Carlos Álvaro
Jueves, 12 de junio 2014, 23:19
El historiador segoviano del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Fernando García Sanz acaba de publicar el primer gran estudio sobre el papel que jugó España durante la I Guerra Mundial, de cuyo comienzo se cumplen este verano cien años redondos. El libro de García Sanz, España en la Gran Guerra. Espías, diplomáticos y traficantes (Galaxia Gutemberg), es el primer trabajo serio, riguroso desde el punto de vista de la investigación y del método, que se hace acerca de la neutralidad de España en el primer gran conflicto internacional del siglo XX. Este jueves García Sanz ha estado en su ciudad, adonde acudió para presentar la publicación. Lo hizo en la librería Antares, delante de una nutrida concurrencia interesada en un tema apasionante: la I Guerra Mundial.
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«España jugó en la Gran Guerra un papel determinante. Y esto lo reconoció el jefe del servicio de información francés en Madrid, que en un momento determinado avisó de los riesgos de enfadar a España. Si España se enfadaba y cortaba la línea de suministros, la guerra podía verse abocada a parar durante semanas. Llegó un momento en que el abastecimiento de materias primas españolas fue imprescindible para ellos», apunta García Sanz.
Como es sabido, España permaneció neutral. ¿Por qué? El historiador lo tiene muy claro. «Yo creo que debíamos preguntarnos por los motivos que tenía España para involucrarse en una guerra así. En agosto de 1914, España no tenía un ejército mínimamente a la altura del que estaba movilizándose en Europa. Nuestro ejército era de 130.000 hombres y casi 100.000 estaban en Marruecos. Además, no teníamos industria de armamentos. Por tanto, el valor militar de España en agosto del 14 era cero. Pero había otros motivos para no participar, porque España había estado al margen de las causas que desencadenaron la guerra. No había, pues, una razón. España no tenía causa ni medios que hacer valer».
El papel de Alfonso XIII
Otro asunto que aborda el historiador segoviano es el papel del rey Alfonso XIII, siempre controvertido. «Desde que accede al trono en 1902, el rey, que mandaba mucho, considera que España debe recuperar el papel de gran potencia. Ese es su gran objetivo. Él quiere que su reinado marque el fin de la decadencia y el comienzo de una nueva etapa caracterizada por una política internacional activa. Y ahí está el ejemplo de Marruecos. Así que, cuando estalla la guerra, el rey se enfada mucho porque se da cuenta de que España no tiene nada que hacer, que es una oportunidad histórica, que esa guerra va a cambiar el mapa de Europa y que España está fuera. Así que es cuando se genera la posibilidad de que Alfonso XIII sea el mediador de la paz. Así lo deseaba él y así se hizo ver, de manera oficial, a lo largo del conflicto. Pero, como se demuestra en el libro, los beligerantes nunca jamás le solicitaron esa mediación, a pesar de que él se empeñara y hablara permanentemente de ello. En realidad, se lo pusieron muy difícil, sobre todo los alemanes, con el hundimiento de barcos españoles y con las operaciones especiales que el servicio secreto alemán llevaba a cabo en España. El rey hablaba con los alemanes, pero nada; y lo que estaban esperando los aliados no se produjo nunca: que llegara un momento en que a los españoles les tocara la dignidad y dijeran basta ya. Eso es lo que todo el mundo esperaba del rey», apunta García Sanz, que en la presentación estuvo acompañado por el historiador granjeño Eduardo Juárez Valero.
El libro arroja, pues, mucha luz sobre uno de los episodios más apasionantes de nuestra historia.
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