
virginia gómez
Martes, 14 de octubre 2014, 13:00
El paso del tiempo ha hecho de la antigua aldea de Agejas un término despoblado perteneciente hoy a la localidad de Cabañas de Polendos. En un altozano junto al arroyo Polendos, en un singular entorno natural, se conservan los paredones de la antigua ermita, un templo humilde que parece resistirse a desaparecer.
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Hace apenas un mes, uno de los artesanos que se asentaron en Cabañas atraídos por el proyecto Las Caravas decidió colocar entre las ruinas el que bautizó como El Cristo de Agejas, una cruz de forja con una imagen creada a base de piedra caliza de la localidad y arcilla de Espirdo, decorada con óxido de hierro. La pieza, de entre 50 ó 60 centímetros de altura y unos 20 kilos de peso, lucía suspendida en el aire, a casi cuatro metros del suelo, gracias a unos tensores de acero.
La noticia de la instalación y el bello efecto visual de la cruz con el cielo de Segovia al fondo hizo que vecinos de la localidad y el entorno próximo volvieran a visitar la antigua ermita. Incluso los de mayor edad se sintieron animados a ascender la empinada cuesta para contemplar la obra que hacía, en cierta manera, que la iglesia volviera a la vida. A los pies del Cristo empezaron a aparecer flores y frutas y fueron muchos los que pidieron a Miguel Ángel Molinero, su autor, que mantuviera en lo alto aquel nuevo atractivo que tenía previsto permanecer instalado de forma temporal.
Así rezaba en el cartel que el artesano y el vecino Carlos Fernández Quirós colocaron bajo la cruz, en el que se agradecía además que se respetara la instalación. Solo bastaron unos días para que los vándalos burlaran la petición.
«El pasado martes me acerqué con mi padre a verlo y pudimos comprobar con gran pesar que había sido golpeado repetidas veces con un madero, que le habían roto los brazos y le habían partido el cuerpo en dos», relata el ceramista, quien se afanó en recoger una a una las piezas para reconstruir la obra, hoy ya completa de nuevo.
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Molinero no quiere denunciar los hechos porque colocó la pieza por su cuenta y riesgo, aunque ha dado muchas vueltas a la cabeza tras este episodio que indignó a muchos de los que se habían habituado a la imagen, cuyo futuro está ahora en el aire. Según cuenta, ha pensado en donarlo al pueblo de Cabañas en agradecimiento por su apoyo. También estudia convertir en postales las imágenes que un fotógrafo amigo suyo captó de la pieza colgante, de estilo románico, con la idea de venderlas y recaudar unos fondos que permitan conservar y embellecer la ermita.
Evitar el derrumbe total
«No se trata de reconstruirla, sino de evitar que se derrumbe del todo», precisa el autor, que pretende que los vecinos del pueblo se impliquen junto a él en esta iniciativa, que se propondrá próximamente al Ayuntamiento. Aunque, como confiesa él mismo, no es de los que van a misa, Molinero sabe que la ermita forma parte de la memoria de la provincia y que quedan personas que peregrinan hasta ella porque sigue muy ligada a la vida del pueblo. «Puede ser una iniciativa muy interesante. Esperemos que los vecinos recojan el guante», confía.
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