Las redes de trata introducen 2.000 mujeres al año en España para su explotación sexual
El país se ha convertido en «destino prioritario» donde la incidencia de las organizaciones dedicadas a la prostitución es cada vez mayor, alerta APRAMP
César Blanco Elipe
Domingo, 15 de marzo 2015, 12:58
En la calle Ballesta de Madrid hay «una señora que suministra carne fresca». Se refiere a adolescentes que venden su cuerpo a clientes. La prostitución de menores. El lenguaje empleado por Rocío Nieto es el que usan las redes de proxenetismo y ya da fiel y desgraciado testimonio de que la trata de seres humanos es un mercadeo, un comercio puro y duro en el que la mujer es una mercancía, un «objeto más de consumo», condena con dureza esta trabajadora social que desde hace muchos años se ha encargado de conocer bien de cerca el drama personal y la cruda realidad que hay detrás de cada mujer que termina ejerciendo la prostitución.
¿Qué les puede llevar a ello? ¿Qué necesidades tienen? ¿Cuáles son sus inquietudes? Son preguntas que se formuló Nieto hace más de treinta años. En 1985 dio el paso de crear la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida. La organización defiende los derechos humanos y lucha contra la trata de personas. Pero además, brinda una atención integral a quienes reclaman su ayuda para salir del fango de la prostitución. Hoy está presente en seis comunidades autónomas y atiende cada día a más de 250 personas. Además, tiene una tienda-taller de costura donde trabajan medio centenar de personas.
Las respuestas a esos interrogantes han cambiado con el paso del tiempo. Al principio recuerda Nieto sus primeros contactos con prostitutas de Madrid eran en su mayoría mujeres casadas, toxicómanas y con cargas familiares. El dinero que ganaban era para su dosis de droga. Lo más triste es que iban con sus retoños. Subían a habitaciones cochambrosas de pensiones mientras los niños aguardaban en los rellanos de las escaleras. Cada veinte minutos, una señora avisaba de que se terminaba el tiempo y que había otro cliente. «No querían ganar dinero fácil, sino rápido», señaló Nieto, quien quiso hacer algo por esos menores para que «no cayeran también en la prostitución ni fueran carne de cañón». Entonces abrió un piso para que pudieran pasar los fines de semana a salvo de esas garras.
Peligrosa «normalización»
Eso era hace casi quince años. Ahora el panorama ha cambiado, aunque el trasfondo es el mismo: «las mujeres prostituidas no son libres ni vienen por su propia voluntad a España, y se sigue abusando de sus cuerpos», apunta la fundadora de APRAMP. Nueve de cada diez mujeres que venden su cuerpo a través de las redes organizadas de trata y explotación sexual son inmigrantes: nigerianas, rumanas, paraguayas...
A día de hoy, cuando se repite aquellas preguntas sobre por qué caen en este mundo, Rocío Nieto concluye que la principal razón es la pobreza. «No vienen para trabajar de camareras o en el servicio doméstico. Llegan al aeropuerto, a veces incluso acompañadas por gente que son familiares suyos, y les recoge una 'madame'; van a un piso donde están ocho o diez días encerradas con otras compañeras y luego acaban en la calle, en un polígono o en un piso».
Nieto revela que «España se ha convertido en destino prioritario» de las tramas organizadas dedicadas a la trata de mujeres para su explotación sexual. Añade que es el país del entorno europeo donde más incidencia tiene esta lacra delictiva. La prostitución ha aumentado y «cada vez hay más menores», alerta la trabajadora social. «Son niñas que llegan acompañadas por sus familiares que las venden», censura la activista española. Luego está el miedo a denunciar, algunas veces inducido por culturas cerradas de donde provienen. Es el caso de las nigerianas, que temen que el vudú se ensañe con ellas si intentan salir de este mundo tan oscuro.
Esas tramas de trata de seres humanos ha convertido a las mujeres en mercancía pura y dura, en «un producto de consumo más», advierte del peligro Nieto, ya que la prostitución se ve cada vez más como una práctica «normalizada». Contra ello contrapone la educación. Una consecuencia de esa normalización a la que se refiere la creadora de APRAMP es que el perfil del cliente ha cambiado. Ahora es más joven. «Antes eran señores de 40 ó 50 y a día de hoy también hay chicos de entre 18 y 25 años».
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