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César Blanco Elipe
Miércoles, 24 de junio 2015, 12:10
Antes de todo, conserven la calma y sean pacientes para masticar y digerir sin ardores el festín de números que puede venirse encima en los próximos minutos de lectura. Tienen su razón de ser. Y es que cuando se habla de despoblación, hay fotografías que valen más que mil palabras; pero también estadísticas que dan sentido al gran trauma de la región y de la provincia. Los cristales con los que ver este mal endémico son muchos. Uno puede ser el que deja al trasluz el progresivo envejecimiento de la población: Castilla y León es la tercera región más longeva del país. Es decir, la comunidad puede presumir de tener la tercera esperanza de vida más larga, alcanzando los 83,7 años.
Otra perspectiva es la de la creciente fuga de ciudadanos que no encuentran trabajo en sus lugares de origen. El censo electoral de españoles residentes en España (CER) del Instituto Nacional de Estadística situaba la tasa de emigración regional de la población adulta en el 5,92%, más de un punto superior a la del conjunto del país, que con 1.617.797 adultos expatriados arrojaba un porcentaje del 4,49%. Por aquel entonces los segovianos eran los menos dados a hacer las maletas (el 2,09%, es decir 2.566 personas).
Y también uno puede bucear en una tercera perspectiva, que es la del movimiento natural de esa demografía cambiante al ritmo que marcan los fenómenos sociales, políticos y económicos que cogen la batuta en cada época. La provincia vivió en la primera mitad de la década pasada un boom en sus censos empujados por la afluencia de inmigrantes. En torno a 20.000 ciudadanos foráneos están empadronados en la provincia, aunque el flujo se ha contenido con la crisis.
Los indicadores provisionales que enmarcan el movimiento natural dan la buena nueva de la ruptura de una tendencia que se alargaba desde el año 2008. El curso pasado, la natalidad creció por primera vez en seis años, casi casi coincidentes con los que se prolonga la manida y dichosa crisis. El INE lo confirma con sus datos. El censo provincial contabilizó 1.277 recién nacidos. Un chispazo de optimismo y alegría que se apaga pronto cuando se coloca el retrovisor y se enfoca hacia atrás. Tampoco hace falta irse muy lejos en el tiempo ni retrotraerse demasiado. Con viajar hasta las estadísticas de 2004 basta para comprobar que, a pesar de ese notable repunte de la natalidad, superior al 7,7%, la cifra de alumbramientos sigue siendo exigua, la más baja (sin contar los 1.185 de 2013) del último decenio.
Saldo en negativo
Para completar el mal cuerpo que deja el jarro de agua fría, el Instituto Nacional de Estadística también brinda otro dato que ensombrece esas 1.277 felices noticias. Se trata de las defunciones, que también aumentaron el año pasado con respecto al anterior. Es más, recolocando ese retrovisor sobre las tablas estadísticas del INE, el curso 2014 ha sido el más luctuoso en la provincia de los últimos diez años, con 1.716 óbitos que lamentar.
De la resta de la natalidad y la mortalidad sale el conocido como crecimiento vegetativo, que en Segovia persiste en saldo negativo un ejercicio más (-439), lo que certifica la pérdida de habitantes, la sangría demográfica y ese enemigo común que es la despoblación, sobre todo en el medio rural. Es la segunda peor diferencia después de la de 2013, en la que el indicador del crecimiento vegetativo bajó hasta -496.
De nuevo, las estadísticas del organismo estatal sirven de guía a las interpretaciones de la realidad sociodemográfica de la provincia. Segovia no solo pierde habitantes, sino que además su censo provincial cada vez está más envejecido y disperso. Es la conclusión que se puede extraer de un número que se viste con el traje de demoledor: 98. Es la cantidad de municipios segovianos que en 2013 no pudieron celebrar ni registrar en sus padrones el nacimiento de un nuevo convecino. Esos 98 pueblos suponen prácticamente la mitad de las 209 entidades locales que conforman el territorio segoviano. Y en esos 98 lugares la natalidad se quedó a cero. Y según la tónica que dibuja el Instituto de Estadística en sus series históricas, el curso 2014 puede ser parecido.
Zonas más castigadas
Como reza el dicho, pueden cambiar los collares, pero el perro es el mismo. En este caso, puede haber localidades que vivan la experiencia de un alumbramiento en el seno de una familia empadronada y otras que dejen de hacerlo. La variación no es demasiada. Los últimos datos completos al respecto corresponden a hace dos años. También hay que matizar que, una vez vistas las defunciones y natalidades, 2013 fue el peor ejercicio del último decenio en cuanto a cosechar el crecimiento vegetativo más negativo en su saldo.
El azote de la despoblación deja su huella más honda en el nordeste segoviano, en la campiña y también en el entorno de Cuéllar. Si se atiende a los números del INE, las mayores restas entre óbitos y nacimientos se localizan en algunos de los municipios más señeros de estas comarcas. Y la capital a la cabeza, con 135 personas con el signo menos delante. Cuéllar (-38); Santa María la Real de Nieva (-28); El Real Sitio de San Ildefonso (-21); Nava de la Asunción (-15); Olombrada (-12); Navas de Oro (-11); Riaza (-11); Navalmanzano (-10); Coca (-9); Ayllón (-9), o Sepúlveda (-8) son botones de muestra de esos censos que arrojan ese saldo negativo.
Es más, y como colofón a este justificado aluvión de números, hace dos años 148 municipios registraron más muertes que nacimientos. Y en 37 pueblos, todos ellos con padrones empequeñecidos, el saldo quedó en tablas. Así, sólo 24 poblaciones estuvieron en positivo.
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