miguel ángel lópez
Domingo, 31 de mayo 2015, 12:35
Está emocionado. Al recibir el Premio Cirilo Rodríguez en el auditorio de Parador de Turismo, se lo dedicó a su padre, también periodista, a su madre, «esposa de periodista, que es más difícil», y por la misma razón a su pareja. Íñigo Domínguez (Avilés, 1973) atiende a los medios afable, como es, algo nervioso por la «responsabilidad que asumo». Trabajó en Grecia, Venezuela y los Balcanes y desde 2001 es corresponsal de El Correo y el Grupo Vocento en Italia, un país que, dice, «nunca acabas de conocer». Valora mucho la prensa local y regional porque la ha vivido en casa, y porque «es la cantera auténtica, donde los periodistas están con la realidad más cercana. Por eso me gusta de una manera especial recibir este premio en Segovia».
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¿Cómo se siente con el premio, qué significa para usted?
Es una emoción enorme, en mi vida pensé que estaría en esta situación. Ya cuando me enteré que estaba entre los finalistas me consideraba premiado. Es algo muy intenso; desde que estudiaba periodismo seguía a ver quién se llevaba el Cirilo, y siempre era gente a la que admiraba o descubría a alguien que empezaba a seguir, era una brújula para todos. La lista de premiados es un goteo de referencias, de ejemplos de cómo afrontar la profesión. Me da ánimos y la responsabilidad de estar a la altura para no deshonrarlo. Es una motivación para hacer cada día mejor tu trabajo, y espero que sea así.
El jurado ha valorado que impregne sus crónicas de humor.
Me alegro. El humor, la ironía, es una herramienta útil para enfrentarte a realidades complejas, como en mi caso es la italiana, para tomar una distancia, y también te da una complicidad con el lector, hace que la lectura sea amena, que yo creo que es algo que siempre se agradece porque uno se entera y al mismo tiempo se lo pasa bien, y es lo que yo intento, aunque el humor es algo resbaladizo, puedes hacer gracia o a alguien le puede pesar, tiene que ser una especie de colonia que no se note mucho.
Le consideran un especialista en la mafia y en Berlusconi.
El solo hecho de llevar mucho tiempo en un país te hace profundizar de forma lógica en la realidad, y en esa realidad italiana hay elementos preponderantes; está el Vaticano, está el fútbol y en los años que me han tocado a mí está Berlusconi y la década en la que ha dominado la política, y luego está la mafia por una cuestión casi de curiosidad y morbo personal porque tenemos una idea y a todo el mundo le interesa mucho pero se sabe muy poco; esa paradoja me interesó desde el principio y me motivó a leer y profundizar, y es un mundo muy interesante, lleno de historias, que es lo que te engancha siempre para trabajar, las buenas historias.
¿Es arriesgado informar de la mafia, de Berlusconi o del Vaticano?
Lo es porque en Italia es fácil equivocarse, porque nada es lo que parece y lo que un día parece la gran noticia del año al otro día es mentira. Parece un país muy luminoso, pero es como un juego con su decorado, un país complejo, misterioro y oscuro. Superar esos estereotipos y conocerlo bien es difícil. Llevo años allí y cada día me sorprendo al ver el periódico, hay cosas que no entiendo.
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La política de Italia ha sido siempre multipartidista, ¿ve algún paralelismo en la España de hoy?
Es un gran equívoco pensar que españoles e italianos somos muy parecidos, en España somos muy serios, ellos tienen un gran sentido de la deportividad, de no tomarse las cosas a la tremenda, juegan más con los matices, y aquí el mundo se acaba cada tarde. Allí, mientras hablamos, pueden estar haciendo un nuevo partido, es un laboratorio político del que se puede aprender mucho. Es verdad que en España se está italianizando la situación pero sin que haya italianos, y sería más fácil si aprendiéramos el arte de dialogar, de llegar a compromisos.
¿Se considera privilegiado porque tiene un puesto estable?
Sí, es así. El corresponsal que se reconoce en este premio es una figura no sé si en extinción, pero en franca retirada porque en estos momentos de crisis cuesta dinero. Tuve la suerte de ser de los últimos que llegó a Roma con un sueldo digno que te permite hacer tu trabajo. Después ha habido una degeneración muy rápida de sueldos y de condiciones, e incluso de relaciones humanas, del trato de las empresas a la gente; ahora hay freelance que trabajan sin contrato para cinco o seis medios y lo que haga falta, radio, televisión, tierra, mar, aire y lo que sea. Es imposible hacerlo bien así.
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¿Cómo ve la profesión?
Las empresas no te ponen en la condición de hacerlo bien y la calidad media ha bajado mucho, aunque es encomiable lo que hacen estos corresponsales, que tienen que vivir y trabajan sin perspectivas de futuro, gente joven muy preparada que no ven un horizonte de progreso, empiezan muy mal y pasan los años y siguen mal o incluso peor, gente que tiene la mala costumbre de desayunar, comer y cenar, y no le llega para comer, y no digamos para formar una familia. Están quemándoles y es falta de visión de futuro y de comprender la profesión periodística. Hay muchas dificultades para hacerlo bien.
Habría que trabajar sin prisa.
Yo digo un poco provocativamente que hay que dar tiempo a las historias de las personas para que salgan a la luz los hechos, las intimidades, que es lo que enriquece las historias. Con la prisa que tenemos hoy vamos medio locos, y esa prisa mata las noticias y nos mata a los periodistas, y luego se ve en el resultado. Antes íbamos detrás de las noticias, ahora corres más que ellas, la pasas y vas detrás de otra; así no se puede profundizar, y si no profundizas no cuentas lo que pasa, estás siempre en la superficie.
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