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Dos niñas siguen muy atentas todo el proceso en Las Casas del Conde, donde no faltó un tamborilero. MARÍA JESÚS GUTIÉRREZ

Villanueva del Conde y Las Casas del Conde, con la tradición matancera

Los dos municipios vecinos celebran sus matanzas típicas a pesar de la lluvia y con una buena asistencia de participantes

MARÍA JESÚS GUTIÉRREZ / WORD

Domingo, 19 de enero 2020, 13:00

En la Sierra de Francia fueron Villanueva del Conde y Las Casas del Conde los dos municipios que ayer celebraron sus matanzas tradicionales acompañados, en ambos casos, por una fina lluvia, pero esto no fue impedimento para que cumplieran con la tradición.

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En Villanueva del ... Conde, pueblo que se encuentra dentro del calendario de la Diputación, los actos se iniciaron a las diez de la mañana con recibimiento con aguardiente y perronillas en El Solano, donde a continuación tuvo lugar el chamuscado, raspado y despiece de un cerdo de 17,5 arrobas por Laureano Martín Robles y Jacinto Sánchez Rodríguez, mientras que el tamborilero local Manolo 'Puñalín' y el jovencísimo Sergio Macías de La Vellés se encargaban de animar el ambiente con su música.

Julián Fonseca, de Kamaru Teatro, actuó como maestro de ceremonias mientras que la empresa Catering Gabriel se encargaba de ir elaborando el aperitivo a base de hígado encebollado y riñones.

El momento más emotivo llegó con el homenaje a Santiago Robles Segundo, matancero de honor de 2019, quien falleciera el pasado mes de noviembre y fuera una persona muy implicada con Villanueva del Conde y cuantas actividades se organizaban. Un homenaje que recibieron su esposa e hija.

No faltó en este día la subasta de las piezas del cerdo ni la comida para 200 personas a base de patatas meneás, chichas y arroz con leche.

En Las Casas del Conde, por su parte, las actividades se iniciaron una hora más tarde y fueron trasladadas al entorno del bar, debido a la lluvia. Allí fue Andrés Hoyos, de La Alberca, quien se encargó de chamuscar y despiezar el cerdo y de explicar a dos niñas cómo se llamaba cada una de las piezas, dándoles para que sostuvieran en sus manos el corazón tras preguntarle ellas que dónde se encontraba y cómo era.

El tamborilero Benedicto Fonseca fue el encargado de amenizar el ambiente en una jornada que concluyó con una comida de confraternidad muy animada.

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