maría callejo
Viernes, 15 de agosto 2014, 13:49
Las fiestas en honor a Nuestra Señora y San Roque han comenzado en Mozoncillo. La localidad lleva organizando actividades desde finales del mes de julio, aunque es a partir de esta segunda quincena de agosto cuando se viven las fiestas en honor del patrón a flor de piel. Esta mañana ha sido el primer encierro campero del municipio, a las 9:00 horas.
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A las ocho y media de la mañana muchos trasnochadores se daban el paseo hasta el pinar, desde donde saldrían los toros a las nueve en punto. El camino de tierra se llenaba de gente que buscaba un hueco para poder observar la salida de los astados. Además, varios jinetes montaban a sus caballos, que irían detras de los toros. Otros, han decidido madrugar para no perderse el primer encierro campero, ya que es una actividad muy arraigada al municipio.
Los que prefirieron estar más cerca de la plaza de toros portátil esperaban a los toros desde detrás de las talanqueras, que estaban colocadas por las calles del pueblo. Cuando el reloj marcó las nueve en punto, los viandantes sabían que aún quedaban varios minutos hasta que aquello comenzara. Y así fue.
Pasadas las nueve y cuarto comenzó a divisarse la humareda de tierra, que se levantaba tras el camino de los astados y caballos. Al grito de ¡Ya vienen! ¡Ya vienen! los jóvenes corrían, pero en un principio solo pasaron cuatro cabestros que no consiguieron guiar a los verdaderos morlacos. Pasados unos minutos se vió el primer toro de los tres que había en total. Dos de ellos recorrieron el camino rápidamente hasta la plaza de toros. El último, al que seguían los caballistas, parecía que no quería llegar.
Éste se paró en una de las calles del pueblo y se dedicó a mirar a aquellos que intentaban provocarle. Después de perseguir a varios de los jóvenes que procuraban torearle, corrió contra dos talanqueras y se ensañó con ellas, incitado por los gritos de los que se resguardaban detrás de ellas. Muchos se asustaron debido a las grandes dimensiones del astado, que podría levantar la valla de una embestida.
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Finalmente corrió hasta la plaza seguido de los vecinos del municipio. Los viandantes se trasladaron hasta la plaza de toros portátil, que no llegó a llenarse ni un cuarto de la misma. Los pocos participantes esperaban pacientes a la sombra a que los más atrevidos toreasen a los astado. Sin embargo, tras el encierro, fueron llevados hasta el camión. Después de veinte minutos, la gente comenzó a abandonar la plaza. Muchos decían: «¿Dónde está la cámara oculta?» o «vámonos que esto está acabado». Muchos esperaban una suelta de vaquillas o algún espectáculo en la plaza que nunca llegó. Por último, los vecinos del pueblo optaron por desayunar o irse a descansar; el primer encierro campestre había terminado.
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