el norte
Jueves, 9 de octubre 2014, 20:11
Los guardias civiles que atendieron al joven que murió unas 32 horas después de ser agredido en Chañe, al salir de un bar donde mantuvo una discusión con el grupo en el que estaba su presunto homicida, declararon ayer que no le vieron señales de golpes. En un testimonio muy similar al que dieron ayer las técnicos de transporte sanitario, cuya labor les pareció «correcta», añadieron que la víctima estaba muy bebida y no apreciaron más indicios que los propios de una intoxicación etílica, según informa Ical.
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«Marcas cero, nada. Si no, habríamos tenido que hacer más de lo que hicimos», aseguró uno de los dos agentes que acudieron a la primera llamada del 112, en su declaración durante la segunda sesión del juicio en la Audiencia. Una jornada en la que también comparecieron como testigos, entre otros, la madre y un hermano del fallecido, dos compañeros de trabajo, conocidos que estuvieron con él aquella madrugada 8 de mayo de 2011 y la médico que coordinó la primera de las dos asistencias que cubrió el 112 sobre las 2.50 y las 9.30 horas.
La víctima (V.C.Z., de 30 años y nacionalidad rumana) «no hablaba fluido, pero hacía ruidos, gestos, se tumbaba, se incorporaba Lo que hace un borracho cuando está muy borracho», resumió el primer guardia civil, que declaró para subrayar que «no estaba en coma, ni muchísimo menos». El otro agente corroboró esta versión y los dos ayudaron a las técnicos a facilitar el traslado del joven a su domicilio en Coca, donde vivía con su tío N.A., entre otras personas, informa Ical.
En coche al domicilio
Para ello, los guardias civiles propusieron a los acompañantes que llamasen a uno de los encargados de la empresa donde trabajaba V.C.Z., que acudió a Chañe para llevarlo en su coche hasta la localidad citada. La patrulla decidió ir detrás de ellos, pero unos dos kilómetros antes de llegar al destino se desvió al surgir otra incidencia y entender que su trabajo en este caso había terminado. Sin embargo, según aseguró uno de ellos en su declaración, cuando el sargento les informó de la muerte de V.C.Z. reconocieron que no se lo podían creer: «Imposible, le dije».
El testimonio de ambos agentes refuerza la defensa de las dos técnicos de transporte sanitario acusadas de homicidio por imprudencia grave al no haber trasladado a la víctima. El Ministerio Fiscal pide para ellas 18 meses de prisión y la acusación particular, 24. Y a su vez estas declaraciones también resultan favorables a la tesis de la letrada que representa al presunto homicida, C.V.D., de 43 años y también de nacionalidad rumana, como todos los acusados menos la conductora y la camillera de la ambulancia.
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La acusación particular pide 15 años de prisión para éste último y la Fiscalía, 12. También hay dos procesados por omisión del deber de socorro que estaban esa noche con C.V.D. y se enfrentan a ocho meses de multa. Y al Sacyl se le reclaman 210.000 euros para la familia del fallecido por responsabilidad civil subsidiaria.
«Tuvo que ser posterior»
La letrada que defiende al principal acusado alega que «una paliza tan descomunal» como la que revelan los informes médicos y la autopsia tuvo que ser posterior a la agresión de su cliente. En concreto, durante las seis horas que transcurrieron hasta la segunda asistencia porque, de lo contrario, considera que las lesiones habrían sido visibles.
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En este sentido, uno de los letrados de la defensa llegó a preguntar a los agentes si observaron que el agredido tuviera un ojo «como una pelota de tenis o ping pong», tal y como lo llevaba al morir, y ambos insistieron en que no le vieron ésta ni ninguna otra señal a pesar de que sostienen que la calle estaba iluminada. Y el encargado de la empresa donde trabajaba V.C.Z., que llevó a éste en coche a su casa entre las 4 y las 5 de la mañana, tampoco apreció signos externos de violencia.
V.C.Z. fue agredido alrededor de las 2.00 de la madrugada del 8 de mayo y estuvo atendido en la calle por la primera ambulancia del 112 hasta pasadas las 4.00, ya que recibió el aviso sobre las 2.50. Una vez en el domicilio, su tío N.A. lo dejó tendido en el baño con una manta y dos almohadas, según su declaración en el juicio, porque los acompañantes le dijeron que las técnicos de transporte sanitario recomendaban que descansara en «un lugar fresco», indicación que una de ellas negó con gestos, pero en silencio, durante la sesión.
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Su tío también declaró que entonces no apreció señales de que hubiera sido golpeado, pero sí un ojo «un poco» amoratado poco antes de las 9.30 de la mañana, cuando llamó al 112. En ello también coincide otro encargado de la empresa que acudió sobre esa hora al domicilio, quien añadió que también le vio algunos «hinchazones».
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