La familia numerosa de la dulzaina y el tambor
Una veintena de niños descubren de la mano del musicólogo Pablo Zamarrón instrumentos tradicionales y construyen los suyos propios en el taller del programa Segovia Ciudad Educadora
diana gil
Martes, 19 de agosto 2014, 16:32
Ritmo y música tradicional es lo que han podido escuchar una veintena de niños segovianos de la mano del musicólogo y músico folclorista Pablo Zamarrón. Los instrumentos musicales que el maestro segoviano ha acercado hasta el Parque del Peñascal, en el barrio La Albuera, han hecho las delicias de los presentes durante la hora y media que ha durado la demostración. Esta actividad que forma parte del programa que oferta el Ayuntamiento dentro de la iniciativa Segovia Ciudad Educadora para que los más pequeños pasen los meses de verano de forma divertida y pedagógica.
«Hemos recibido muchas felicitaciones por el programa»
-
clara luquero y la ciudad educadora
-
Acercarse a profesiones como la del periodismo o la de la fotografía son algunos de los talleres que jóvenes segovianos han podido, y aún pueden, disfrutar en las 50 actividades de Segovia Ciudad Educadora que están teniendo «mucho éxito» y que así se lo han hecho saber las familias al Consistorio. La alcaldesa, Clara Luquero, asegura que lo que se pretende con estas acciones es que los niños tengan un «ocio educativo». Segovia «es una ciudad educadora que estimula la creatividad de los niños», apostilla la regidora. Pero estas actividades no son las únicas que se celebran, pues durante el resto del curso el Ayuntamiento desarrolla varios talleres educativos, como las escuelas de actividades artísticas, programas de educación vial o laboratorios de creatividad ciudadana que «salpicamos a lo largo del año y que más centramos en el periodo de Navidad». El objetivo es que se «estimule la creatividad de los niños y que se les permita acercarse a un mundo adulto de una manera lúdica, y esto se ha conseguido», asegura la alcaldesa. Clara Luquero comenta que el Ayuntamiento seguirá trabajando para que el próximo año se supere el número de actividades y, además, durante el resto del año habrá actividades «puntuales», que se sumarán a las que se vienen realizando.
El conocimiento de la música tradicional y de los usos costumbres donde arraiga la cultura autóctona es «muy importante, porque a veces nos quedamos con lo más llamativo que puede ser la dulzaina y el tambor, y hay más instrumentos que han formado parte de la cultura que hemos heredado», asegura Zamarrón. Por ese motivo, «tenemos la obligación de enseñarlo y transmitirlo». El hecho de empezar por los más pequeños permite que poco a poco se asegure la pervivencia de estos sonidos, muchas veces creados con elementos reciclados y desconocidos en la sociedad actual.
Instrumentos más reconocibles y populares como el tambor, la pandereta o las castañuelas han sonado de la mano de los más pequeños mientras Zamarrón contaba su contexto, cómo los usaban nuestros antepasados y de qué material están fabricados. Algunos chavales que han asistido al taller ya los conocían ya que el musicólogo ha recorrido varios colegios introduciendo a los escolares en el mundo del folclore y de la música de raíz. Otros han quedado sorprendidos por la utilización que las generaciones pasadas hacían de un caldero, que no solo servía para cocinar, sino que también para crear ritmos al golpear su asa con el recipiente.
Iniciativas como la de este martes contribuyen a que no se apague la llama y a preservarla música tradicional, que «aunque no se encuentra como hace unos años que estaba a punto de desaparecer, hay muchas cosas que están olvidadas», señala Zamarrón. Además, «es cierto que la dulzaina se ha recuperado satisfactoriamente y ahora hay muchos dulzaineros, pero en el tema de las canciones castellanas solo se mantiene gracias a dos o tres grupos que se dedican a ello, pero no es mucha la gente que cante».
Con un pipo de ciruela
Los niños han podido construir también sus propios instrumentos: un mirlitón, una nuez y un silbato, los tres de «entretenimiento», como explica Zamarrón. El primero de ellos está en en desuso y está fabricado con un palito hueco y una membrana que al soplar por él, el sonido se distorsiona y crea una orquesta jocosa. El segundo, reciclando la cáscara de una nuez se crea un instrumento para marcar el ritmo con un palito que la golpea. Y por último, los niños a través de un pipo de ciruela, al que se le quita el interior hasta que quede hueco, han creado un silbato.
La veintena de pequeños han disfrutado de este taller muy ilusionados y algunos de ellos no han querido perder la oportunidad de exhibir sus conocimientos sobre las explicaciones del maestro. Para el musicólogo, el instrumento que mayor interés despierta entre los más pequeños es el muñeco bailón y la rezumbra, aunque en realidad «todos, excepto quizás la dulzaina y la pandereta porque son los que tienen más vistos y los que más se utilizan».
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.