenar de empleados y, como muchos otros, Jai pasó prácticamente por todos los departamentos del negocio, que a lo largo de su historia ha ofrecido también grandes fiestas, bodas y banquetes, lo que permitía salir preparado en todas las especialidades del sector.

Un impulso para Segovia

La constante presencia en él de las estrellas más cotizadas del momento hacía normal para los segovianos ver por sus calles no solo a Sophia Loren, que volvió a ocupar su suite en los primeros años de los 60 durante los rodajes de El Cid y La caída del Imperio Romano, sino además a otros como James Mason, que seducido por Segovia como muchos se acabó comprando una casa en Las Canonjías; el director Jules Dassin y la actriz griega Melina Mercuri, o los actores Romy Schneiner y Alain Delon. De las historias de amor de estas dos últimas parejas fue testigo la ciudad durante la grabación del drama 10:30 P.M. Summer.

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Aquellas superproducciones dejaron también mucha riqueza en la ciudad y su comercio. Maruja Escudero, de 84 años, telefonista desde que la sociedad Inmobiliaria Segoviana (ISSA), que tenía como principal accionista a Nicomedes García, abrió las puertas del Gran Hotel en 1952, cuenta que las tiendas removían Roma con Santiago para satisfacer los pedidos de los equipos de rodaje y que eran muchos los que llamaban al Sirenas para ofrecer sus casas en alquiler a la gente del cine. Aún hoy obnubilada por la «guapísima, estilosa y cariñosa» Sophia Loren, Maruja guarda con mimo el broche que la italiana le regaló junto a un reloj de oro en gratitud por establecerle conferencias nocturnas con el productor Carlo Ponti, que se casó con la actriz por miedo a perderla ante su duro rival, Cary Grant. Dicen que en Segovia, donde los actores se dejaban ver paseando o cenando en el mesón de Cándido, la relación de ambos rozó el romance.

El desfile de grandes artistas por el hotel comenzó incluso antes de su apertura oficial. En 1950, cuando tan solo contaba con licencia provisional, se alojó en él Edward G. Robinson. Reseña el historiador y experto en cine de Segovia Clemente de Pablos, de sus conversaciones con el antiguo proyectista del Cervantes, que el actor se tomó un año sabático y que viajaba entonces solo por Europa en un colorido descapotable en una España de coches negros, rodaba filmes para él y se relacionaba de manera muy natural con los segovianos mientras indagaba en sus orígenes hebreos.

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En 1952, recién inaugurado, y a la par que albergaba el I Congreso de Poesía Española con Camilo José Cela, Vicente Aleixandre y Eduardo Carranza, Las Sirenas acogió al equipo del primer rodaje de ficción de la época del sonoro en Segovia, Tres historias de amor, de Hugo Fregonesse, que atrajo a los mejores actores europeos del momento: Louis Jourdan, Joan Fontaine, Binnie Barnes y Joan Collins. «Esta sería la primera piedra que acabaría convirtiendo al hotel en un lugar emblemático para las estrellas de cine», afirma rotundo De Pablos.

La Princesa de Éboli, Aventura para dos, Empezó con un beso, Golfus de Roma o Patton, todas ellas rodadas en Sgovia, llevarían en años posteriores hasta esta casa pensada para la aristocracia a nuevos actores como Paola Mori, Robert Arden, Olivia de Havilland, Gilbert Roland, Fernando Sancho, Debbie Reynolds o al mismo George Scott, que sabía ya entonces que pasaría a la historia por su papel protagonista en Patton, por el que ganó un Oscar que luego rechazó. El americano, que se bebía una botella de vodka a diario, era apodado en el hotel como El Ángel por sus propinas de hasta diez mil pesetas.

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El hechizo se deshace

La época gloriosa de Las Sirenas se extendió hasta entrada la década de los 70, en la que el hechizo del Gran Hotel de las estrellas comenzó a desvanecerse. Coincide en el tiempo con la irrupción de un modelo diferente de producir y el impulso de los rodajes de televisión y publicitarios, que no requerían de largas estancias, según atestigua el experto en cine, aunque no fue exactamente aquello lo que originó el inicio de su lento declive.

«El turismo empezó a mostrarse de otra forma, ya no había grandes hoteles, y la gota que colmó el vaso fue el cierre al tráfico de la Calle Real. No había accesibilidad, los autobuses ya no pasaban y no se podía aparcar en San Martín», recuerda Jesús Escudero, quien más tiempo ha estado al frente de la Dirección del establecimiento, donde llegó en 1956 como botones para jubilarse como director 49 años después.

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El hotel se mantuvo a partir de entonces con una selecta clientela fija, entre ella algunos estudiantes que residían allí, que permitía tener una ocupación alta incluso en invierno. Habitual desde hace tres decenios es la profesora francesa Marie Claire Leblanc, que veranea aún hoy en este alojamiento atraída por la belleza del territorio y la amabilidad de sus gentes. Algunos de los antiguos empleados señalan que el deterioro llegó a ser tan grande que incluso parte del personal comenzó a hacer las maletas y abandonar aquella casa sin ya apenas glamour, pues la Dirección no era capaz de ajustarse a los tiempos y el hotel quedó obsoleto al no reciclarse ni someterse a grandes inversiones.

En medio de aquella realidad, en 1978, Las Sirenas quedaría ligado para siempre al Casino de La Unión, una institución con gran peso histórico, social y cultural que había servido antes de trampolín para muchos de los que fueron después contratados en el hotel. Tras el incendio de sus dependencias de la calle Juan Bravo, el Casino instaló su sede en el edificio, donde también reabrió su bingo, y con los años se fue haciendo con sus acciones, aunque tampoco fue capaz de relanzar el hostal, que por razones legales y de competencia terminó declarándose hotel residencia de dos estrellas.

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Nuevas perspectivas

En el siglo XXI Las Sirenas apostó por Internet y las agencias de viajes para mantener el negocio, aunque el presidente del Casino desde hace siete años, Pedro Pozuelo, que también lo es de Inmobiliaria Segoviana, admite que en los últimos tiempos peligraba la continuidad de este establecimiento que tanto ayudó económicamente a las instalaciones del polideportivo y las propiedades de la Calle Real en Juan Bravo, 30. «El deterioro era enorme, las habitaciones estaban muy afectadas, incluso con colchones rotos y sillas cojas, la gente no quería venir por segunda vez», confiesa.

El Casino dio cerrojazo a la incertidumbre el pasado mes de febrero, cuando se arrendó el alojamiento a los hermanos Enrique y Patricia Cañada Martín, propietarios del hotel Infanta Isabel. La nueva dirección emprendió entonces una ambiciosa reforma del establecimiento, la más importante hasta la fecha, que prevé culminar el próximo año con la recalificación de la categoría. Para adaptarse a las exigencias de su nuevo rango, el hotel mejorará sus casi 40 habitaciones y los servicios complementarios. Además, está previsto recuperar espacios antes inutilizados, que permitirán a los huéspedes disfrutar de las vistas que solo puede ofrecer este coloso ubicado en las entrañas de Segovia.

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En pleno proceso de remodelación, por sus cinco pisos se mezcla el olor del desgaste con la frescura de lo actual. En algunas plantas ya se pueden pisar alfombras nuevas y se ha sustituido todo el mobiliario de las habitaciones, así como se han remodelado íntegramente los baños para devolver la dignidad al Gran Hotel. El Salón de la Chimenea, el más emblemático, también luce renovado aunque con el mismo encanto señorial de los 50, y en el segundo piso todavía se conservan los aposentos de Sophia Loren, cuyos muebles se colocarán en espacios comunes para el disfrute de todos.

Apuesta «seria» por el cine

La apuesta de los nuevos gestores pasa por hacer de Las Sirenas un homenaje a aquella época de las estrellas de cine y difundir lo que los rodajes supusieron para una ciudad como Segovia, que se promocionó mundialmente gracias a ellos, según subraya Enrique Cañada. La fiesta del cine, el último gran trabajo del pintor José Luis López Saura, colocado en la misma entrada del hotel, es solo un ejemplo de esa obstinación. En el mural, de 4 metros de ancho por 1,60 de alto y 100 kilos de peso, se han retratado más de cien personajes, la mayor parte de ellos artistas que pasaron por Segovia. Pasillos y habitaciones se han decorado además con fotografías de actores, directores y productores, aunque también de toreros como Curro Romero, Antonio Bienvenida y Luis Miguel Dominguín o grandes de la música como el director Leopold Stokowski o el pianista y compositor Antonio Iglesias, que durmieron en el Sirenas. En algunos casos los retratos muestran las dedicatorias que aquellos ilustres huéspedes dejaron en el libro de firmas.

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Pero el propósito va mucho más allá. Mientras el Casino aprovecha esta nueva atapa para relanzar la función social de sus salas, que se mantienen abiertas a los socios, la nueva dirección trabaja para llamar la atención de estrellas y amantes del cine con iniciativas como ciclos de películas o la presentación de publicaciones sobre cine, entre ellas lo nuevo de Clemente de Pablos sobre rodajes en la provincia, avalado por la Universidad de Valladolid.

Además, aunque consciente del escollo económico, ya se han dado los pasos para atraer hasta la ciudad, a sus 81 años, a la mítica Loren. «Queremos poner nuestro grano de arena y compartir con todo el mundo las maravillas de esta ciudad. Hay muchos lugares que tienen menos pero lo ofrecen todo en un estupendo envoltorio y lo saben vender muy bien, como ocurre en Escocia», opina Patricia Cañada.

Clemente de Pablos habla de más de 800 rodajes en Segovia, lo que la convierte en la provincia europea más explotada por la industria del cine. A su juicio, la «novedosa apuesta» del nuevo Sirenas es «una de las más serias, verdaderas y bien dirigidas» que se han hecho en la ciudad, donde cree que el fenómeno de los rodajes no se valora lo suficiente pese a que el de cine es un recurso muy hábil. «Los hoteles temáticos son el futuro, pero además aquí se parte de algo que no es inventado y de una historia casi mítica, puede ser una apuesta muy inteligente», advierte este experto.

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