REDACCIÓN / WORD
MADRID
Jueves, 26 de noviembre 2020, 18:39
La belleza de las palabras, en la voz de uno de los herederos de la gran tradición lírica chilena, volvió a inundar cada rincón del Salón de las Columnas del Palacio Real de Madrid durante el acto de entrega ayer del XXIX Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana al escritor Raúl Zurita. La reina Sofía entregó este galardón que lleva su nombre al poeta chileno en una emotiva sesión, condicionada en su aforo por las restricciones impuestas por la covid, que contó con la presencia de la presidenta del Senado, Pilar Llop, y del ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, entre otros.
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Zurita comenzó su intervención con la lectura de los primeros versos de «uno de los más grandes poemas escritos en castellano», el que lleva por título 'Hijo de la luz y la sombra', de Miguel Hernández, al tiempo que expresó su «alegría, orgullo, y al mismo tiempo pudor y vergüenza», al recibir este premio que lo asume como «un homenaje al gran río de la poesía» de España y Portugal del cual «todos no somos sino pequeños eslabones».
Considerado como «una de las voces más originales de la literatura contemporánea en español», según Paqui Noguerol, catedrática de Literatura Española y Latinoamericana de la Universidad de Salamanca, responsable de la edición crítica de la antología que Ediciones Usal publicará el próximo año, Zurita se convierte así en el tercer escritor chileno en alcanzar este galardón, tras Gonzalo Rojas y Nicanor Parra.
En este año no podía faltar una alusión al «terrible momento que el mundo está atravesando» con los centenares de miles de muertos y «la secuela de miseria, injusticias e inequidades monstruosas» que ha ocasionado la pandemia. «Asomándonos desde los bordes de la vida, hemos muerto en cada cuerpo que muere, hemos enmudecido en cada una de estos finales silenciosos, sin abrazos, sin ilusiones, y en lo más oscuro del dolor y de la pérdida, con los ojos llorosos, hemos entrevisto también la trama de un amor incancelable instalado en el corazón mismo de la tierra. De esta tierra que a pesar de todo nos ama». Y frente a esta terrible realidad, Zurita volvió a agarrarse a la poesía para lanzar un grito de esperanza. «En un mundo de víctimas y victimarios, la poesía es siempre la primera víctima, pero es también la primera que se levanta desde su propia muerte para decirnos a los sobrevivientes que, no obstante, vendrán nuevos días».
Un futuro que pasa por hacer de «la vida una obra de arte, el más vasto y hermoso de los cantos, la única gran sinfonía frente a la cual valía la pena luchar y morir».
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