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Un operario regula el tráfico para facilitar las obras de mejora en una carretera de la provincia de Segovia. Antonio de Torre

Segovia

Hasta 150 kilómetros de carreteras provinciales urgen asfaltado o ensanche

La inflación en los costes ha reducido a la mitad, unos 20 kilómetros anuales, las obras anuales de la Diputación

Lunes, 11 de noviembre 2024, 07:03

La paradoja de las carreteras provinciales segovianas es que el aumento de la inversión hasta superar los tres millones de euros anuales entre el plan de obras licitadas y el equipo ordinario de mantenimiento ha desembocado en un descenso efectivo del número de kilómetros actualizados. ... En un lustro, casi el doble de inversión en obras para casi la mitad de kilómetros. La culpa la tiene la inflación. La respuesta de la Diputación es la prevención, un cómputo de pequeños arreglos que mantengan la mayoría de las vías en un estado de salud aceptable para dedicar los seis o siete contratos de obras anuales a las que más lo necesitan.

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El delegado especial de red viaria, Benjamín Cerezo, estima en unos 100.000 euros el kilómetro de obra nueva en las carreteras, lo que llevaría a unos veinte kilómetros anuales el resultado de su partida presupuestaria destinada a estos proyectos, 2,1 millones de euros en 2024. «Es que el asfalto ha subido al doble. Antes se ejecutaban 40 kilómetros. Ya sabemos que hay una cifra que no va a bajar. Y eso que nosotros los que estamos haciendo es aumentar, ha habido años que solo se ha metido poco más de un millón».

Las filtraciones de agua y la orografía castigan más al asfaltado, por lo que las carreteras de montaña sufren más

Con todo, esa inversión solo limita daños, pues los costes crecen más rápido. No solo es asfalto, sino aluminio, utilizado en aspectos como la señalética o la actualización de biondas. «Intentamos ir subiendo las partidas para que se hagan por lo menos esos veinte kilómetros. Pero por mucho que quiera subir, acabamos haciendo lo mismo».

Para ser una provincia pequeña, Segovia tiene 1.230 kilómetros de carreteras provinciales, catalogadas por la Diputación en A, B y C en función de su volumen de circulación y sus dimensiones, que suelen coincidir porque la demanda del tráfico convierte su mantenimiento en prioritario. Si ese es el mínimo común múltiplo, el objetivo a mayores de la red es ampliar y mejorar las C, las vías de los pueblos pequeños. Hay un listado actualizado de cada una a la hora de priorizar las inversiones. Grosso modo, 700 y 800 en «muy buen estado»; otros 300 están clasificadas como bien. «Hay no más de 150 kilómetros que están, no te diría en mal estado, pero necesitan ensanche y capa de rodadura nueva», explica Cerezo. Con la media anual, haría falta casi una década. El ideal de perfección es imposible porque mientras unas se arreglan, otras de deterioran.

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Autogestión

La respuesta está en los recursos propios. A diferencia de otras diputaciones que mantienen sus carreteras a través de contratas, la de Segovia gestiona las suyas a través de una partida anual que supera el millón de euros. «Con menos recursos estamos ensanchando más carreteras», esgrime Cerezo, un grupo de unas 80 personas. Un operativo con tres puntos neurálgicos —Palazuelos de Eresma, Cuéllar y Sepúlveda— con vehículos que se usan en invierno como quitanieves. Incluye equipos específicos para arreglos de mayor calado, sin llegar a la entidad de una obra que requiera licitación, como un puente que está en estos momentos en construcción para evitar los frecuentes desbordamientos del río entre Boceguillas, Grajera y la carretera que conduce a Sequera de Fresno. «Hacemos muchas obras de pasos de agua o ensanchar cunetas».

Este equipo se encarga de la puesta a punto antes de abordar una obra de más calado, por ejemplo, en estas pequeñas carreteras C. «Preparamos todo el ensanche, quitamos arbolado, separamos muros, expropiamos… para luego licitarlo, meterlo en el plan de carreteras y que se eche una capa de asfalto, se ponga una señalización nueva o se pinte». Hay excepciones en las que se incluye el ensanche y el asfaltado en el mismo contrato —se ha hecho este año en la carretera de Sacramenia— o sacar a licitación obras menores porque es un requisito imprescindible para que lo cubra el Gobierno central, como ha ocurrido con un puente en Martín Miguel de 70.000 euros para entrar en una línea de subvenciones por inundación. Pero la norma es resolver en casa los trabajos menores para abaratar costes y poder hacer más.

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Las obras de este año incluyen la carretera entre Coca y Nava de la Asunción (SG-3432), la de Escalona y Mozoncillo (SG-2201), la que une Cantimpalos con la CL-603 hasta el cruce de Venta Pinillos (SG-2115), la conexión entre Moraleja de Cuéllar a Frumales (SG-2134), la de Balisa a Villoslada (SG-3222), la de Sacramenia a Cuevas de Provanco (SG-2111) y el ensanche entre Orejana y El Arenal (SG-2513), que pasó de estar inicialmente prevista como parte de la tarea de mantenimiento a inversión porque requería medios. Más allá de estos contratos públicos, hay cuatro tractores desbrozando día a día la provincia entre mayo y octubre. «Y si en noviembre hace buen tiempo, seguiremos hasta que empiecen las nevadas».

«El mayor peligro que tenemos son los animales, pero es inviable pararlos. Accidentes por velocidad no solemos tener»

Mantenimiento para evitar que las carreteras se degraden más de la cuenta. Unos 100.000 euros anuales para pintar entre 150 y 200 kilómetros. Pelear cada céntimo, reclamando al seguro las señales cuando ha habido un accidente, aunque toca sustituir muchas solo porque se las lleva el viento. O puentes como el de Grajera. «Hemos comprado el material, unos cercos de hormigón hechos en fábrica, y los hemos instalado nosotros. Los equipos trabajan muy bien y abaratan costes. Merece la pena». Porque es una de las principales demandas de los alcaldes. «Al final, sabemos de qué vivimos, del turismo».

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Puntos negros

Cuando Cerezo entró en el área, preguntó por puntos negros, pero el paso de los años los ha eliminado. «He visto un control muy exhaustivo en los últimos 20 años. El mayor peligro que tenemos es el tema de animales, pero es que es inviable pararlos. Accidentes por velocidad no solemos tener». Prevención a través de las señales. «Intentamos valorarlas y ponerlas a una velocidad menor porque sabemos que la gente le pisa más de lo que marca». La idea es aunar una capa de rodadura a una carretera más grande para que aguante un par de décadas con el ensanche de otras más pequeñas. La orografía —las de montaña sufren más— o las filtraciones de agua castigan más al asfaltado.

Por eso cada vez se retira más arbolado pegado a la carretera en superficies arenosas, como los pinares de Coca o Nava de la Asunción. «Los propios árboles te levantan toda la carretera». Su labor como delegado de área es recorrer carretera y se sorprendía de que algunas arregladas hace 20 años mantengan la catalogación. «Y están bien. Las ves más ásperas, pero no tienen grandes baches, se circula bien por ellas. Hay algunas que llevan sin capa de rodadura desde antes del 2000, son sobre las que estamos actuando».

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