M. JESÚS GUTIÉRREZ / WORD
SALAMANCA
Jueves, 3 de septiembre 2020, 11:49
Ubalda Fraile Sánchez alcanzaba, el pasado 28 de agosto, un siglo de vida en su casa de Frades de la Sierra, donde vive con un hijo que tiene soltero. Una fecha que no pudo celebrar como le hubiera gustado, rodeada de su familia, porque el coronavirus es el que manda en estos momentos. Así, «con todo el dolor de madre» tuvo que decirle a su hija, que vive en Madrid, y a su nieto, que reside en Barcelona «que no vinieran», que «daba igual celebrarlo en agosto, que en septiembre que más adelante», afirma esta mujer, que cuenta cómo ese día recibió 36 llamadas de teléfono para felicitarla y a su casa fueron las amistades más cercanas, «pocas, porque con esta situación preferían no acercarse para que no me pasara nada», apostilla. Además, le regalaron una tarta con velas con el número 100, por lo que se sintió «muy contenta».
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Todos estos detalles los cuenta ella misma por teléfono, en una conversación de 20 minutos, en la que sorprende la lucidez que demuestra en todo momento. Atiende la llamada con total tranquilidad y agradecida porque la prensa se acuerde de ella y rápidamente hace referencia a la situación por la que estamos pasando, en un día en el que «las noticias han dicho cómo están las ciudades de Salamanca y de Valladolid» y es que Ubalda Fraile se entretiene viendo la televisión.
«Todos los días mi hijo me informa de la 'salud de España', que está poco bien; yo hay algunas cosas que no entiendo, pero sé que será muy difícil de arreglar y cada vez más difícil, porque la gente joven, que necesita otras distracciones, se echa a la calle a ver a los amigos y no ha respetado», explica, a la vez que señala que «cuando salgo a la calle y hay alguien de fuera también le pregunto por la 'salud de España'», porque «Frades es un pueblo muy sano y no se ha oído de nadie que lo tenga», aunque según afirma «en verano ha venido mucha gente, de Burgos, Madrid, Tarragona... gente que tiene casa aquí, porque es un pueblo muy sano; nos viene el aire puro de la Sierra y aquí no hay enfermedades, parece que a los niños cuando vienen le ponen una inyección de salud», afirma alabando el municipio, aunque a renglón seguido añade un 'pero' y es que en Frades «para la gente joven no hay nada de distracción». Ahora, prosigue, «parece que la situación está muy mal, a mi hijo le han hecho dos veces esa prueba -por el PCR- porque lo operaron de corazón hace tres años y ahora tenía el pulmón derecho encharcado y se lo hicieron al llegar al hospital y antes de volver a casa, pero le dijeron que estaba bien»; aún así, por si acaso, «nosotros somos muy prevenidos, limpiamos el calzado y la ropa va a la lavadora en cuanto entra en casa», añade.
En estos cien años de vida, Ubalda cuenta que ha pasado «de todo, por años buenos y malos, por muertes sentidas y bodas alegres», por «momentos difíciles y otros muy felices como el nacimiento de mis hijos, sus comuniones...» que tanta ilusión le hicieron. «Yo soy de otra generación y respeto la opinión de todos y cada uno vive la vida como puede», apostilla, a la vez que recuerda «que ha vivido la guerra y la posguerra, que en Frades se notaron poco, sólo por la escasez de alimentos. Teníamos que salir a comprar comida a gente que venía al pueblo sin que nos vieran, porque vigilaban para que no hubiera venta».
En Frades la gente vivía «de sembrar la tierra, teníamos un cacho huerto con patatas, garbanzos, alubias, lechugas... para todo el año, además de gallinas, y cabras que nos daban leche para todo el año... Y ahora, desde hace años, los vecinos se dedican a la ganadería. Mis padres eran ganaderos, mi marido se dedicaba a la labor y trabajaba en lo que podía y así hemos pasado la vida. Yo he cumplido con Dios y tengo la vida andada, pero la gente joven tiene toda la vida por delante», asegura y es que, en cada momento de la conversación, hace referencia a la situación actual.
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Ella, por su parte, considera que «cada día que pasa noto que pierdo poco a poco» y es que su hijo ya tiene que ayudarla a enhebrar la aguja, porque aunque parezca mentira, a sus cien años de vida Ubalda Fraile aún cose, «cada vez menos», dice, y sigue leyendo sin necesitar gafas, «me da lo mismo ponérmelas que no, veo lo mismo con gafas que sin ellas», asegura y añade que «ahora sólo veo las letras grandes de la prensa», la cual sigue ojeando.
De su familia, señala que eran 9 hermanos, de los que actualmente viven cuatro más ella, «la última murió con 93 años» y «uno de mis hermanos vive en Madrid» pero cuando el confinamiento «estaban en Frades y aquí siguen porque en el pueblo se está muy agusto y hay mucha paz».
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En su día a día, a Ubalda Fraile le gusta salir a pasear, «salgo todos los días; mi intención es buena pero después de caminar un poco me canso y me parece que ya está lejos mi casa, aunque estoy a 200 metros, y me doy la vuelta», pero afirma que no se quiere quedar todo el día sentada porque sino después no podría andar más y «ahora me arreglo completamente yo sola, no necesito ayuda para nada, ni para vestirme ni para peinarme, y me acuesto y me levanto sola». Además, afirma orgullosa, «con 100 años no he mojado la cama ni una sola vez ni tampoco he usado pañales, porque no los necesito». Sale a la calle sin bastón, porque camina perfectamente, y su medicación es mínima, «tomo dos pastillas, para la tensión y para no retener líquidos»; por lo que su salud parece de hierro. Además, pone la lavadora aunque añade que «lo peor es tender la ropa en el patio, porque me cuesta subir la ropa hasta la cuerda».
Le gusta ver todos los días la televisión y «los domingos escuchar la misa, porque ya hace mucho tiempo que no voy a la iglesia porque está algo retirada de mi casa»; y salir a sentarse al patio para que le dé el sol sin salir a la calle y «así me entretengo un poco» ahora que «no hace tanto frío, porque en Frades los inviernos son muy fríos».
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Otro de sus entretenimientos diarios es «hablar por teléfono con la familia», con su hija y su nieto lo hace casi a diario, «y cuando veo la factura del teléfono pienso que no vuelvo a hablar tanto rato» pero es algo que la mantiene unida a su familia, también a sus hermanos y sobrinos.
Y solo pide «que el poco tiempo» que le quede de vida, que sea «como estoy ahora, para que pueda seguir arreglándome yo sola», sin necesidad de que nadie le tenga que hacer nada.
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