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daniel martín cuéllar
Domingo, 5 de abril 2015, 12:34
El silencio y la interiorización marcaron una jornada de Viernes Santo en la que las ocho cofradías de Cuéllar sacaron sus tallas en el día más esperado del año para los 800 penitentes que formaron parte de la procesión. Penitencia por la muerte de Jesús, mucho dolor, pero también esperanza y exaltación. Las tallas fueron saliendo de sus respectivas iglesias dejando multitud de instantáneas para el recuerdo. Todas ellas fueron conducidas hasta el cruce de San Francisco, donde se daba por iniciada la denominada carrera oficial.
Una marcha procesional que se abría con la Cruz Desnuda al frente, discurriendo por las calles de la villa, que se poblaron de gente en este día de Pasión. Seguidamente, la Cofradía de la Oración en el Huerto, con la talla de Jesús en el Huerto de los Olivos. Participaba también la Cofradía de Santa Pasión de Cristo, procesionando el Cristo atado a la columna, una escena en la que luce un rico manto y un rostro cariacontecido merced a las burlas que hubiera padecido.
Nuestro Padre Jesús Nazareno, portado por más de veinte cargadores, saludaba a la Verónica, de rostro impactante y que lucía el pañuelo con el rostro de Jesús. Fue el momento culmen de un anochecer de silencio, de penitencia de Cristo cargando con la cruz a cuestas. Las cornetas y tambores de los nazarenos se interrumpieron en numerosas ocasiones, al ser cantadas varias saetas durante el recorrido.
La Verónica, otra de las imágenes más queridas, continuaba después su recorrido, precediendo a la talla de El Calvario. Encarna ese sufrimiento en la cruz, ese dolor que bien representaban varias manolas ataviadas con vestimenta negra, cuya presencia es obligada en momentos como éste.
Cuchillos de dolor
Con la juventud por bandera entre sus integrantes, la Cofradía de la Dolorosa Virgen de los Cuchillos portaba la imagen del mismo nombre. Seis cuchillos atravesaban el corazón de esta dolorosa. La noche iba entrando con el paso de estas tallas por las calles de la villa, y las velas ponían la luz necesaria a este Viernes Santo.
La Soledad también aguardaba la llegada del Cristo Yacente para arrodillarse y tributarle su cariño. El Cristo, que permanece habitualmente en la iglesia de San Miguel es una imagen barroca, de siglo XVII y de un taller próximo a la escuela de Gregorio Fernández. Introducido en una urna iluminada, representa a Jesucristo sobre un sudario, en posición yacente, tras ser crucificado y trasladado al Santo Sepulcro.
Cerraba el cortejo la Cofradía Nuestra Señora de la Soledad, con la mirada penetrante de la Soledad y sus manos entrelazadas. Protagonizando una procesión que se extendería durante casi tres horas hasta su llegada a la iglesia de San Miguel.
En la jornada de ayer, Sábado Santo, se conmemoraban las tinieblas que tuvieron lugar después de la muerte de Jesús. Una antigua tradición en la villa haciendo sonar las trompetas, carracas y matracas. Después, tuvo lugar la Vigilia Pascual.
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