Secciones
Servicios
Destacamos
Carlos Álvaro
Sábado, 20 de junio 2015, 17:07
«La gran putada de esta vida es que renunciamos a nuestra esencia a cambio de nada. Moncho, no. Moncho fue un ser indómito y ácrata porque nunca dejó de ser un niño. Moncho vivió como nació, sigue igual y para mí sigue ahí, en la Alameda».
Con estas palabras enmarcó José Miguel Monzón, El Gran Wyoming, la figura de Moncho Alpuente (1949-2015) durante el homenaje que sus amigos segovianos tributaron al escritor, periodista, cantante y librepensador madrileño fallecido el pasado 21 de marzo, a los 65 años, en Lanzarote. Fue un acto divertido y entrañable, una humorada deliciosa genialmente conducida por Wyoming y Antonio Resines, presidente de la Academia del Cine, y organizada al alimón por el campus universitario María Zambrano y la Asociación de la Prensa de Segovia. Hubo palabras, música, teatrillo de títeres, humor y sátira, ingredientes siempre presentes en la vida del recordado Moncho. Periodistas, músicos y artistas, amigos todos del escritor, desfilaron por el escenario, incluida su mujer, Chari Vallejo, con quien compartió su vida:«Fue un hombre maravilloso, mejor persona que artista», recordó.
galería de fotos
El homenaje comenzó con la bienvenida del vicerrector del campus segoviano de la UVA, Juan José Garcillán, y del decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Jurídicas y de la Comunicación, Agustín García Matilla. El decano subrayó la importancia que tuvieron hombres como Alpuente en el empeño de construir un país moderno, «un país capaz de reírse de sí mismo, pero también capaz de crear una sociedad más tolerante, más libre, más justa, educada y culta que mirara al futuro con la cabeza bien alta y sin complejos, dando el puesto que merecen a la educación, el arte y la cultura».
Moncho Alpuente encontró en Segovia el lugar idóneo para la producción literaria y la creación artística. En su casa de la Alameda, junto al Eresma, escribió libros y grabó canciones. A finales de los noventa, fundó junto a un puñado de segovianos intrépidos la revista humorística El Cochinillo Feroz, que vio la luz durante siete años de manera ininterrumpida. Eran otros tiempos, como bien recordaron los humoristas gráficos José Orcajo, Antonio Madrigal y Quico Serrano, amigos y compañeros de Moncho en aquella brillante aventura: «No teníamos redacción y hacíamos la revista en un bar, el Zascandil, que nos dio cobijo y asilo y muchas copas. El Cochinillo tuvo un peso y una calidad», señaló Madrigal, que destacó el carácter ácrata del periodista: «Nunca estuvo en la nómina de ninguna empresa y organismo oficial. Vivía a salto de mata, pero siempre estaba contento. Era un ser muy valiente ante la vida».
Música y teatro
La música y el teatro fueron otras de las grandes pasiones de este segoviano de adopción y sentimiento. Al homenaje asistieron el fundador del grupo de teatro Tábano, Juan Margallo, y la actriz Petra Martínez, que trabajaron con Alpuente en Castañuela 70, espectáculo a medio camino entre la revista musical y el teatro bufo que parodiaba la España del tardofranquismo y sufrió los rigores de la censura. Margallo comentó una imagen que corresponde al único minuto que se conserva de aquella obra, en el que se ve a Moncho haciendo un papel de emperador romano.
La música la pusieron Cuco Pérez, Gaspar Payá y Luisa Pérez, que interpretaron algunas de las letras de Moncho Alpuente. También intervino Julio Michel, del grupo Libélula, que representó en un retablillo una obrita que hicieron hace algunos años Alpuente y Madrigal, El milagro de Pozuelo, caricatura grotesca de la España de la especulación y el pelotazo urbanístico. La música corrió a cargo de Cuco Pérez, Gaspar Payá, Luisa Pérez y Manolo Madrigal, del grupo Los Wrayajos.
La interpretación, conjuntamente con un auditorio lleno, de la célebre canción El hombre del 600, obra de Moncho Alpuente, fue el colofón a una tarde divertida que sirvió para redescubrir al inolvidable bohemio.
Para Antonio Resines, Alpuente «es uno de los grandes de este país: ha hecho de todo, escribía obras, cantaba, era un tío importante». Wyoming destacó el talento que adornaba su figura: «Tenía alma de medalla de bronce porque no estaba dispuesto a esforzarse para llegar a ser el número uno, pero tenía talento suficiente».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.