Luz Casal, en el inicio del concuerto ofrecido este sábadoo por la noche en el arranque festivo.

Luz Casal ilumina el brindis popular por San Juan y San Pedro

Las Ferias y Fiestas de Segovia han arrancado oficialmente este sábado por la noche con el chupinazo y el cambio de montera

César Blanco Elipe

Domingo, 21 de junio 2015, 00:57

Ya están aquí. Acabó la espera. Las Ferias y Fiestas de San Juan y San Pedro sobreviven a crisis, elecciones, zozobras, selectividades... Pueden llegar con más o menos ruido, con más o menos brillo, con más o menos tirón; pero la experiencia a los pies del Acueducto cuando estalla el chupinazo revela que ganas de solaz y jarana hay en la reserva de jolgorio de miles de segovianos que se lanzan a la calle. Este sábado por la noche no fue menos. La velada invitaba a vivir desde el primer minuto la inauguración oficial festiva. Durante el día, las dulzainas, los tamboriles y los bailes preludiaron una velada para entregarse al disfrute.

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Todo estaba preparado. El acto ha seguido el esquema de los últimos años. ¿Para qué cambiar cuando el guion hace vibrar a mayores y pequeños? El periodista Alfredo Matesanz ha sido el encargado de conducirlo. Por el escenario fueron desfilando la nueva alcaldesa de las fiestas (no confundir después de todo el ajetreo electoral y postelectoral). Es María Bermejo, del barrio del Cristo del Mercado, quien recibió de su predecesora, Verónica Robledo, la montera y los atributos que le confieren el simbólico mando. Luego desfilaron sus damas de honor acompañadas por los representantes de la corporación municipal recién nacida hace apenas una semana.

La tradición manda que el turno encima del escenario fuera entonces para el pregonero y sus vítores, honor que este año ha recaído en el sumiller David Robledo, quien no hace ni un mes que ha sido reconocido con el Premio Nacional de Gastronomía. Ante el gentío ávido de fiesta, desveló que el mismo día que le concedieron la máxima distinción que se puede conseguir en su profesión, la alcaldesa de Segovia, Clara Luquero, le comunicó que había sido escogido para pregonar las ferias patronales. Dos responsabilidades en un mismo día.

Sin tiempo para la nostalgia

Robledo confesó sentirse «afortunado y agradecido por permitirme ser quien soy, un segoviano feliz de estar aquí». El afamado sumiller segoviano recordó su infancia en el barrio del Salvador, cuyas calles fueron su campo de juegos; su dos subidas diarias por la cuesta de San Juan para ir al colegio de la Aneja junto a sus hermanos; su época de instituto en el Mariano Quintanilla, donde también empezó a sellar amistades que aún perviven.

La nostalgia y la memoria no cupieron mucho más en un pregón llamado de antemano al brindis. «Lo que nos trae hoy aquí es la fiesta», exhortó el sumiller; y la solaz y el vino forman un sólido matrimonio «desde que el mundo es mundo». En las bacanales, el vino ya corría con generosidad, y quién sabe si en alguna de esas fiestas romanas se habló de «la locura construir un puente capaz de transportar el agua desde la sierra hasta una pequeña aldea en el corazón de Hispania. Dos mil años después, esa locura sigue contemplándonos; el puente se convirtió el Acueducto».

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Robledo, como buen sumiller, animó a los miles de congregados a crear un vino capaz de «amalgamar toda la riqueza de Segovia en una botella». Ese caldo tendría un bonito color, con mucha brillantez, único y singular; lleno de matices y con personalidad. En la nariz sería elegante, aromático, sutil y fino, con aromas de paisaje castellano. «Pero sobre todo este vino será para compartir, que refrende el carácter amable y hospitalario de los segovianos, siempre dispuestos a ofrecer lo mejor de sí mismos a quienes les visitan», alabó el pregonero antes de alzar su copa e invitar a la multitud a brindar por San Juan y por San Pedro.

En cuanto terminó Robledo, la alcaldesa Clara Luquero lanzó por segundo año el chupinazo que marcó el inicio de las fiestas y el arranque del esperado concierto inaugural, no sin antes asistir al castillo de fuegos artificiales que coloreó la noche segoviana.

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Poco después de la 'tormenta' multicolor de pólvora vino el torbellino de Luz Casal. Su figura imponente se ha alzado entre el humo y los aplausos de la gente deseosa de ver a la artista gallega y de dejarse envolver por su voz patrimonio musical, como lo es de la humanidad el Acueducto que ha abrazado su recital. Luz ha empezado su actuación con una declaración de intenciones que ha ido cumpliendo conforme cayó el repertorio: «¡Vamos a darle duro!». Y así ha sido. Entregados e iluminados para las fiestas.

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