Las costumbres y tradiciones de Villoria, todo ese bagaje que ahora conocemos como patrimonio inmaterial, se remontan a la época romana. Desde entonces ha pasado mucho tiempo y muchas vicisitudes hasta que Villoria se convirtió en el pueblo que es. Ese patrimonio inmaterial está muy relacionado con la vega del Tormes, húmeda y fértil, que ha marcado su desarrollo económico, social y cultural durante milenios.
Nuestra patrona es la Virgen de la Vega y a ella dedicamos nuestras principales fiestas. Esta devoción viene de los antiguos ritos paganos que se celebraban en honor a la Madre Tierra, así como nuestras fiestas tradicionales están relacionados con los ciclos solares y lunares que marcaban las épocas de siembra y recogida de las cosechas o de la vendimia; fiestas de invierno, primavera, verano y otoño. La llegada del cristianismo modificó en gran parte todas estas celebraciones pero mantuvo una gran parte de la esencia de las mismas.
«Conocer y saber de dónde venimos resulta fundamental para comprender nuestro presente y transmitirlo a las generaciones futuras»
JULIÁN BARRERA
La relación entre nuestras tradiciones y la economía y la salud de los villorejos siempre han estado íntimamente relacionadas. San Antón protegía a nuestros animales, San Blas nuestra salud y San Isidro nuestras cosechas, por poner algunos ejemplos. Pero las tradiciones de Villoria no se han quedado ancladas en el pasado. Han ido evolucionando a lo largo de los siglos e incorporando aquello que cada época trae consigo.
Existen fiestas de carácter mucho más moderno, como la de los quintos, que siguen recordando a los rituales antiguos y ancestrales de la sangre. Las corridas de gallos, sustituidas ya por las cintas, eran un fiel reflejo del paso de la juventud a la madurez con el derramamiento de la sangre de los gallos incluido. Igualmente sucede con los festejos taurinos populares, donde los jóvenes se enfrentaban a pecho descubierto a los astados como demostración de valor y de hombría.
Otras exclusivas para las mujeres que siguen perdurando, como Santa Águeda o la de Santa Teresa, desgraciadamente ya prácticamente desaparecida.
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El patrimonio inmaterial de Villoria se ha mantenido a lo largo de los siglos en una conjunción perfecta entre tradición y modernidad. Conocer y saber de dónde venimos resulta fundamental para comprender nuestro presente y transmitirlo a las generaciones futuras.
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