La romería de Malangosto toca el cielo

La romería de Malangosto cumplió con todas las tradiciones que la envuelven. El guion apenas se movió un ápice. Solo cambian los protagonistas principales, porque del resto de devotos de esta convivencia celebrada por todo lo alto (y nunca mejor dicho) muchos repiten. Decenas de romeros subieron hasta alcanzar los riscos situados a 2.004 metros de altura, y allí la misa castellana oficiada bendijo el hermanamiento de los pueblos segoviano y madrileño. Allí, donde el cielo se toca con la punta de los dedos, esta esforzada pero festiva romería también es un canto por el medio ambiente y la protección de los parajes naturales.

El puerto separa ambas provincias y el suelo del firmamento, que ayer lució una paleta de azules que embelleció aún más la tradición. Los romeros se congregaron en el Chozo de la Chata y desde ese punto empezaron la subida al son de la dulzaina y el tamboril. Llevaron en andas a las imágenes del Cristo y la Virgen de la Sierra hasta que coronaron la cima de la montaña. Una vez celebrada la eucaristía, un grupo de niños soltaron unas palomas como símbolo de la paz entre los pueblos.

Rito cumplido antes de que La Chata y El Arcipreste de Hita de esta edición emularan el encuentro serrano relatado en El libro del buen amor, clásico literario del que coge prestado su nombre la asociación de amigos que organiza cada año esta romería en el primer domingo de agosto. La más alta de Europa, presumen sus promotores.

En esta edición, la directora del grupo cultural de danzas La Esteva tuvo el honor de encarnar a La Chata, mientras que su pareja en la representación del pasaje que cuenta el encuentro con el arcipreste lo defendió el empresario restaurador José María Ruiz.