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Estuvo «muchísimo tiempo» buscando a su padre. Removiendo cielo y tierra, buceando entre las páginas blancas y llamando a conocidos para comprobar si alguno sabía cuál era su paradero, pero no fue hasta el año pasado cuando Javier Martín consiguió localizar a su progenitor. Lo hizo gracias a la policía: interpuso una denuncia en comisaría y logró 'dar' con él. Javier Vázquez, madrileño de 65 años, residía desde hacía aproximadamente un año en el geriátrico Reto a la Esperanza de Pelabravo, en Salamanca. «Le estuve buscando durante muchos años. No estuvo desaparecido, pero no supe nada de su paradero durante mucho tiempo, y el año pasado, a través de una denuncia, conseguí por fin localizarle», comenta su hijo.
A Javier padre le hizo «ilusión, estaba contento» por que su hijo le hubiera encontrado. Llevaban al menos veinte años sin verse, según estima su primogénito, Javier Martín –optó por quedarse con el apellido de su madre–. «Se alegró bastante cuando se enteró de que conseguí dar con él y se mostró receptivo a vernos de nuevo. Por circunstancias de la vida estuvimos separados, pero los dos estábamos dispuestos a recuperar la relación», asevera.
Pero la irrupción de la pandemia estancó el reencuentro. Mantuvieron el contacto y Javier Martín tuvo la «oportunidad», como se refiere, de visitarlo hasta que se decretó el primer estado de alarma. A partir de entonces, explica, «hemos tenido un parón bastante importante de no haberle podido visitar» al estar restringidas las visitas.
El centro de mayores donde residía su progenitor estuvo «limpio» durante la primera ola, pero en la segunda «cogió a bastantes residentes». Entre ellos, Javier Vázquez. Se contagió y en apenas quince días murió víctima del coronavirus. «Me avisaron los de la residencia durante la segunda quincena de octubre para decirme que le llevaban al hospital porque, al tener un cáncer, así podía estar más controlado a nivel de enfermedad», relata Javier, al tiempo que subraya que «estuvo uno o dos días hospitalizado y lo volvieron a llevar al centro residencial».
Especiales coronavirus
Creía que ahí había «acabado todo», pero el estado de salud de su padre «empeoró con la respiración» y, apenas unos días más tarde, el 26 de octubre, le trasladaron de nuevo al Hospital Clínico de Salamanca, donde finalmente falleció el 4 de noviembre. «La misma mañana que muere me avisaron de que le habían tenido que sedar porque no estaba respondiendo. Tenía problemas de respiración y lo hicieron para que no tuviera esa sensación de ahogo», argumenta, mientras lamenta no haberle podido dar un último abrazo. «Me queda la espinita de no haberme podido despedir de él. Tantos años para localizarle y ahora el virus me lo arrebata, de un momento a otro».
Asimismo, se muestra «bastante descontento» con la actitud tanto del centro hospitalario como del geriátrico por no darle la «oportunidad de hablar con él en ningún momento». «El hospital me derivaba a la residencia y viceversa», incide.
A Javier Martín no le quedó otra que compatibilizar el duelo por la pérdida de su padre con los «malabares» que tuvo que hacer para gestionar su entierro. Su progenitor no tenía seguro de decesos, lo que dificultó todo el procedimiento –requería un permiso para poder entrar en Castilla y León, procedente de la Comunidad de Madrid, donde reside–. «Tuve bastantes obstáculos en ese sentido porque unos se echaban la pelota sobre el tejado de los otros. No tenía seguro de decesos, y lo primero que hice fue hablar con el hospital para ver si me podían facilitar un salvoconducto que me permitiera ir a hacerme cargo de los restos de mi padre, pero no me lo dieron hasta el día siguiente, que ya fui de camino a Salamanca en tren, aunque lo mío me costó que me lo dieran», apostilla.
Pese a ello, dice tener palabras de agradecimiento hacia la residencia Reto a la Esperanza de Pelabravo, pues se hizo cargo de los gastos derivados de la muerte de su progenitor. «Me lo comunican cuando les digo que me tengo que volver a Madrid y no he podido solucionar nada ni de documentación, ni de gestión ni de los restos de mi padre. No tenía seguro de decesos y yo no podía ocuparme de ello. Estoy en un ERTE, no tengo trabajo y tampoco la facilidad económica para afrontar el gasto que ello suponía», admite.
En sentido contrario, critica las «dificultades» impuestas por parte de la administración y del hospital.
Javier Vázquez tuvo «varios trabajos» a lo largo de su vida, fundamentalmente en la hostelería y los taxis. No había «nada concreto» que le vinculara con Salamanca. «Por circunstancias de la vida acabó en esa residencia, no mantenía ningún vínculo. Pasó allí los últimos años de su vida, estuvo a gusto, feliz y bastante bien cuidado», concluye.
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