Borrar
Un escudo de Falange adorna un fortín en el recorrido por los restos de la guerra civil en Valsaín. Arriba, vista desde dentro. Jaime Rojas

La guerra cercana

Una ruta muestra restos de construcciones de la Guerra Civil en Valsaín

jaime rojas

Lunes, 27 de julio 2015, 12:49

Segovia. Una de las fotografías que acompaña este reportaje sobre estas líneas, en pequeño está tomada desde un nido de ametralladora que forma parte de un fortín. Estaba blindado con una plancha de hormigón armado, a la que se añadía una capa de piedras que era la primera en parar el impacto de las balas. Era un lugar construido durante la guerra civil para resistir, en la vertiente segoviana de la sierra de Guadarrama, convertida en esos años en un frente bélico. Un reducto, como gustaba llamarlo a los nacionales, quienes construyeron la fortificación, que en este caso está en lo que denominaron posición 35.

En la instantánea se observa al fondo un bosque con pinos de Valsaín, fáciles de distinguir de otros de su especie por erguidos, enjutos y anaranjados. Es lo que se ve ahora si uno mira al horizonte por el agujero del nido. Pero entonces no era así, porque los pinos se plantaron después de la contienda y en los crueles años de la segunda mitad de la década de los treinta lo que se veía era un gran claro, salpicado de robles viejos. Y al enemigo venir, si se atrevía a hacerlo por un camino tan diáfano y cuesta arriba

El paisaje de la guerra pues ha cambiado en la zona. No es lo que veían los nacionales desde las trincheras, parapetos y demás ingenios de defensa, pero sí lo que sentían. Con árboles o no en el horizonte, la miseria y el miedo seguro que vivían entre esos soldados, carne de cañón de una guerra que fue aquí, cercana en el espacio y en el tiempo.

Es la posición 35 de las 63 que comprendían el tramo entre Cueva Valiente, en el Alto del León, y Peña Cabra, en el puerto de Malangosto, línea que controlaban los nacionales, según la guía editada por el Centro Nacional de Educación Ambiental (Ceneam) y que sirve para recorrer la zona de forma sencilla y apenas sin posibilidad de pérdida. Enfrente, los republicanos, que después del fallido intento de avanzar en mayo de 1937 en la conocida como Batalla de La Granja volvieron a la calma, que se mantuvo de manera relativa en este frente.

Trincheras...

El recorrido comienza desde el Ceneam en Valsaín hacia las laderas del Cerro del Puerco, llenas de pinos de la postguerra y aún algunos robles antiguos, en un paraje conocido como La Pinochera. Y ahí cruzaba la trinchera que comunicaba a los de la 35 con los de la carretera. No era una trinchera continua en todo el frente, sino que eran reductos aislados y defendibles tanto por la vanguardia como por la retaguardia.

El siguiente paso nos lleva a un pozo de tirador, un saliente en la trinchera, en el que se colocaban fusileros. Desde aquí se veía la carretera, que ahora es imposible por los pinos de la repoblación tras la guerra. Su función era que el enemigo no pasara a la 34 o la 36, esta última la más cercana al cerro.

Las trincheras eran sitios inmundos. El frío azotaba en invierno y el barro cubría en tiempo de lluvia a sus desdichados inquilinos. Con un ancho de apenas medio metro y no más de 1,70 de alto, su construcción era en zig zag para poder refugiarse mejor de un ataque. No es difícil pensar que los soldados más experimentados buscaban los ángulos muertos para eludir las balas.

Avanzamos por la ladera hasta llegar al puesto de mando, en la retaguardia de la trinchera. Protegido por las rocas, al lugar en el pueblo lo llaman La Peña de los Pájaros. El enclave comunicaba con dos ramales de trinchera y era privilegiado por su ubicación y porque muy cerca había una fuente, fundamental para la vida en la trinchera.

...y parapetos

Si unos estaban bajo tierra, en las excavadas y terribles trincheras, a otros el destino les dirigía a nivel de suelo, en los parapetos. Piedras, sacos de arena y la ayuda de la madre naturaleza en forma de rocas eran los materiales. Es la siguiente parada en un promontorio en el que se conserva un parapeto desde el que se observaba por un línea imaginaria entre Peñalara y La Mujer Muerta las posiciones republicanas. Y en línea recta, a 3,2 kilómetros estarían las más avanzadas, en la hoy muy reconocible Boca del Asno.

El tiempo pasaba y la guerra no parecía tener fin. Y las trincheras y parapetos eran refugios muy débiles para el clima de montaña. La solución: edificar los denominados abrigos, construcciones cubiertas para el descanso de la tropa. Barracones del que unos restos todavía persisten en la posición 35, en la que ya no quedan alambradas, que rodearon el perímetro.

La visita termina en el fortín, ese en cuyo nido de ametralladora comenzaban estas líneas. Allí aún se puede ver un escudo de Falange, con el yugo y las flechas, y con un castillo en el centro, símbolo de los ingenieros del ejército, los que diseñaron este escenario de guerra, que hoy sirve de enseñanza de unos hechos que nos tocaron muy de cerca.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla La guerra cercana

La guerra cercana
logo

Debido a un error no hemos podido dar de alta tu suscripción.

Por favor, ponte en contacto con Atención al Cliente.

logo

¡Bienvenido a ELNORTEDECASTILLA!

logo

Tu suscripción con Google se ha realizado correctamente, pero ya tenías otra suscripción activa en ELNORTEDECASTILLA.

Déjanos tus datos y nos pondremos en contacto contigo para analizar tu caso

logo

¡Tu suscripción con Google se ha realizado correctamente!

La compra se ha asociado al siguiente email