Un total de 80 alumnos con discapacidad visual comienzan el curso en la provincia
La ONCE y la Junta ofrecen una atención educativa adaptada complementaria a la oferta pública y general
Eva F. Illera / Word
Salamanca
Lunes, 20 de septiembre 2021, 10:19
La semana pasada los colegios de Salamanca volvieron a abrir sus puertas a nuevos niños, nuevas experiencias y nuevos aprendizajes. Igualmente lo han hecho los ... institutos y universidades a lo largo de la semana. Reencuentros, alegría, emoción y también miedos e incertidumbre han marcado el inicio de este curso 2021-22. Repartidos en todas las etapas educativas mencionadas y sumando las guarderías y los cursos de braille, se encuentran un total de 80 alumnos ciegos o con discapacidad visual. Estos estudiantes salmantinos forman parte de los 371 que hay en toda Castilla y León, según datos recogidos por la ONCE.
En concreto, de los 80 alumnos de la provincia, 4 de ellos se encuentran en atención temprana, 5 en Educación Infantil, 15 en Educación Primaria, 8 en ESO, 22 en Educación Básica Obligatoria, 1 en Formación Profesional, 1 en Bachillerato, 17 en la Universidad o en la Escuela Oficial de Idiomas y 7 de ellos acuden a clases de braille. Para su atención, según informan fuentes de la organización, se cuenta con 3 maestros de la ONCE y 1 de la Junta.
Entre los maestros salmantinos está Mabel Vecilla, encargada en esta ocasión de explicar cómo se desarrolla el curso escolar con los diferentes alumnos. Zamorana de nacimiento, Vecilla decidió estudiar Magisterio para posteriormente presentarse a las primeras oposiciones que convocaba la ONCE. En 1986, «cuando comenzaba la integración de los ciegos y personas con discapacidad visual en los coles», empezó a trabajar en Badajoz y, tras una temporada allí, regresó a tierras castellanoleonesas para instalarse y comenzar su trayectoria en Salamanca. Con 30 años ayudando a alumnos en la provincia, Vecilla hace un balance de la situación.
Funcionamiento
Tanto la ONCE como la Junta de Castilla y León prestan este servicio formado por profesionales que ofrecen una atención educativa complementaria a la oferta general y pública en aspectos que puedan surgir debido a las necesidades especiales de un alumno con discapacidad visual. En este sentido, se atiende desde bebés hasta adultos que han perdido total o parcialmente la vista en algún momento de su vida. Todos ellos, además de recibir el apoyo de los maestros, cuentan con otros profesionales que les ayudan en situaciones de la vida cotidiana o les enseñan a usar el bastón, entre otras cosas. Por tanto, como bien explica Vecilla, esta tarea es «multiprofesional» y se desarrolla en equipo.
La maestra comenta que no es «tarea fácil» atender a cerca de 20 alumnos pertenecientes a diferentes etapas vitales y con multitud de necesidades individuales. Por esa razón intervienen en los contextos de cada uno de ellos y de manera inclusiva, es decir, «trabajamos con los compañeros del aula, con los profesores y con las familias, porque se trata de que esa persona tenga una vida lo más autónoma e integrada posible y atendiéndola solo a ella no lo consigues». Este aspecto supone para Vecilla la parte más «complicada», ya que «pasas de atender a un pequeño en temprana, luego a un adolescente en la ESO, y después a un adulto sordociego que aborda el aprendizaje del braille». Aceptando que «no queda más remedio que gestionarlo bien para adquirir perspectiva», Vecilla considera que esta exigencia de adaptación de los maestros también aporta «fortaleza».
El lugar de unión de maestros y resto de equipo es la sede, donde se imparte el aprendizaje de braille en adultos y se prepara el material de estimulación en el caso de los niños con discapacidad visual. Estos juegos y recursos permiten que los estudiantes en primeras etapas educativas sigan el mismo ritmo de aprendizaje que el resto de niños de su edad.
Tecnologías
Tal y como ocurre con las personas con visión convencional, los ciegos o personas con discapacidad visual se han visto atrapados por las nuevas tecnologías. Si bien el braille y los libros se han podido ver amenazados por la llegada masiva de diferentes ordenadores, tabletas y aparatos electrónicos, esto no supone más que un beneficio si se usan de manera «complementaria». Así, Vecilla comenta que «como cualquier usuario utilizamos cada vez más las nuevas tecnologías, pero el papel y la lectura sigue siendo una experiencia y a veces hace falta. Muchos alumnos utilizan los ordenadores, pero cuando quieren leer sobre algo que realmente les interesa prefieren hacerlo en braille».
En este sentido, la pandemia ha dado un empujón a aquellas personas con discapacidad visual que se mostraban reticentes a la introducción de la tecnología en sus vidas. «Antes de la pandemia no era habitual ir con un ordenador a clase, por lo que ellos tampoco querían ser diferentes, pero ahora todo el mundo trabaja con ellos y lo ven bien», explica la maestra. De esta manera, también se facilita su progreso educativo.
Avances y asuntos pendientes
Con más de 35 años como maestra a sus espaldas, Vecilla ha experimentado el cambio desde el punto de vista de la inclusión de este tipo de alumnos en las aulas de colegios e institutos. Entre otras cosas, destaca que cada vez «los centros lo reciben con más tranquilidad por el hecho de saber que estamos ahí para echarles una mano, a pesar de que nunca hayan tenido un estudiante con discapacidad visual». Por suerte, como afirma la maestra, ya no se topan con la pregunta de «¿pero vosotros no tenéis centros especiales para estos niños?».
Teniendo en cuenta un contexto más próximo, la pandemia ha traído algo «bueno» a los colegios para favorecer la integración y el trato de los profesores con los alumnos. Se trata de la reducción de estudiantes por aula. Una cosa que puede parecer a simple vista irrelevante supone una gran diferencia en el caso de las personas con discapacidad visual. Vecilla lo explica de una forma clara y concisa: «no es lo mismo pedirle a un tutor de un aula de 20 ó 25 alumnos que atienda las necesidades educativas especiales de sus alumnos, porque no les da la vida, que hacerlo en un aula de 15 ó 16 alumnos. Cambia absolutamente todo, a la motivación del 'profe' se le une a que tienes más posibilidades de conocer a cada niño o saber qué necesita».
Algo que supone un lastre tanto por parte de administraciones como por parte de los centros o de la sociedad en general es el currículum academicista. Este modo de educación impone una presión sobre profesorado, familias y alumnos que a veces «resta tiempo a lo importante, que es la parte emocional, el relacionarse con el resto de niños, la resolución de conflictos o la inclusión», explica Vecilla.
Otro asunto pendiente en muchos centros escolares es la concepción del recreo como «espacio y tiempo con un enorme impacto en los procesos de desarrollo socio personal, de aprendizaje, de construcción de identidad y autoestima y de inclusión», ya que como indica la maestra, en numerosas ocasiones, «se considera simplemente como un tiempo de descanso y nada más». «Pasan muchas cosas muy importantes en los recreos y se producen muchos aprendizajes incidentales, no formales, que son cruciales en la historia vital de cada aprendiz», concluye.
Los profesores asumen como un «reto» la incorporación de estos alumnos
Entre los 80 alumnos ciegos o con discapacidad visual de Salamanca, se encuentra Anabel Manzano. La pequeña de 7 años y con una discapacidad visual y auditiva ha comenzado el segundo curso de Educación Primaria en el CEIP Campo Charro de la ciudad. Acompañada por su mamá, Raquel Bueno, y por su maestra, Mabel Vecilla, así como por el resto de profesionales que la rodean, a la niña no se le pone nada por delante y afronta con ilusión este nuevo año escolar.
Como todos sabemos, el inicio de curso en un nuevo 'cole' y con nuevas instalaciones no resulta del todo fácil, por lo Anabel tuvo un pequeño «percance» el primer día. Uno de los escalones por los que hay que bajar para salir del centro no estaba señalizado y la niña tropezó. No obstante, y como parte del aprendizaje del propio colegio, al siguiente día ya estaba bien marcado con fosforescente, para que en palabras de Anabel «ni ella ni ningún niño tropiecen más veces». Este tipo de actuación para facilitar la adaptación es lo que más agradecen tanto la mamá como la maestra de Anabel, «encantadas» con el personal del colegio.
Animada, Anabel cuenta que su momento preferido es el recreo, así como las clases de Educación Física, Música y Plástica. A este favoritismo de la pequeña, la madre añade que «influye el hecho de que los profesores de esas asignaturas eran muy majos y los quería mucho». Este curso, en cualquier caso, se ha abierto a nuevos 'profes', entre los que se encuentra la tutora del aula, Pilar Sánchez.
Con casi 20 años de experiencia en colegios y sin haber coincidido nunca con un alumno con discapacidad visual, Sánchez asume como un «reto» la presencia de Anabel en la clase: «cuando el equipo directivo me informó de que venía la alumna con discapacidad visual y auditiva, fue como mucha confusión, luego ya vino la reflexión y la calma». La profesora cuenta con el apoyo de las maestras de Pedagogía Terapéutica (PT), con Mabel Vecilla de la ONCE y, además, con el resto de profesionales que ayudan a Anabel.
En la clase, Sánchez reconoce que la pequeña «acapara inconscientemente la atención», ya que «siento que es más vulnerable y tiendo a sobreprotegerla, que creo que no es lo aconsejable y tengo que encontrar el equilibrio». No obstante y a pesar de «dar la bienvenida a todos los apoyos externos al aula», la profesora considera primordial «la inclusión y que esté dentro del aula como el resto de los niños, porque la parte social es muy importante». Este último apunte entra en las inquietudes de la maestra, ya que como señala «me preocupa cómo desarrollar la sociabilidad de ella en el aula con el resto de compañeros, que esté totalmente incluida».
En este sentido, tanto la PT del centro que ayuda a la niña, Paula Martín, como Mabel Vecilla debaten sobre la presión formal del currículum y el conflicto que crea con la sociabilidad especialmente de personas con algún tipo de discapacidad. «Es casi más importante que ella esté a gusto en un 'cole' nuevo con las dificultades que trae, que acabe escribiendo en minúsculas», indica la PT. A este comentario, Vecilla añade que «hay niños que si están contentos, seguros y queridos le gusta el 'cole' y se motivan más. Si se vienen abajo y no se sienten queridos parece que no son capaces cuando realmente lo que está pasando es otra cosa». Entre otras acciones que ayudarían a solucionar este problema se encuentra la introducción de clases de lengua de signos y braille en los colegios.

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